martes, 30 de julio de 2013

Postergando la hora

Gustavo Roosen
El Nacional - 22 de julio de 2013

“El problema económico parece tener dos soluciones: una difícil y la otra fácil. La primera, hacer cambios profundos en el modelo; la segunda, que los precios del petróleo vuelvan a subir”. La reflexión es de Pedro Palma en un reciente artículo en el que dibuja el cuadro de recesión e inflación que amenaza con profundizarse en Venezuela. Habrá quien ponga su esperanza en la frase de Keynes (“Lo inevitable nunca sucede, siempre viene lo inesperado”), pero la acumulación de años de una política equivocada hace presumir, por el contrario, el agravamiento de una situación difícilmente sostenible, caracterizada por un peligroso desequilibrio fiscal, monetario, cambiario, escasez, contracción económica y alta y creciente inflación.

Con excepción de quienes insisten en ajustarse la venda ideológica, pocos ponen en duda el grave estado de nuestra economía. Las intenciones de rectificación no han logrado el objetivo anunciado de recuperación. Parciales y contradictorias, las medidas tomadas lejos de aclarar el panorama lo han vuelto más confuso. Hay más de una voz de mando. O ninguna. Terminan siendo medidas a medias, cargadas de excepciones, abiertas a la discrecionalidad. La falta de acuerdo aumenta el caos. La ilusión de control no pasa de una desfiguración de la realidad. La mano abierta de un llamado al diálogo no se compadece con el puño de las presiones o de la persecución. Los controles no han llenado los estantes, las subastas de divisas no han calmado la ansiedad del mercado ni afirmado el valor del bolívar, los índices de inflación siguen contradiciendo los anuncios oficiales, el desabastecimiento continúa afectando a los consumidores.

Los cambios profundos a los que alude Palma asustan a quienes deberían activarlos. Así sucedió también en el pasado, a finales de los ochenta, cuando el liderazgo político no se atrevió a asumir el costo de las medidas económicas consideradas indispensables y las dejó en manos de los tecnócratas. Sucedió después en 1996, cuando con la expresión “sólo Dios sabe lo que me ha costado tomar estas medidas” otra vez el liderazgo político traslucía su falta de convencimiento y compromiso. Ahora, cuando se hace indispensable pensar nuevamente en políticas económicas que detengan la caída, ¿en manos de quién estarán las decisiones? ¿De los llamados pragmáticos? ¿De los radicales? ¿De los doctrinarios?

Frente a la evidencia de los pobres resultados, la pregunta natural debería ser por las causas. ¿Es la orientación? ¿El equipo? ¿Ambos? El Gobierno insiste en la bondad de su orientación, pero mantiene los mismos equipos. ¿Tiene sentido? ¿Por cuánto tiempo? ¿Y si no es sólo el equipo sino su planteamiento de base? ¿Pueden convivir estrategias de mercado con la negación del mismo?

La difícil situación político-económica que atraviesa el país y la todavía más complicada que se anuncia han obligado a llamados más o menos abiertos al diálogo. ¿Sinceros o interesados, de largo alcance o circunstanciales, honestos o tramposos, nacidos de la convicción o inspirados en la conveniencia? Una condición para hacerlos creíbles debería ser, sin duda, cambios profundos en el equipo o en la estrategia. Lo contrario haría pensar en tácticas para ganar tiempo, señales distractoras para calmar ánimos. A las élites convocadas al diálogo no les está permitida la ingenuidad. Les corresponde aportar y exigir sinceridad y claridad en el tratamiento de la realidad. ¿Qué hacer para corregir el trabamiento cambiario, controlar la inflación, activar la economía y reducir la tensión social?

Quienes piensan que postergando las medidas necesarias están ganando tiempo, posiblemente lo estén perdiendo. Quienes calculan el costo de tomarlas, deberían también pensar en el precio, posiblemente mayor, de no tomarlas. La demora sustentada en cálculos políticos termina normalmente por desencadenar catástrofes en lo social y lo económico. Sería trágico que olvidáramos las lecciones del pasado y reincidiéramos en el error de postergar las decisiones necesarias o de camuflarlas con salidas ambiguas.

jueves, 18 de julio de 2013

Inflación fuera de control

Pedro Palma

El 3 de diciembre de 2012 publiqué en esta columna un artículo en el que planteaba que la desaceleración inflacionaria que se había operado ese año era artificial y no sostenible, y que no debía interpretarse la misma como el resultado de una exitosa política antiinflacionaria, sino más bien como un represamiento artificial y temporal de la inflación. Explicaba que ese fenómeno se había debido, entre otras circunstancias, a un recrudecimiento desproporcionado de los controles de precios, particularmente de los alimentos, y a unas masivas importaciones de productos de consumo con divisas subsidiadas y artificialmente baratas, circunstancias ambas, sin embargo, que no se podían mantener por mucho tiempo. Los controles de precios estaban condenando a productores y distribuidores a trabajar a pérdida o con márgenes muy bajos, lo cual, a su vez, se traducía en limitaciones a la producción y en crecientes desabastecimientos que a la larga presionarían los precios al alza. Por otra parte, los tipos de cambio oficiales de Cadivi y Sitme estaban profundamente distorsionados, pues se habían mantenido inalterados por largos períodos, a pesar de estarse materializando una inflación local muy superior a la externa; esto generaba una sobrevaluación creciente de la moneda que abarataba artificialmente la divisa. De allí que cada vez más se afianzara el convencimiento de que esos tipos de cambio preferenciales iban a ser ajustados en breve plazo.

Adicionalmente, el acentuado aumento de la tasa cambiaria en el mercado negro que ya se estaba produciendo, multiplicaba la apetencia por los dólares preferenciales, y las autoridades cambiarias se vieron obligadas a restringir el acceso a los mismos, lo que produjo una escasez creciente de moneda extranjera. Las expectativas de devaluación, la carencia creciente de divisas y el divorcio de los tipos de cambio oficial y libre generaban presiones inflacionarias, ya que los precios tendían a establecerse por los crecientes costos esperados de reposición.

Terminaba ese artículo diciendo: “En resumen, la impostergable revisión de los precios controlados, la esperada devaluación, el disparatado gasto público, la expansión monetaria y las distorsiones cambiarias existentes, harán que la inflación repunte en el futuro inmediato”. Esta predicción antagonizaba con las proyecciones oficiales, que ubicaban la inflación esperada de 2013 en alrededor de 14%. Desgraciadamente, la realidad nos dio la razón.

Lo que hemos visto a lo largo de este año, y particularmente durante los últimos meses, es la materialización de una inflación fuera de control. En efecto, durante el primer semestre los precios aumentaron en promedio 25%, y entre junio del año pasado e igual mes de 2013 la inflación a nivel del consumidor fue de 39,6%, y es muy probable que en el futuro inmediato esa inflación anualizada tienda a aumentar. Algo muy grave es la intensidad con que se han encarecido los alimentos, ya que en los últimos doce meses los precios de ese rubro experimentaron un aumento promedio de 57,5%, y es muy llamativo el encarecimiento de los productos agrícolas que ha llegado a ser de 75% en igual lapso. Esto ha hecho que sea el segmento más desposeído de la población el que más alta inflación padece, ya que el porcentaje del presupuesto que estas personas tienen que destinar a la adquisición de alimentos es muy elevado, lo que los hace particularmente vulnerables al aumento de estos precios.

Resulta muy preocupante observar la inacción y reticencia al cambio de rumbo en el manejo de la cuestión económica por parte del Gobierno. Pareciera que los responsables de dirigir al país no fuesen conscientes de la gravedad del problema inflacionario existente, y de los profundos desequilibrios que aquejan a la economía y que requieren urgente atención. De continuar las cosas así, alto será el precio que pagaremos todos los que aquí vivimos y aspiramos a una vida mejor.

martes, 16 de julio de 2013

Más ups que downs



Actualmente son muchos los jóvenes de mi edad (solo 26 añitos) que deciden salir del país a buscar nuevas opciones en el exterior y aunque considero que está también es una opción válida, soy de las que piensa que muchas veces es en la crisis en donde surgen las oportunidades.
Hace algún tiempo, tenía en la cabeza ese gusanito que te dice por dentro que eres un emprendedor, que tu ADN es distinto porque en la crisis ves oportunidad, porque buscas generar cambios positivos a tu alrededor todos los días y porque quieres salir a poner tu nombre en el mundo con algo generado por ti y para todos. 

Cerca de este tiempo, pasaban muchas ideas en mi cabeza pero era imposible decidir con cuál de ellas quería dejar mi pequeño aporte al mundo. En ese momento surgió la oportunidad de participar en el programa Emprende y era el momento de definir con cuál de ese tornado de ideas quería casarme (al menos por unos meses).

Recuerdo que me senté junto a una amiga (hoy mi socia), a poner todas esas ideas que teníamos en la cabeza sobre papel para definir cuál sería la mejor para trabajar durante los meses del programa, después de todo, si iba a trabajar un plan de negocios por tres meses, lo ideal sería hacer la tarea como si fuese real.

Luego de un largo brainstorming surgió una idea desde una necesidad que nosotras mismas teníamos y aunque la respuesta llevaba a dos comunicadoras en un viaje por la tecnología, decidí asumir el reto y dedicar los próximos meses a “resolver el problema” de los pagos en Internet. 

Durante la próximas semanas y a medida que avanzaba el programa, me dedicaba a investigar con personas de tecnología y de cualquier otra área, sobre este proyecto y su viabilidad. En las primeras semanas revisando cifras para poder enviar mi tarea, descubrí que los números avalaban que habíamos encontrado un espacio de oportunidad y un mercado que atacar.

Cada domingo a las 11:59 PM mi tutor debía tener mis avances en su correo, lo que me dejaba siempre toda la semana para investigar y todo el domingo para correr a darle sentido a mi investigación. Algunas áreas del plan de negocios eran más complicadas que otras, pero sin duda, semana a semana descubría nuevas aristas de mi negocio y le iba dando una forma plasmada en letras que se convertiría en mi más fuerte herramienta de ventas, conocimiento a plenitud del negocio. 

Al terminar el programa y presentar, recuerdo que aún no sabía si ejecutaría el proyecto o no, el día de la presentación final en el IESA, no solo salió bien, sino que al ser evaluado por un jurado el proyecto quedó en 2do lugar entre todos los proyectos. Creo que quizás esa, fue la primera validación, para sentir que no debía engavetar esta idea. 

Al poco tiempo asistí también a otro evento: Global Start Up Weekend, en donde entre muchos proyectos nuevamente esta idea fue elegida para ser trabajada por un equipo de trabajo durante todo el fin de semana con la ayuda de expertos mentores. Fue en ese fin de semana en donde conocí a mi desarrollador y hoy Dir. De Tecnología, quien se entusiasmó tanto con el proyecto que me dijo que formalmente quería incorporarse al equipo. Días después tuve un viaje, pero la idea de que el proyecto tenía aceptación ya había calado en mí y solo quedaba tomar ese salto valiente de perseguir esa idea que emociones en ti.

En enero de este año mi amiga, que estuvo desde el principio del proyecto, el desarrollador que conocí en el Start Up Weekend y un amigo con que el veníamos trabajando decidimos que no había vuelta atrás, que era el momento de dar ese salto de fe e ir detrás de lo que nosotros creíamos. Tres de cuatro emprendedores, dejamos nuestros trabajos y decidimos dedicarnos a la empresa, sabiendo que tenemos para ejecutar, el tiempo que nos duren las tarjetas de crédito pero con todas las ganas y esfuerzo que se ponen cuando sabes que no tienes otra opción más que hacerlo bien.

Estos meses de planificación, contactos, investigación y desarrollo hemos tenido ups and downs pero sin duda han sido mucho más los ups y a veces nos preguntamos ¿Por qué? Si escuchamos tantas historias de los primeros downs de los emprendimientos, para nosotros la respuesta es la preparación previa, gracias a la que hemos disminuido los riesgos y aumentado considerablemente nuestras probabilidades de éxito.

Uno de los ups más grandes, vino como resultado de participar en el programa Emprende, cuando ya, a algunos meses de trabajo y con tarjetas de crédito a reventar, decidimos comenzar la búsqueda de financiamiento y justo en ese momento recibimos una llamada por parte del IESA en la cual nos dicen que un banco sacó un nuevo producto y estaban interesados en otorgar créditos a emprendedores y el programa Emprende le hizo llegar nuestro plan de negocios (entre otros) y a ellos les gustó el nuestro para una segunda etapa.

Hoy estamos a pocos días de recibir este crédito que se convierte en el más grande de impulso de nuestra empresa hasta hoy, finalmente y luego de mucho trabajo, pero también el apoyo de muchas personas que han creído en nosotros, dentro de pocos meses estaremos finalmente en el mercado venezolano presentando una solución para comercio electrónico, pero sobre todo apostando por el desarrollo económico del país, demostrando que hoy en Venezuela se puede emprender y que la preparación aumenta las posibilidades de que los emprendimientos tengan más ups que downs.  

Danhalit Zamalloa

viernes, 12 de julio de 2013

De presupuestos y autonomías

Gustavo Roosen

Si algo ha hecho especialmente difícil la solución del conflicto universitario es la diversidad de los enfoques: presupuestario, salarial, de instancias y competencias, ideológico o principista.
Nadie pone en duda el peso de la educación superior en el presupuesto global del sector (más de 40%); tampoco el enorme deterioro del salario de un profesor universitario (apenas 40% del salario real de 2007 y uno de los más bajos de América Latina); ni la elevada proporción del presupuesto comprometido con la nómina y el peso creciente del renglón jubilados (hasta dos terceras partes del total). Con toda razón, sin embargo, el reclamo insiste en otros aspectos: el desconocimiento de las autoridades universitarias y de las asociaciones de profesores como actores importantes en el diálogo, la desnaturalización de la relación de trabajo con la firma de un contrato colectivo en el que se erige un nuevo patrón, la pretensión de incorporar a una discusión presupuestaria definiciones y compromisos ideológicos que atentan contra la autonomía universitaria y la pluralidad de pensamiento. Plantear el reclamo sólo o especialmente en términos presupuestarios resulta, por lo mismo, equivocado, y hace juego a la estrategia oficial que, tras ese argumento, intenta pasar condicionamientos ideológicos.

El acento en el presupuesto obliga a distinguir la autonomía académica y la financiera. Lograr el ideal de su confluencia haría suponer la voluntad del Estado de garantizarlas o la capacidad de la universidad para generar sus propios ingresos. Establecer los límites en esta discusión permitiría evitar la trampa de quien pudiera estar dispuesto a sacrificar la autonomía académica para garantizar la salud financiera o, la más grosera y evidente, de quien escondiera la intención de atentar contra la primera con el chantaje de asegurar la segunda.

La autonomía financiera es, desde luego, una aspiración difícilmente sostenible para una universidad pública. De allí que más que pretender convertir a la universidad en una empresa rentable se trata de buscar estrategias para garantizar el autogobierno en lo académico y en lo administrativo. Más que de autonomía financiera es preciso hablar, entonces, de sostenibilidad, de viabilidad financiera, objetivo difícil de lograr sin una política de racionalización del gasto e incremento del ingreso.

Buscar una forma de autosuficiencia financiera como una de las condiciones para proteger la autonomía académica pasa por un proceso de renovación de las universidades que, en estos tiempos, obliga a repensarlas de manera global y a considerar la ruptura del concepto tradicional del campus para abrirla al mundo de las redes. No son pocas las universidades –y la tendencia es creciente– en las cuales el porcentaje de estudiantes en la red es mayor que en las aulas.

La sostenibilidad financiera no es el único espacio en el que debe darse la modernización de las universidades. Pensando en ella, sin embargo, son muchas las medidas posibles. En el libro Educación para trasformar el país, del Foro Cerpe, Leonardo Carvajal sugiere algunas: generar ingresos propios por asesorías o producción de tecnología, reducir la extensión de muchas de las carreras a cuatro años abriendo la oferta para la especialización, utilizar mejor los espacios y los recursos trabajando más semanas al año con un sistema de turnos, evitar la carga de los repitentes consuetudinarios, aplicar sistemas nacionales y regionales de evaluación y acreditación de los programas, fomentar la integración de las universidades en redes regionales para optimizar el uso de los recursos, apelar a la solidaridad intergeneracional mediante la contribución obligatoria de los egresados y de sus empleadores, reducir la nómina administrativa, extender los años de servicio necesarios para la jubilación, establecer un sistema de remuneración variable en función de la generación de resultados y de los aportes al conocimiento. Ideas para estudiar.

De inmediato, lo que persiste es el conflicto. Su solución, está visto, exige un diálogo sincero, afirmado en el respeto mutuo y un concepto global de autonomía.

jueves, 11 de julio de 2013

Diálogo con propósito

Gusvao Roosen

Cuando desde tantos frentes se apela al diálogo, no está demás recordar su naturaleza. El diálogo, en efecto, no es un fin sino un medio. Como tal, para hacerlo eficaz es preciso, entre otros requerimientos, darle sentido, cargarle de propósito, además de fijar sus alcances, establecer las reglas y los límites, analizar con realismo qué se puede esperar de él, cuánto vale la pena promoverlo. Esto es lo que ha hecho Conindustria en su reciente congreso anual, celebrado bajo el lema “Diálogo para un futuro productivo”.
Visión Venezuela Industrial 2025, el documento central del encuentro, es, como dice su texto, “una carta abierta a toda la sociedad”, además de “una mirada al futuro con convicción, compromiso y optimismo”. En él se sugieren políticas públicas concretas y se definen acciones obligantes para los empresarios e industriales. Unas y otras deben verse como recomendaciones para retomar la senda del crecimiento del sector manufacturero, seriamente afectado por lo que Carlos Larrazábal, hasta hace unos días presidente de Conindustria, no ha dudado en llamar “política de cerco”, cuyo resultado ha sido el para todos visible debilitamiento de la capacidad de producción nacional y de su sector manufacturero.

El cuadro no puede ser más gráfico. De una participación de 17,4% del PIB en 1998 se ha pasado a 13,9% en 2012, lo que marca un retroceso a los niveles de 1973. De 11.000 empresas registradas en 1998 se ha caído a cerca 7.000, es decir, a cifras de hace 5 décadas. Tan grave como la reducción en el número de las empresas ha sido el paso de un sector manufacturero muy integrado localmente y con un alto valor agregado nacional a otro con alta dependencia de insumos importados.

El documento de Conindustria se pregunta qué puede aportar la industrialización al proceso de desarrollo y se responde con una lista de compromisos, resumidos por Larrazábal en su discurso al congreso: reducir la dependencia de las importaciones y expandir los mercados para la producción nacional; maximizar el potencial de generación de empleos dignos; convertir las industrias en centros de capacitación y preparación para el trabajo; promover espacios de diálogo para la renovación del pacto social entre los factores involucrados en el desarrollo productivo, con énfasis en los trabajadores; procurar condiciones que soporten la competitividad sobre la base de nuevas inversiones y mejoramiento en la productividad; asumir un rol estelar en la activación del emprendimiento, el mejoramiento continuo y la adopción de los estándares de tecnología más elevados; trabajar con las instituciones financieras para disponer de esquemas de financiamiento que potencien el proceso de industrialización; lograr una industria manufacturera sólida, que aporte a la recuperación y fortalecimiento del sector petrolero como palanca de progreso, y contribuir al desarrollo de un sector público eficiente.

La recuperación del sector industrial pasa por la asunción de estos compromisos, pero también por un gran acuerdo para procurar la concertación con el sector laboral, promover la competitividad y un conjunto de políticas públicas sin las cuales naufragaría cualquier intento aislado de recuperación. Las 13 propuestas definidas en el documento empresarial dan sentido al diálogo y lo enriquecen.

Es hora de reconocer que el sector manufacturero sigue siendo esencial para Venezuela, más cuando se considera que no somos una economía de servicios y cuando se observa la magnitud de los retos que debe enfrentar la industria petrolera, vistos entre otros factores los importantes avances anunciados o ya registrados en este terreno en países del continente como México, Brasil, Colombia, Canadá y Estados Unidos, o la progresiva recuperación de producción en otros como Irak y Libia.

El diálogo en torno al desarrollo del sector industrial se hace cada día más apremiante. Importa el tono, la claridad en los objetivos, la honestidad y la concreción en políticas y acciones eficaces.

martes, 9 de julio de 2013

Coloquio sobre política económica

Pedro Palma

La semana pasada tuvo lugar un coloquio en la Academia Nacional de Ciencias Económicas (ANCE) sobre la política económica venezolana, titulado "Tiempos de cambio".

En ese interesante encuentro se presentaron trabajos en los que se analizaron distintos aspectos relevantes de la evolución y la realidad económica del país, estudiándose la cuestión petrolera, fiscal, cambiaria, de política monetaria y banca central, la situación institucional y su impacto económico, la cuestión laboral y de remuneraciones, la crisis agroalimentaria, la inflación y la escasez, y las realidades de integración regional.

De ese ejercicio multidisciplinario, llevado a cabo por varios académicos de esa corporación y por destacados profesionales invitados, se concluyó que aquellas esperanzas de transformación y mejora que se crearon a fines del siglo pasado con el cambio político que entonces se dio, no se materializaron, frustrándose los anhelos de muchos que esperaban ver importantes mejoras en la calidad de vida de los venezolanos. Por el contrario, el deterioro de múltiples indicadores de bienestar, a pesar de la prolongada bonanza petrolera que se materializó en la última década, demuestra que la profundización de las erradas e ineficientes políticas económicas tradicionales, combinadas con la imposición de un socialismo caduco e irreal, y la implementación de erradas políticas fiscales, monetarias, cambiarias, regulatorias y de controles desproporcionados, han desestimulado el trabajo y la inversión, han incrementado la dependencia de la renta petrolera, y han impedido el desarrollo de un sistema productivo diversificado, pujante y competitivo, generador de abundantes empleos permanentes y bien remunerados, que hubiesen contribuido de forma decidida al abatimiento de la pobreza y al logro de un desarrollo sostenido.

De allí que entre las conclusiones centrales de ese coloquio, resumidas en el comunicado presentado por la ANCE a la nación, está la imperiosa necesidad de acometer profundas reformas estructurales que reviertan múltiples medidas de política económica, que modifiquen el marco legal y regulatorio existente, y que saneen una variedad de instituciones esenciales para el buen funcionamiento de la economía, haciéndose necesario, entre otras cosas: la implantación de un sistema eficiente que promueva la iniciativa privada; la concentración de la actividad pública en el mejoramiento de los servicios públicos y en la administración eficiente de las atribuciones propias del Estado, como seguridad y defensa, administración de justicia, etc.; el restablecimiento de la autonomía del BCV en el manejo de las políticas monetaria y cambiaria; la aplicación de una política fiscal que priorice el gasto de inversión, e impida su financiamiento con emisión monetaria o a través de la manipulación del tipo de cambio; la implementación de una política cambiaria dinámica y competitiva; el desmantelamiento de los controles de precios, tasas de interés y acceso a la moneda extranjera; la flexibilización del mercado laboral; la implementación de una política de integración económica que promueva el desarrollo productivo nacional; el fortalecimiento de la educación de calidad, la investigación científica y la capacitación de la fuerza laboral; y, la instrumentación de políticas sociales orientadas a capacitar a los menos favorecidos, dotándolos de los medios necesarios para lograr una mayor equidad y mejora en la calidad de vida.

Con estas propuestas la ANCE busca, no sólo aportar ideas para manejar los graves problemas que hoy nos aquejan, y para lograr una Venezuela mejor que se traduzca en beneficio y progreso de todos los venezolanos, sino también promover el debate y el cruce de ideas, con la finalidad de que se alcance el consenso necesario para definir el camino que debemos seguir para la consecución del progreso y el desarrollo sustentable.