Pedro Palma
El Nacional - 04 de noviembre de 2013
El 20 de octubre pasado falleció Lawrence R. Klein, uno de los economistas más influyentes del siglo XX y ganador del Premio Nobel de Economía de 1980, quien no solo hizo aportes importantes a la teoría económica y a la aplicación de las matemáticas y la estadística al análisis económico, sino que fue pionero en el desarrollo y aplicación de modelos econométricos a la predicción del comportamiento económico bajo diferentes escenarios y supuestos. Con razón se le conoció como el padre de la econometría aplicada, habiendo desarrollado los primeros modelos predictivos de la economía norteamericana, que después sirvieron de base para el desarrollo de complejos modelos predictivos de diferentes economías, tanto del mundo industrializado como de países emergentes.
Desde su cátedra en el Departamento de Economía de la Universidad de Pennsylvania en Filadelfia, donde ostentaba el título de Benjamin Franklin Professor, la máxima distinción académica de esa universidad reservada a muy pocos profesores de esa casa de estudio, Klein fue mentor y guía de una pléyade de economistas de las más diversas procedencias, quienes desarrollaron modelos econométricos de las economías de donde eran oriundos y aplicaron esos instrumentos para predecir el comportamiento de estas economías, o para determinar cómo reaccionarían las mismas ante cambios en las políticas económicas que en ellas se implementaran.
Fue el creador de Wharton Econometrics Forecasting Associates (WEFA) un centro de predicción económica adscrito a la conocida escuela Wharton de la Universidad de Pennsylvania, que ofrecía servicios de asesoría macroeconómica a diversas organizaciones públicas y privadas, y que fue pionera en la prestación de ese tipo de servicios a nivel mundial. También fue el creador y director principal del Proyecto Link, un grupo académico de profesionales de la economía adscrito a la Universidad de Pennsylvania y auspiciado por las Naciones Unidas, integrado por economistas internacionales que habían desarrollado modelos econométricos de sus respectivos países, con la finalidad de utilizar estos instrumentos de análisis para la estimación de predicciones económicas mundiales. Tuve el honor de ser invitado por Klein a formar parte de este grupo a comienzos de los años ochenta y ulteriormente a ser miembro de su comité ejecutivo, lo cual me dio la oportunidad de interactuar con destacados colegas del mundo entero, y entrar en un estrecho contacto con quien había sido mi maestro y guía durante mis estudios de doctorado en la Universidad de Pennsylvania. De esa vinculación nació una estrecha amistad que se mantuvo y acrecentó durante muchos años, pudiendo así palpar mucho más de cerca las extraordinarias condiciones humanas que él poseía. A pesar de su brillo y genialidad, reconocidos y admirados por todos los que lo conocíamos, era una persona de gran modestia, bondad y generosidad, siempre dispuesto a ayudar y a dedicarle su valioso tiempo a cualquier persona que se le acercara en búsqueda de su orientación y sapiencia.
Como viajero incansable que era atendiendo las múltiples invitaciones que le hacían desde todos los lugares del orbe para dictar conferencias o para participar en eventos académicos, estuvo entre nosotros en tres oportunidades invitado por Cordiplan y por el IESA para participar en sendos foros donde se analizaron las perspectivas económicas mundiales.
Curiosamente, el lunes 21 de octubre pasado, cuando se estaba dando inicio a la reunión semestral del Proyecto Link en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, nos enteramos de su deceso ocurrido pocas horas antes, noticia que nos llenó de nostalgia a todos los que habíamos compartido con él en tantas gratas ocasiones.
Para mí ese fue un momento particularmente triste, pues no sólo se había ido el maestro del que tanto aprendí, sino también el amigo a quien tanto aprecié.