miércoles, 25 de septiembre de 2013

El gran tema olvidado

Gustavo Roosen
El Nacional - 16 de septiembre de 2013

El gran tema olvidado no es otro que el de la educación. ¿Cuáles son, de hecho, las preocupaciones de nuestra sociedad a las puertas del nuevo año escolar? La de las autoridades -en el mejor de los casos- adecuar las instalaciones, programar el calendario escolar, asegurar la dotación de materiales. La de los padres, cubrir los costos de matrículas, uniformes y útiles escolares. 

La de los maestros, la resolución de los conflictos pendientes y la asignación efectiva de recursos. Y de la pertinencia y calidad de la educación, ¿quién se preocupa? ¿Quién de la formación y actualización de los maestros, del reconocimiento y dignificación de su función? Parecería que el tema de la educación no es motivo de preocupación para los venezolanos. Reducido al ámbito de ministerios, escuelas, universidades, sindicatos o asociaciones, ha dejado de interesar a la comunidad como algo trascendente y ha pasado a mostrarse sólo de tiempo en tiempo como espacio de conflicto. 

Abrumados por los problemas, hemos desatendido lo que debería verse precisamente como su origen y su solución. Nadie, en efecto, pondría en duda la importancia de la educación para combatir la desigualdad. La apertura de oportunidades de una educación de calidad para todos es -se ha comprobado- el mejor camino para avanzar en los propósitos humanos de justicia e igualdad. 

No ocuparse de ella es alimentar la desigualdad. No importa dónde se ponga el acento, la importancia capital de la educación se hace siempre presente. ¿No depende, en efecto, de ella la formación para el trabajo, la calidad profesional, la productividad, la generación de conocimiento, la innovación? ¿No son las deficiencias en el sistema educativo las que explican en buena parte la falta de capacitación, el desempleo y el empleo informal? Ni qué decir del ámbito humano y social, de la formación para la vida, para la responsabilidad, para los valores de dignidad y honestidad, para el ejercicio de la libertad y de la solidaridad, para el entendimiento y la cooperación. 

¿Qué está fallando en nuestra educación que vemos con alarma el crecimiento de la deserción escolar, del embarazo precoz, de la presencia de los jóvenes en los índices de criminalidad? El círculo se cierra: educación de escasa calidad, empleo de escasa calidad, ciudadanía de poca calidad, democracia de poca calidad. Cualquier momento debería ser bueno -pero especialmente el inicio del año lectivo- para poner atención a los problemas que arrastra nuestro sistema educativo, pero sobre todo para pensar y trabajar en los elementos claves de una educación de calidad, en la actualización de métodos y contenidos, la capacitación docente, la recuperación de la figura del maestro y su reconocimiento social, la integración de la comunidad educativa y su participación. Se trata de rescatar el tema de la educación del conflicto inmediato y de ubicarlo en el plano de trascendencia que le corresponde. 

No es una tarea sólo de los educadores, aunque ellos deberían ser sus primeros impulsores; tampoco sólo de las familias ni de los estudiantes, ni sólo de las autoridades. La educación pertenece a la sociedad. No puede estar en manos de los partidos, ni de los sindicatos, ni de las apetencias ideológicas de control. La sociedad, sin embargo, no parecer estar dispuesta a darle la importancia que merece. La educación ha perdido espacio en la atención del ciudadano e, incluso, en el discurso político. Sería indispensable que estuviera presente en la voz de los líderes. 

Si es su función hacer que la sociedad se ocupe de los temas fundamentales, la educación debería tener en su agenda posición privilegiada. Los países que han prosperado son aquellos en los cuales la educación ha sido asumida de verdad como una prioridad, no como un entusiasmo momentáneo ni una declaración electoral oportunista, sino como una política nacional consensuada y permanente. Levantar la bandera de una mejor educación, universal y de calidad es una obligación de la sociedad y una señal de su lucidez.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Legalización del mercado paralelo

Pedro Palma
El Nacional - 9 de septiembre de 2013



La modificación de la Ley de Ilícitos Cambiarios, con el fin de legalizar el funcionamiento del mercado paralelo de divisas, enmendaría el grave error cometido en mayo de 2010, cuando se prohibieron las transacciones cambiarias realizadas en el mismo, transformándose éste en un mercado negro. Como siempre ocurre, esa prohibición no impidió que dicho mercado siguiera funcionando y, que a la larga, se operara en él un encarecimiento desproporcionado de la divisa.



Esto ha creado una enorme disparidad entre los tipos de cambio libre y oficial que causa severos problemas. Uno de ellos es la creciente ineficacia del control cambiario, ya que el anhelo por las divisas preferenciales artificialmente baratas genera corruptelas y asignaciones indebidas de las mismas, lo que se traduce en una escasez creciente de dólares para la realización de importaciones necesarias. Otro problema que se produce es la exacerbación de las presiones inflacionarias porque los precios tienden a establecerse por los costos esperados de reposición, los cuales, a su vez, están muy influidos por la tasa de cambio libre.

La corrección de estos problemas y distorsiones, o al menos su mitigación, exige como condición necesaria, más no suficiente, la normalización de operaciones en el mercado libre, buscando con ello la reversión de la tendencia alcista de la tasa de cambio paralela y la reducción de la brecha entre los tipos de cambio. Para ello hay que actuar sobre las dos fuerzas que intervienen en ese mercado, es decir la oferta y la demanda de divisas.

En cuanto a la oferta, se requiere modificar la normativa cambiaria vigente con el fin de permitirle al Banco Central de Venezuela y a otras organizaciones públicas y privadas vender divisas en ese mercado. A tales fines es necesario mejorar el flujo de caja de Pdvsa para que pueda disponer de una mayor cantidad de moneda extranjera que le permita, entre otras cosas, incrementar su venta de dólares al BCV y vender parte de sus divisas directamente en el mercado libre. Para ello es fundamental, entre otras cosas, suspender las transferencias de divisas que tiene que hacer al Fonden y a otros fondos que financian gasto público, reducir sus cuentas por cobrar y minimizar las ventas de petróleo subsidiado a otras naciones.

Adicionalmente, hay que suspender las transferencias de reservas internacionales del BCV al Fonden y permitirle a los exportadores no tradicionales vender sus dólares en el mercado libre, lo cual se podría traducir en un fuerte incentivo a la producción de bienes transables. También convendría legalizar la venta de divisas en ese mercado por parte de empresas foráneas que prestan sus servicios en el país y que reciben sus pagos en moneda extranjera, así como legalizar la libre actuación de otras empresas y de personas naturales.

En cuanto a la demanda, es fundamental limitar la cantidad de dinero que se puede canalizar hacia ese mercado, para lo cual hay que hacer esfuerzos permanentes con el objetivo de racionalizar las finanzas públicas a través de la limitación del gasto y del endeudamiento, así como de la sinceración de las tarifas de los servicios públicos y de los precios de los bienes producidos por el Estado, la gasolina entre ellos.

Adicionalmente se necesita implementar una política monetaria restrictiva que esterilice buena parte de la enorme liquidez excedente que tiene la banca y elimine la monetización del gasto público deficitario, minimizando el financiamiento del BCV a empresas públicas. También hay que actuar con decisión en la lucha contra la inflación y en la creación de un clima propicio para la actividad económica privada, lo cual reduciría la avidez por adquirir dólares como un mecanismo de protección y defensa del patrimonio.

Como se ve, no sólo basta con legalizar el mercado paralelo. Hay que complementar esa acción con muchas otras medidas para lograr los objetivos deseados.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Ingenuos y radicales

Ramón Piñango
El Nacional - 10 de septiembre de 2013

En los medios se aprecian dos posiciones opositoras diferentes ante la realidad política del país. Para unos, vivimos una circunstancia lamentable, preocupante, consecuencia de un mal gobierno durante catorce años, gobierno que podemos sustituir mediante unas elecciones normales, con el apoyo de las mayorías. 

Para otros, el desastre es mayúsculo, producto no sólo de un mal gobierno sino muy especialmente del sostenido esfuerzo para implantar un Estado comunista, lo cual ha mermado la libertad de los ciudadanos, incluyendo la libertad de expresión; por tal razón, el régimen no saldrá tranquilamente del poder en limpias elecciones. Según los primeros, la radicalidad de los segundos constituye un obstáculo para el triunfo electoral. Para los segundos, la ingenuidad de los primeros conduce a la pérdida definitiva de la poca libertad que aún nos queda y al desastre final.

¿Les creemos a los ingenuos o a los radicales? Abundan los  argumentos a favor de cada una de esas posiciones opositoras. 

Quienes defienden a capa y espada la salida electoral –por lo que hay que hacer que la gente vote el 8D– esgrimen que ya ensayamos recursos como el paro, las guarimbas, la abstención en las elecciones parlamentarias; que hemos avanzado significativamente elección tras elección, que casi ganamos o ganamos en las elecciones de abril, que el deterioro de Maduro y su gobierno cada vez tiene más rechazo, que cualquier otra salida conduce al oscuro camino de la violencia.

Quienes creen que hay que explorar otros caminos distintos del electoral plantean que los gobiernos de vocación comunista a la cubana carecen, por definición, del talante democrático para aceptar resultados electorales desfavorables, que así lo demuestra la historia, que es tal la degradación del país en todos los ámbitos que no puede esperarse más o el hundimiento será total y la recuperación tomará décadas de sacrificios. En consecuencia, afirman que el enfrentamiento directo es lo que puede hacer desistir al régimen de sus avances dictatoriales.

Si algo está lleno de ejemplos y contraejemplos es la historia. Por eso no se pueden tomar las apreciaciones y prescripciones políticas como verdades absolutas o infalibles recetas claramente respaldadas por la experiencia. Cada una de las posiciones señaladas tiene aristas dignas de ser tomadas en cuenta. Por ejemplo, los avances electorales son innegables, pero ello no significa que un futuro triunfo vaya a ser reconocido o, lo que es más importante, que será defendido con contundencia por el liderazgo opositor actual. Esta desconfianza está basada en un hecho tan histórico como el inoportuno paro de 2002. Por otra parte, creer que el enfrentamiento directo, posiblemente violento, inmediatamente y sin mayores consideraciones, precipitará la caída del régimen suena tan ingenuo como creer que mansamente saldrá por elecciones.

Lo que está escrito es que cada circunstancia histórica trama sus propias condicionantes a la acción humana y ofrece salidas no siempre obvias ni visibles. Por eso hay que insistir en que si bien debe trabajarse para el triunfo en las elecciones del 8D, debe prepararse su defensa efectiva ese mismo día y los días subsiguientes. Si parte del electorado opositor –y no parecen ser pocos– desconfía de esa defensa es porque vio lo ocurrido en abril, y, además, es consciente de que estamos ante un régimen de nula vocación democrática, cuyo modelo es Cuba.

Para asegurar que la población opositora vote masivamente el 8D hay que convencerla de que el voto será defendido con algo más que palabras y que servirá para detener el avance totalitario del régimen, porque de esas elecciones se derivarán acciones efectivas que nos llevarán a un país efectivamente democrático.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Semejanzas y consejos

Pedro Palma
El Nacional - 26 de agosto de 2013

Recientemente llegó a mis manos la transcripción de un extraordinario discurso pronunciado por el doctor Guillermo J. H. Mizraji, destacado jurista argentino, quien fue invitado a pronunciar el discurso de orden durante el acto de grado la de Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, celebrado el 12 de julio pasado. Además de dar una seria de recomendaciones a los graduandos sobre lo que deberá ser el ejercicio de la profesión y los principios y valores que siempre deberán guiarla, el profesor Mizraji dedicó buena parte de su discurso a hacer un análisis crítico sobre las realidades que hoy se viven en ese país. Por considerar que sus precisas y contundentes apreciaciones bien se pueden aplicar a Venezuela y podrían contribuir a la formación de conciencia de muchos compatriotas, me permitiré reproducir algunas partes de esa excelente pieza de oratoria.

Les decía a los recién graduandos: "Una sociedad los espera ansiosa, preocupada, golpeada por la inseguridad, la educación menoscabada, la censura, el patoterismo. Lo que hasta ayer preocupaba, hoy desespera. Quizás nunca como ahora el futuro de la Patria dependa de quienes tengan por oficio o profesión el deber de remediar injusticias. Quizás nunca como ahora nuestro futuro dependa de la justa elección que sepamos hacer entre el temor y la esperanza, el acierto y el error, la ventura y el riesgo." Continuaba Mizraji: "Vivimos momentos de confusión.

La perversión del orden constitucional a la que esta mos asistiendo aspira a coronarse con la desarticulación del papel actual de la Corte Suprema.

"El populismo `cala hondo’.

Manipula al pueblo para satisfacer al caudillo de turno.

Pre tende una sociedad sin contradicciones, sin disenso, sin pluralidad. No ama la democra cia, la soporta. En el populismo siempre molesta la división de poderes, la alternancia política, la independencia de la justicia. Inyecta pereza en el pensamiento, se atrofia la lógica.

"Jóvenes colegas, nos toca vivir días implacables. Percibimos que somos parte de un país donde se auspicia la ignorancia, reaparecen los fantasmas del desabastecimiento, de la carencia de seguridad, de la inflación cínicamente negada, de la imposibilidad de brin dar a los más carenciados un servicio de salud que les permita sentir la vida con opti mismo en esta Patria pensada como tierra de promisión y futuro. A ello se suma, como el Leviatán descripto en el libro de Job, la ya endémica corrupción que desprecia la ley e instaura el culto al coraje. Representado en la llamada "viveza criolla", la trapisonda, el exhibicionismo farandulesco con declaraciones retóricas y declamaciones vacías que conllevan promesas incumplidas".

Terminaba sus palabras invitando a sus nuevos colegas a defender la justicia y la República, diciéndoles: "Defiendan la justicia por sobre todas las cosas, desde cualquier ámbito en el que ejerzan la profesión. El término `justicia’ no debe confundirse con `caridad’. La justicia entra en la jurisdicción del Estado, es ciega y trata a todos los hombres de manera igual. Si la jus ticia se sometiese al poder político, todos nosotros terminaríamos al servicio de un amo y ya no de la ley. Una nueva servidumbre se habrá perfilado. Aristóteles enseñaba que los gobiernos se disuelven principalmente por las transgresiones de la justicia.

"Defender la República implica exigir: 1) Periodicidad en los cargos públicos; 2) Publicidad de los actos de gobierno; 3) Prohibir los gastos reservados; 4) Responsabilidad de los funcionarios; 5) Soberanía de la ley; 6) Pleno ejercicio de la ciudadanía; 7) El respeto por las ideas opuestas; 8) La idoneidad en los cargos públicos; 9) Exigir la separación de poderes".

Sabias palabras las del doctor Mizraji, escritas para sus compatriotas, pero aplicables cabalmente en nuestro país debido a las similitudes de las realidades políticas y económicas que vivimos. Ojalá estos consejos sean escuchados allá y aquí.