martes, 27 de septiembre de 2011

Agotamiento del modelo rentista


En lo que va de año hemos vendido nuestro petróleo a un precio promedio cercano a los 100 dólares, pero la economía no muestra signos de franca recuperación.

PEDRO A. PALMA

palma.pa1@gmail.com

Cuando en el año 2005 estábamos atravesando por la bonanza económica producida por la expansión de gasto público debido a los aumentos sostenidos de los precios petroleros, comencé a alertar que las altas tasas de crecimiento del PIB y del consumo que entonces se estaban materializando no eran sostenibles, pues cuando los precios bajaran, o incluso se estabilizaran, la economía entraría en crisis.

Entonces fui criticado por varios analistas que sostenían que si los precios dejaban de crecer, pero se mantenían en niveles elevados, ello le generaría suficientes recursos al Gobierno para mantener una política de altos gastos que seguiría estimulando la economía. Los acontecimientos de los últimos años me dieron la razón.

En 2007 el modelo aplicado mostraba signos de agotamiento, pues a pesar de que los precios continuaban en franco aumento, las tasas de crecimiento de la producción y de la demanda seguían siendo positivas, pero menores que en los años precedentes. Incluso, en el primer semestre de 2008, cuando los precios estaban disparados hasta alcanzar los máximos históricos en julio de ese año, los crecimientos del PIB y del consumo privado fueron relativamente bajos y mucho menores que en 2005 y 2006...

...De todo lo anterior podemos concluir que la dependencia de la renta petrolera, que hoy es mayor que nunca, ha puesto a esta economía en una situación compleja, porque aquella capacidad de respuesta del aparato productivo y de la demanda privada a políticas fiscales expansivas, posibilitadas por la elevación de los precios petroleros, parece agotada, o por lo menos mermada, lo que requiere un cambio de rumbo que busque reducir la dependencia de la renta petrolera a través de una diversificación efectiva de la economía, para lo cual hace falta, entre otras cosas, la materialización de cuantiosas inversiones privadas.

Por ello estoy convencido de que si seguimos por donde vamos sufriremos severas consecuencias. Es imprescindible que comencemos a transitar un nuevo camino que nos lleve hacia el verdadero desarrollo.

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http://www.enoriente.com/noticias/opinion/30502-agotamiento-del-modelo-rentista--por-pedro-palma

Artículo de opinión
El Nacional, 26 de Septiembre de 2011
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Los grandes majunches

Tan majunches que hacen causa común con Gadafi, Mugabe y otros bates quebrados

CARLOS MACHADO ALLISON cemacallison@gmail.com

Por mucho tiempo busqué el término más adecuado para describir a parte del actual gobierno y ahora, gracias al señor Presidente, lo he encontrado. En efecto, como todo el mundo sabe, nuestro primer magistrado y muchos de sus seguidores tienen tanta capacidad para el insulto, como incompetencia para gobernar. Los opositores han sido calificados de mil modos, como escuálidos, derechistas, pitiyanquis, ratas, vendepatrias, excrementos (en varias versiones) y lacayos. También ha mandado a más de uno a "lavarse ese paltó", o a enrollar el periódico y "metérselo en el bolsillo". Al difunto monseñor Castillo lo llamó fariseo, hipócrita, bandido y alcahuete; apodos a los candidatos de la oposición e insultos personales a varios presidentes. En materia de insultos sólo ha tenido un competidor, el conductor de La Hojilla. Ahora llama majunches a los precandidatos de la oposición.

Defectos de calidad

Ahora bien, majunche significa de calidad inferior, deslucido o mediocre. Es un venezolanismo que se utiliza tanto para describir defectos en la calidad como pobreza en el desempeño. Yo la recuerdo del beisbol: "ese es un pitcher tan majunche" que es incapaz de ponchar a un ciego, o a la calidad o cantidad de la comida: "me sirvieron un plato majunche". Pues entonces, qué mejor término que el mencionado para describir la gestión de un gobierno que ha logrado acabar con la mitad del ganado del país, tener al 70% de los planteles públicos en condiciones deplorables y una proporción similar de las carreteras plagadas de huecos. La verdad es que deben ser bien majunches para tener más de 40.000 presos en ínfimas condiciones, haber duplicado la burocracia para ejecutar la mitad de las obras públicas y generar tanta inseguridad que más venezolanos mueren en manos del hampa que en alguna guerra reciente.

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http://www.eluniversal.com/2011/09/27/los-grandes-majunches.shtml


Artículo de opinión
El Universal, 27 de Septiembre de 2011
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Hugo Chávez: incierto destino

RAMÓN PIÑANGO
rapinango@gmail.com


Es inevitable. Los ojos de parte importante del país se centran en la salud del presidente Chávez. Los ojos de quienes lo apoyan y que con él han compartido el poder y los ojos de quienes se le han opuesto y aspiran a desplazarlo del gobierno. Es natural que así sea, porque Hugo Chávez ha sido el personaje eje del país y su cotidianidad por más de una década. Para bien o para mal ha sido y es el punto de referencia de quienes tratan de entender al país o de quienes han tenido o tienen que decidir asuntos tan importantes como invertir aquí o emigrar para vivir en otras sociedades. Toneladas de papel, incontables horas de radio o televisión han tenido como foco de atención la figura de Chávez. Él quiso ser la figura eje del país y lo logró. Figura eje para quienes lo aman y para quienes lo odian. Él ha sido la esperanza de los pobres, al mismo tiempo que culpable de todos los males, según la opinión de sectores medios y altos.

Chávez no ha compartido su rol estelar con nadie. Esa ha sido su fortaleza durante largo tiempo.

Y ahora, por la misma razón, su enfermedad lo hace dramáticamente frágil y pone en claro peligro su causa política. Nadie puede negar hoy lo incierto del destino de Chávez, pero también es incierto el destino del chavismo y el de la oposición. Si la salud del Presidente se deteriora, llegó la hora de ver si es posible eso del chavismo sin Chávez, y de la misma manera si seguirá siendo válida la estrategia opositora centrada, por razones importantes, en las elecciones del próximo año.

La desaparición de Chávez de la escena nacional o el serio debilitamiento de su presencia producen automáticamente la aparición, como actores de primera línea, de personajes que han actuado de manera muy modesta o solapada, y otros pasarán a un segundo plano. Pero no será sólo asunto de personajes. El guión político del país cambiará. De hecho, ya comenzó a cambiar. En los últimos días apareció con fuerza el tema militar y con él, el de los golpes de Estado. Hay quienes hablan de eso abiertamente, y otros que no se atreven a mencionarlo o tratan de conjurarlo con las palabras mágicas de la "vocación democrática", que, como nunca en los últimos años, deseamos que produzcan el efecto institucional deseado. No se quedará atrás el asunto de la protesta popular. Chávez ha constituido una esperanza para los pobres, a pesar de sus promesas incumplidas. Como lo muestran las encuestas, la opinión pública es dura criticando la gestión de gobierno, pero todavía Chávez se salva de esa crítica. Él es la última esperanza. Si Chávez hace mutis, ¿qué pasará con la creciente protesta popular, con esas protestas que terminan haciéndole un llamado como última y única instancia salvadora? No hay razones para pensar que esa protesta se esfumará, sino que al contrario se acentuará. El país aceleraría su marcha hacia la anarquía. Así, ese mutis podría adelantar el esfuerzo de chavistas o de antichavistas de derecha para asaltar el poder con la promesa de asegurar uno u otro tipo de orden.

No se exagera si se afirma que las células malignas del Presidente pueden hacer metástasis mucho más allá de su cuerpo. Esta posibilidad impone la exploración de distintos escenarios, no para lucir capacidad de análisis anticipatorio, sino para explorar qué podemos hacer para evitar situaciones de conflictividad, para identificar con quiénes hay que hablar y el papel que actores no políticos, como la Iglesia, podrían jugar en situaciones de alto riesgo.

La salud del Presidente ha comenzado a abrir la caja de Pandora. ¿Estará en el fondo de la caja la Esperanza?


Artículo de opinión
El Nacional, 27 de Septiembre de 2011
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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Inseguridad. Hay luz al final del túnel


Compartimos con nuestros lectores la editorial de la más reciente edición de la revista "Debates IESA" dedicada al tema: "Inseguridad. Hay luz al final del túnel".
La revista la pueden adquirir en las librerías Tecniciencias, la librería del IESA (Urbanización San Bernardino, calle IESA, instituto IESA) o solicitar su compra en pdf al correo: comunicacionesiesa@iesa.edu.ve

El riesgo de existir

La inseguridad hace que la sociedad atente contra sí misma para remediar sus males. La violencia es una enfermedad social cuyas principales víctimas son personas inocentes

La vida es la vida. Morir es dejar de existir, desaparecer. Normalmente nadie quiere dejar de existir, menos de forma trágica e inesperada, y mucho menos aún por asesinato. Asimismo, normalmente nadie quiere sufrir algún tipo de violencia física o psicológica causada por otra persona. Tan es así que la evolución de las sociedades humanas tiene como uno de sus hilos conductores más importantes tratar de garantizar la seguridad de las personas. Por ello, la calidad de vida de una sociedad se juzga, en buena parte, en función de la probabilidad de sufrir daño físico o psíquico por causa de otra persona.

Así, pues, cuando alguien habla de violencia e inseguridad personal se refiere a lo más importante de una sociedad, a algo mucho más importante que la riqueza material o la equidad en la distribución de la riqueza.

Si algo comparten pobres y ricos es su necesidad de seguridad personal. Cuando se dice que un país tiene, por ejemplo, tasas de homicidios o de secuestros muy elevadas en comparación con otros países, se sabe inmediatamente que esa sociedad enfrenta graves problemas.

Enfrenta graves problemas no sólo porque el riesgo de perder la vida es en sí una calamidad, sino también porque ese riesgo constituye clara evidencia de que otras graves perturbaciones sociales se han apoderado de esa sociedad.

Este es el caso de la sociedad venezolana actual: en 2010, 57 homicidios por cada cien mil habitantes y 895 secuestros, la colocan entre las naciones que sufren con mayor agudeza el problema de la violencia y la inseguridad personal.

Pero esas cifras son apenas parte de una dura realidad. Tan alarmantes números deben ser analizados en perspectiva histórica: en 1998, las magnitudes correspondientes eran 20 homicidios por cada cien mil habitantes y 59 secuestros.

Ante este crecimiento de la violencia y la inseguridad, y ante el hecho de que no se observan políticas diseñadas y llevadas a cabo para atender el problema, sobran las razones para la preocupación y la alarma.

La inseguridad es uno de esos males que hacen que la sociedad se ataque a sí misma para tratar de resolverlos. Una reacción frecuente es recurrir a la violencia para erradicar la violencia. Por ejemplo, no es raro que el Estado recurra a penas más duras, redadas o acciones de «limpieza social», para hacer o aparentar que hace algo.

La experiencia muestra hasta la saciedad que tal tipo de políticas apenas llega a mejorar los síntomas por breve tiempo, para que luego reaparezca el mal con renovada fuerza.

No es raro que entre las víctimas de la violencia contra la violencia se encuentren personas inocentes, mientras que muchos delincuentes sobreviven exitosamente a medidas supuestamente dirigidas contra ellos. El resultado neto es siempre el mismo: más violencia. Sin embargo, es comprensible que tales acciones, que prometen resultados inmediatos, gocen de cierta popularidad, al menos por un tiempo, pues crean la ficción de proteger lo más sagrado del ciudadano: su vida.

Cuando está en juego la vida de una parte importante de la población, no es de extrañar que la inseguridad se convierta en el eje del problema político. Al respecto, no es descabellada la hipótesis de que, si la vida de muchos ciudadanos está en peligro y éstos enfrentan el dilema de escoger entre su vida y el sistema político, la mayoría optaría por su vida. Así enreda la vida de una nación el riesgo de perder la vida.

Una de las consecuencias del problema de la violencia y la inseguridad personal es la desesperanza que crea en la sociedad: esa percepción de que el problema empeorará ad infinitum, de que no hay nada que hacer.

La desesperanza es también comprensible cuando se sabe que, tras el crecimiento de la delincuencia, se encuentran monstruos como la corrupción policial y el narcotráfico.

Ante la gravedad del problema —la vida en riesgo— y todo lo que se asocia con él, no es extraño que muchas personas se muestren escépticas cuando se les dice que hay solución, que hay experiencias como la de Medellín, ciudad que llegó a ser considerada la más violenta del mundo y en pocos años disminuyó sensiblemente sus cifras de víctimas de la violencia y la inseguridad.

La información se presenta, los incrédulos que abundan la escuchan y se mantienen las apreciaciones catastróficas. Es difícil hablar con serenidad sobre un tema traumatizante.

En este número de Debates IESA se presenta información que muestra la gravedad del problema de la violencia y la inseguridad, revela su complejidad por la diversidad de factores implicados en él y enseña que sí hay maneras de resolverlo, que hay experiencias exitosas.

Ojalá el lector considere esta variedad de perspectivas, para que no se instale cómodamente en sólo una arista de la realidad al hablar del riesgo de existir.

Sobre el autor

Ramón Piñango es doctor en Educación por la Universidad de Harvard, Estados Unidos. Master en Sociología de la Educación por la Universidad de Chicago, Estados Unidos. Director de la revista Debates IESA. Expresidente del IESA

viernes, 2 de septiembre de 2011

¡Muerto el perro, se acabó la malderrabia!

A continuación le presentamos un artículo del sociólogo José Mayora publicado en el portal digital del diario El Universal. Mayora es profesor adjunto del Centro de Gerencia y Liderazgo del IESA.


JOSÉ MAYORA | EL UNIVERSAL
viernes 2 de septiembre de 2011 10:03 AM
Esta coloquial expresión, utilizada ya en un pasado artículo, habla de problemas que se corrigen al eliminar su probable causa. Tal expresión alude a la resolución puntual de situaciones conflictivas. En verdad, cuando muere un perro que padece de malderrabia esta endemia no desaparece.

La frase viene a colación pues he observado con gran preocupación que a medida que se evidencia un debilitamiento sostenido tanto en el proyecto revolucionario como en su liderazgo, se generaliza la idea que con ganar las elecciones, es decir salir de Chávez, hemos resuelto los problemas del país. ¡Nada más alejado de la realidad!

¿En qué país estamos viviendo? Repasemos algunas evidencias lacerantes: un sastre es asesinado por no arreglar bien un pantalón; la AN se dedica a debatir los temas que le producen urticaria al proceso y no los que son relevantes para el país; una enfermedad sin parte médico profesional se transforma en el eje decisorio de un partido y de un país; un gobierno que deja pudrir 180 millones de kilos de comida; una sociedad que asiste pasivamente al velorio de su propio destino; un régimen que pretende construir una sociedad excluyente y depauperada.

La muestra anterior ofrece una clara lectura: deterioro espiritual y moral; degradación de la función política; uso inescrupuloso del poder; ejercicio indolente de las responsabilidades públicas; devaluación paralela del signo monetario y de la vida; uso discrecional de los recursos públicos; manipulación grotesca de los sentimientos populares.

Estos asombrosos sucesos esconden una realidad que a veces no queremos aceptar. La alta conflictividad es el mejor indicador que tienen los conductores del proceso de que la refundación del país va por buen camino, a juzgar por la conducta contestaría de la sociedad organizada y de sus individualidades.

Sin embargo, el proceso de refundación parece estar inconcluso pues se insiste en profundizar la revolución: ¿en qué consiste esta profundización? El punto de partida de la revolución bolivariana es que los problemas del país obedecen al inadecuado modelo de organización social capitalista, causante del problema carcelario, de la crisis eléctrica, de la inseguridad ciudadana, de la escasez intermitente, de allí que el nuevo modelo de organización supone debilitar, cuando no destruir, empresas, organizaciones de la sociedad civil, credos religiosos, valores de una cultura democrática así como la historia que justifica y soporta al presente, haciendo depender a la sociedad entera del Estado.

No debe sorprender pues la gran cantidad de planes que el Gobierno instrumenta para dar la sensación que se están atendiendo los asuntos públicos. En el fondo, y en eso creen a ciegas, estos problemas se resolverán cuando el "Estado socialista" esté consagrado en las leyes revolucionarias que harán operativa la sociedad socialista y que ya no tendrán contención pues los que tal cosas podrían hacer ya no deberán existir. En ese momento todos marcharemos en un solo sentido guiado por la legislación socialista.

Aquellos que invocan la reconciliación, el diálogo y la rectificación olvidan que por definición este régimen no puede dialogar fuera de su proyecto y menos rectificar cuando adelantan la construcción de la sociedad socialista.

La malderrabia está enquistada y su erradicación llevará muchos años de trabajo unitario y muchos sacrificios colectivos, por eso, ¡no basta con ganar las elecciones!