viernes, 22 de marzo de 2013

Atraer o expulsar

Gustavo Roosen, presidente del Consejo Directivo del IESA, se plantea la siguiente reflexión: ¿Qué pensar de un país como Venezuela cuyos profesores universitarios tienen un nivel de salario entre los más bajos del continente. Publicado en El Nacional, el 18 de marzo de 2013.

Los analistas suelen medir la vitalidad de una economía por su capacidad para atraer inversiones. En contraste, no auguran nada bueno a los países que las alejan, y menos aún a aquellos que desestimulan las de sus propios ciudadanos y, de algún modo, las expulsan. Igual sucede con el talento: mientras unos se empeñan en retener el propio y atraer el ajeno, otros lo desestiman, lo pierden o lo expulsan.

“Nuestro país es más fuerte cuando podemos aprovechar el talento y el ingenio de los inmigrantes”, ha dicho recientemente el presidente Obama. Atendiendo este criterio, demócratas y republicanos trabajan para incluir en la reforma migratoria mayores facilidades para retener a los miles de extranjeros que estudian en las universidades norteamericanas, las más buscadas por estudiantes extranjeros según datos de la Unesco, más de 720.000 para el año 2011.

Con las reformas propuestas se amplía el alcance de la iniciativa dirigida a agilizar el proceso de visas para estudiantes extranjeros como parte de sus esfuerzos por atraer a los “mejores y más brillantes” alumnos provenientes del exterior. Si hasta ahora la política americana alentaba el regreso de los estudiantes extranjeros a su país de origen, bajo la premisa de que era sembrar amigos en un país amigo, la nueva ley propone flexibilizar las normas para estimularles a incorporarse en una sociedad que alienta el talento y apuesta por la innovación. Es parte de su visión estratégica de crecimiento.

Estados Unidos no es el único en aplicar este criterio. Lo hacen también a su manera países tan disímiles como China y Alemania. China emitirá más “tarjetas verdes” y aliviará las restricciones a la entrada de extranjeros con el fin de atraer más individuos talentosos de otras nacionalidades para que trabajen en el país. En Alemania, en abril del año pasado entró en vigencia la ley que facilitará el reconocimiento de títulos profesionales extranjeros y que, según el Instituto de Economía Alemana, permitirá que cerca de 400.000 inmigrantes presenten en los próximos años sus credenciales para que sean evaluadas por las instituciones pertinentes.

En contraste, ¿qué pensar de un país como Venezuela cuyos profesores universitarios tienen un nivel de salario entre los más bajos del continente? Cierto que en este análisis los salarios no son el único punto a considerar, pero pesan mucho en los resultados: desestímulo por la carrera docente universitaria, abandono de la investigación, ausencia de candidatos para cubrir las cátedras –especialmente profesores a tiempo completo–, deserción hacia otras profesiones, pluriempleo, falta de dedicación, escasa producción de conocimiento, supresión de maestrías y posgrados, abandono del país, todo lo cual configura un doloroso y preocuparte cuadro de talento perdido. Con un panorama así no se puede sino estar de acuerdo con Philip Altbach y sus colaboradores del Centro Internacional de Educación Superior de Boston College cuando concluyen que “poco gana la educación superior como base de la innovación y la competitividad de los países si los profesores universitarios están mal pagados”.

La conciencia de la necesidad de promover el talento para afirmarse en los campos de la innovación y competir en la moderna economía del conocimiento contrasta con el desdén por el saber, la investigación, la formación profesional de calidad. Mientras unos países buscan reinventarse, captar el talento, orientarlo a la innovación y al desarrollo, otros apuestan por el desaliento y la descalificación. Cuando se menosprecia el talento y la preparación profesional y se los convierte en objeto de insulto se termina provocando su exclusión y, en definitiva, su expulsión. Lo que queda para las personas y para el país es frustración, sensación de castigo a un modo de ser que estima el talento y premia el esfuerzo. Los resultados de una y otra postura están a la vista, pero sobre todo se harán sentir de manera dramática en el futuro. Será la diferencia entre construir y destruir.

viernes, 8 de marzo de 2013

Responsabilidad social del trabajador

 "La responsabilidad social ha sido tradicionalmente vinculada como concepto a la empresa", afirma Gustavo Roosen, publicado en El Nacional el 4 de marzo de 2013

Uno de los mayores daños que se puede hacer a una sociedad –y de los más difíciles de revertir– es conducirla al olvido de sus responsabilidades. Es lo que viene sucediendo en Venezuela en el ámbito laboral. En nombre de la justicia social se ha logrado imponer en los últimos años un modelo inequitativo que pone todo el peso de los deberes y obligaciones en los empleadores y libera de responsabilidades a los trabajadores. La invocación de la justicia social ha servido de instrumento para el desconocimiento del derecho, la justificación del abuso y la apertura a la anarquía. El manejo interesado de una falaz contradicción entre derecho y justicia social ha conducido a una pérdida del orden jurídico representado por los tres valores fundamentales del Estado moderno: la paz social, el Estado de Derecho y la seguridad jurídica.

Un repaso de declaraciones políticas, pronunciamientos legales, actos legislativos y de gobierno de estos años mostraría la creciente radicalización de una postura según la cual la justicia social está por encima del derecho y tiene prelación sobre cualquier otro valor social. Así se consigna, por ejemplo, en los “Lineamientos de la justicia social”, documento del Frente Internacional Francisco de Miranda, donde se establece que “La igualdad ante la ley es relativa” o que “El rol del juez es ‘democratizar’ el orden jurídico aun cuando tenga que desconocer la ley y aplicar la arbitrariedad”. Así también en el Plan Nacional Simón Bolívar cuando se define el Estado de justicia y se establece que “en la democracia protagónica revolucionaria la justicia está por encima del derecho”. Así, igualmente, en decisiones del TSJ en las que apelando a la justicia social se establece que “el interés superior que debe tutelar el juez es el del trabajador” o que “las leyes se aplican retroactivamente, cuando éstas favorezcan a los trabajadores”.

Luego de numerosas leyes, reglamentos y disposiciones en materia laboral inspiradas en estos principios, su aplicación en nada ha contribuido al crecimiento del empleo o a una mayor paz laboral, y menos a la productividad. Han terminado privilegiando a unos a costa de la conculcación de un derecho de todos. Los conflictos se han multiplicado mientras ha decrecido la capacidad o la voluntad de las inspectorías del Trabajo para resolverlos. Se ha incrementado el ausentismo laboral y una actitud desafiante, prevalida de impunidad y amparada en la protección de las autoridades. Se ha fomentado la cultura de la permisividad y del menor esfuerzo. El Estado mismo se ha convertido en víctima de la improductividad, de paralizaciones laborales y de una conducta agresiva hacia el medio de producción, actitudes todas que violentan la obligación de producir, de generar bienes y servicios, en cumplimiento de la responsabilidad frente a la sociedad.

La responsabilidad social ha sido tradicionalmente vinculada como concepto a la empresa. La definición, sin embargo, ha puesto el acento en la institución y menos en los individuos. Es hora de recuperar su sentido y pensar también en la responsabilidad social de los trabajadores, es decir, en su compromiso de producir bienes y servicios para la comunidad, con la mejor calidad y a precios asequibles. La productividad es parte de la responsabilidad de los trabajadores para con la sociedad. El trabajador, no sólo el empresario, tiene obligaciones con el ciudadano, con el consumidor, con el cliente, con el conjunto de la economía. El reconocimiento social debería pasar por el cumplimiento de esta responsabilidad. Empresario y trabajador están llamados a entender la justicia social como una relación de trato justo, de suma de derechos y obligaciones, no como simple herramienta para el reclamo de privilegios.

Promover la responsabilidad social de los trabajadores debería ser una tarea del Estado. También del empresario, al que le corresponde procurar la identificación de los trabajadores con la misión y visión de la empresa y con su compromiso frente a la comunidad y frente al país. Es una manera de recordar al trabajador su responsabilidad social.

jueves, 7 de marzo de 2013

“Los auges petroleros en Venezuela son cantos de sirena que llevan al naufragio”

El coordinador académico del Centro Internacional de Energía y Ambiente del IESA advierte que en el país no se discute sobre el riesgo de que Estados Unidos reduzca su importación de crudo, gracias al petróleo de esquitos. “Nuestros países hermanos de la OPEP aumentaron en 20% la producción, pero Venezuela hizo todo lo contrario”. Reportaje de Andrés Rojas Jiménez, para El Nacional, publicado el 6 de marzo de 2013

- Coordinador académico del Centro Internacional de Energía y Ambiente del Instituto de Estudios Superiores de Administración.
- Es economista egresado de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos en el año 2007. En 2010 obtuvo la maestría en Economía de la Universidad de Cambridge en Reino Unido.
- Es profesor de las maestrías de Administración y de Políticas Públicas del IESA y de la Escuela de Economía de la UCAB.
- La pasión como estudioso del tema de hidrocarburos pudiera decirse que lo heredó de su padre, Luis Roberto Rodríguez. El libro El petróleo como instrumento de progreso surge como una investigación más profunda de los trabajos de maestría que padre e hijo emprendieron en sus respectivos estudios de posgrado.



El economista Pedro Luis Rodríguez no figura entre quienes satanizan al petróleo. No dice que nunca se sembró –en alusión al editorial de Arturo Uslar Pietri- y tampoco forma parte de los que asumen como creencia que la abundancia en hidrocarburos es un ejemplo más de la maldición de la riqueza en recursos naturales porque genera inestabilidad económica y política en los países que la poseen.
“Hasta principio de los años setenta del siglo pasado si a cualquiera en el exterior le hubiésemos dicho que el petróleo es una maldición que nos cayó a los venezolanos, sencillamente nos hubiera respondido que estábamos locos o equivocados”, dice Rodríguez, coordinador académico del Centro Internacional de Energía y Ambiente del IESA.

“Hay que ver el desarrollo y la estabilidad que tuvo Venezuela. Éramos modelo en el mundo y eso se acabó cuando el mercado petrolero se hizo volátil. A partir de entonces se han tomado medidas erradas en el manejo de la renta petrolera”, agrega.

—Se crítica que el país viva de la renta petrolera, incluso hasta por parte del ministro de Planificación y Finanzas, Jorge Giordani.

—Siempre que se produzca petróleo se va a producir una renta y eso le pasa a cualquier país con algún recurso natural. Se llama rentismo, hay que asumirlo, pero el problema no está en la generación de esa renta sino en cómo se asigna y que se reparta de manera discrecional, porque se crean los incentivos para utilizarla como herramienta política, entregarla a las personas que apoyan al mandatario de turno y castigar a quienes no.

—¿Ese rentismo se exacerbó en el gobierno del presidente Hugo Chávez?

—Se exacerbó la discrecionalidad en el manejo porque una persona es la que firma el cheque y decide quién gana o quién pierde con los recursos que van al Fondo de Desarrollo Nacional y al gasto social que realiza Pdvsa.

—¿Se creó un presupuesto paralelo?

—Exacto, y esos recursos se administran de manera discrecional y sin ningún tipo de transparencia o rendición de cuenta, pero en cambio el control de los ingresos petroleros otorga poder. Si se tuviera una economía diversificada y un sector privado que pudiera brindar cierto contrapeso, entonces el poder de esa discrecionalidad estaría más limitado como en México.

—¿No es contradictorio que el ministro Giordani critique el rentismo y al mismo tiempo propicie el gasto del excedente?

—Creo que el ministro Giordani planteó las consecuencias del rentismo, pero no entiende muy bien cuáles son las causas y cómo manejar los recursos de manera responsable desde el punto de vista macroeconómico porque hay una absoluta discrecionalidad. No es una cuestión de políticos buenos o malos o comparar entre venezolanos y noruegos, ni tampoco decir que lo administramos mal porque somos venezolanos. Con la discrecionalidad que hay en el manejo de los recursos que vienen del petróleo, difícilmente se va a tener una política macroeconómica responsable, así pongan al Dalai Lama, a la Madre Teresa o al ministro Giordani.

—Pareciera que Pdvsa ha sido la menos beneficiada de la renta petrolera.

—Pdvsa, así como el Fonden, funciona como un mecanismo para aumentar la discrecionalidad en el manejo de los recursos porque una parte de la renta que se desvió a fondos extrapresupuestarios no fue a la inversión petrolera sino que se dirigió a las misiones, y en un año electoral se le encargó la Gran Misión Vivienda. Por eso hoy vemos como el Gobierno y Pdvsa se quedaron sin reales y con una producción petrolera en declive, incluso en 2012, según cifras extraoficiales.

—Se quedaron sin reales con un precio alto del petróleo.

—A diferencia de lo que ha ocurrido en el pasado, la devaluación y el paquetazo ocurren con un precio del petróleo en 107 dólares por barril, se gastó más de lo que fueron los ingresos y tenemos un sector petrolero que no es capaz de aumentar la producción. Al fin y al cabo, el Gobierno terminó de matar a la gallina de los huevos de oro.

—En el libro El petróleo como instrumento de progreso usted propone crear un nuevo fondo de ahorro. ¿Esa propuesta no resulta extemporánea si ya se gastó el dinero que vino del excedente de años pasados y hay riesgo de que Estados Unidos reduzca su importación de crudo?

—No cabe la menor duda de que desperdiciamos una gran ventana de oportunidades en la última década. La gran mayoría de países productores de petróleo aprovecharon las condiciones favorables del mercado para aumentar significativamente la producción y beneficiarse de lo que es el desarrollo de su sector petrolero industrial. Nuestros países hermanos de la OPEP en promedio aumentaron en 20% la producción desde 1998, pero Venezuela hizo todo lo contrario. Fuimos el único que cayó en niveles de producción de manera significativa. De cara al futuro, el petróleo de esquistos y shale gas o el de las nuevas tecnologías como trakking y la perforación horizontal plantean un escenario difícil para Venezuela y el hecho de que estos temas no se estén discutiendo es sumamente preocupante porque nos vamos a enfrentar con un escenario en el que Estados Unidos, que nos paga el precio de barril en su totalidad y puntualmente, de repente se está volviendo autosuficiente.

—Ese es un asunto que no lo aborda ni el Gobierno ni la oposición.

—No. Por eso hago la pregunta: ¿Estamos preparados para una caída importante en las importaciones de petróleo de Estados Unidos? Nosotros mismos hemos estado minando nuestro mercado más preciado y además Estados Unidos está aumentando la producción. En 2011 se incrementó en 750.000 barriles diarios y el año pasado en 840.000 barriles diarios.

—¿Ese hecho no puede asumirse como el fin del petróleo?

—No lo es. Hay un piso para la caída en los precios por este aumento de producción porque se trata de una tecnología que requiere alta inversión y cada barril que se produzca con ella es sumamente costoso, mucho más de lo que es la producción venezolana. Por el lado de la demanda, las proyecciones indican que los países emergentes como China y la India seguirán incrementando su consumo. Ciertamente en el mediano plazo pareciera que las dos tendencias van a llevar a un precio más moderado, pero difícilmente vuelva a un piso de 50 o 60 dólares por barril y, por tanto, los ingresos seguirán siendo importantes para plantearnos el petróleo como instrumento de desarrollo.

—Ibsen Martínez al final de su obra de teatro Petroleros suicidas pregunta: ¿Qué tiene el petróleo que envenena? ¿Venezuela está envenenada?

—En la portada del libro pusimos una imagen de Ulises atado a un mástil con unas sirenas. Nosotros decimos que los auges petroleros en Venezuela son como cantos de sirena porque son irresistibles, pero llevan al naufragio. Quizás Ibsen quiso decir algo similar en su obra de teatro, pero el petróleo también tiene la posibilidad de convertirse en algo distinto a un veneno. Más bien deberíamos preguntarnos: ¿A qué mástil nos atamos para aprovechar esos cantos de sirena sin llevar el barco al naufragio?

El instrumento del progreso 

Un fondo de ahorro como en Alaska

Pedro Luis Rodríguez y su padre Luis Roberto Rodríguez publicaron El petróleo como instrumento de progreso, editado por el IESA, en el cual más que hablar de “sembrar el petróleo” –como dijo Arturo Uslar Pietri- exhortan a “sembrar en el petróleo”. Una de las propuestas es la de crear un fondo de ahorro del excedente de los ingresos provenientes de la exportación de hidrocarburos, pero a diferencia de instrumentos similares que han aprobado en Venezuela en los últimos 35 años, esta vez se involucra directamente al ciudadano.
Recogen la experiencia del fondo petrolero de Noruega, que actualmente tiene acumulado 700 millardos de dólares y parte de esos recursos garantizan el sistema de pensiones y la seguridad social de un ciudadano de ese país, pero también el modelo que hay en el estado de Alaska.

“Desde 1982, entre 1.100 y 1.200 dólares se le ha entregado anualmente a cada ciudadano de Alaska”, recuerda Pedro Luis Rodríguez. “Es un suicidio político si un dirigente de ese estado dice que se cambiarán las reglas del fondo para utilizar los recursos en inversión social o en proyectos del estado”.

viernes, 1 de marzo de 2013

Nativos digitales: ¿qué hacer con ellos?

Patricia Monteferrante, profesora del IESA, asegura que la "generación net" no teme discutir abiertamente con su jefe cuando consideran que está equivocado. Publicado en El Universal, el 19 de febrero de 2013

Los nativos digitales también conocidos como generación Y, millennials, o generación net, son jóvenes entre 20 y 30 años aproximadamente, que están finalizando sus estudios universitarios, ingresando al mercado laboral o apenas viviendo sus primeros años de experiencia profesional. La incorporación de estos jóvenes al mercado laboral implica la convivencia de, al menos, tres generaciones en el escenario organizacional: baby boomers (48 a 66 años), generación X (34 a 47 años) y generación Y (20 a 33 años). Esta mezcla de personas con experiencias y valores diferentes es una fuente natural de desavenencias entre los integrantes de los equipos de trabajo.


El estilo de liderazgo es una de las grandes diferencias entre las generaciones que conviven en las organizaciones. Para los baby boomers, que han desempeñado su labor profesional en organizaciones jerárquicas y piramidales, el estilo de liderazgo se aproxima más al heroico, autoritario o paternalista. Los integrantes de la generación Y, acostumbrados a un mercadeo "uno-por-uno", prefieren jefes accesibles, comprometidos y justos, por ello se sienten cómodos con un estilo de liderazgo cercano, pero no paternalista. El respeto a la autoridad también constituye un elemento de conflicto entre las generaciones mayores y los más jóvenes. Para los baby boomers, y en menor medida para la generación X, la autoridad está asociada con los niveles jerárquicos de la organización. Sin embargo, para los nativos digitales, la noción de autoridad no está relacionada con la autoridad formal. La autoridad la posee una persona que es reconocida por sus habilidades y cualidades, por su aporte a la organización y a sus colaboradores. Esta generación no teme discutir abiertamente con su jefe cuando consideran que está equivocado.

La necesidad de balance entre la vida laboral y la vida personal es otro aspecto que enfrenta a las distintas generaciones. Los baby boomers trabajan duro y muchas horas; para ellos esto es un valor personal y la manera de demostrar su capacidad productiva. Mientras que los nativos digitales son extremadamente celosos de su espacio personal y, por ello, no permiten que sus labores profesionales lo invadan. Para esta generación, la flexibilidad del horario laboral y el trabajo por objetivos, son elementos clave para permanecer en una organización. El uso de algunas herramientas de Internet, como Facebook, Twitter, es también causa frecuente de conflictos generacionales en las organizaciones. Los nativos digitales, acostumbrados a estar constantemente conectados y acceder rápidamente a todo tipo de información, consideran la mensajería instantánea y las redes sociales herramientas de trabajo y espacios para compartir y enriquecerse. Para las generaciones mayores, estas herramientas son distracciones que atentan contra la productividad y la eficiencia organizacional.

La respuesta a la pregunta qué hacer con estos jóvenes, es, simplemente, integrarlos. Su llegada al mercado laboral es un hecho irreversible. La clave reside en capitalizar la interacción de los distintos grupos generacionales, y ello requiere necesariamente aceptar la diversidad.

Profesora del IESA
@pmonteferrante