Es inevitable. Los ojos de parte importante del país se centran en la salud del presidente Chávez. Los ojos de quienes lo apoyan y que con él han compartido el poder y los ojos de quienes se le han opuesto y aspiran a desplazarlo del gobierno. Es natural que así sea, porque Hugo Chávez ha sido el personaje eje del país y su cotidianidad por más de una década. Para bien o para mal ha sido y es el punto de referencia de quienes tratan de entender al país o de quienes han tenido o tienen que decidir asuntos tan importantes como invertir aquí o emigrar para vivir en otras sociedades. Toneladas de papel, incontables horas de radio o televisión han tenido como foco de atención la figura de Chávez. Él quiso ser la figura eje del país y lo logró. Figura eje para quienes lo aman y para quienes lo odian. Él ha sido la esperanza de los pobres, al mismo tiempo que culpable de todos los males, según la opinión de sectores medios y altos.
Chávez no ha compartido su rol estelar con nadie. Esa ha sido su fortaleza durante largo tiempo.
Y ahora, por la misma razón, su enfermedad lo hace dramáticamente frágil y pone en claro peligro su causa política. Nadie puede negar hoy lo incierto del destino de Chávez, pero también es incierto el destino del chavismo y el de la oposición. Si la salud del Presidente se deteriora, llegó la hora de ver si es posible eso del chavismo sin Chávez, y de la misma manera si seguirá siendo válida la estrategia opositora centrada, por razones importantes, en las elecciones del próximo año.
La desaparición de Chávez de la escena nacional o el serio debilitamiento de su presencia producen automáticamente la aparición, como actores de primera línea, de personajes que han actuado de manera muy modesta o solapada, y otros pasarán a un segundo plano. Pero no será sólo asunto de personajes. El guión político del país cambiará. De hecho, ya comenzó a cambiar. En los últimos días apareció con fuerza el tema militar y con él, el de los golpes de Estado. Hay quienes hablan de eso abiertamente, y otros que no se atreven a mencionarlo o tratan de conjurarlo con las palabras mágicas de la "vocación democrática", que, como nunca en los últimos años, deseamos que produzcan el efecto institucional deseado. No se quedará atrás el asunto de la protesta popular. Chávez ha constituido una esperanza para los pobres, a pesar de sus promesas incumplidas. Como lo muestran las encuestas, la opinión pública es dura criticando la gestión de gobierno, pero todavía Chávez se salva de esa crítica. Él es la última esperanza. Si Chávez hace mutis, ¿qué pasará con la creciente protesta popular, con esas protestas que terminan haciéndole un llamado como última y única instancia salvadora? No hay razones para pensar que esa protesta se esfumará, sino que al contrario se acentuará. El país aceleraría su marcha hacia la anarquía. Así, ese mutis podría adelantar el esfuerzo de chavistas o de antichavistas de derecha para asaltar el poder con la promesa de asegurar uno u otro tipo de orden.
No se exagera si se afirma que las células malignas del Presidente pueden hacer metástasis mucho más allá de su cuerpo. Esta posibilidad impone la exploración de distintos escenarios, no para lucir capacidad de análisis anticipatorio, sino para explorar qué podemos hacer para evitar situaciones de conflictividad, para identificar con quiénes hay que hablar y el papel que actores no políticos, como la Iglesia, podrían jugar en situaciones de alto riesgo.
La salud del Presidente ha comenzado a abrir la caja de Pandora. ¿Estará en el fondo de la caja la Esperanza?
Artículo de opinión
El Nacional, 27 de Septiembre de 2011
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