martes, 5 de noviembre de 2013

Lawrence R. Klein (1920-2013)

Pedro Palma
El Nacional - 04 de noviembre de 2013

El 20 de octubre pasado falleció Lawrence R. Klein, uno de los economistas más influyentes del siglo XX y ganador del Premio Nobel de Economía de 1980, quien no solo hizo aportes importantes a la teoría económica y a la aplicación de las matemáticas y la estadística al análisis económico, sino que fue pionero en el desarrollo y aplicación de modelos econométricos a la predicción del comportamiento económico bajo diferentes escenarios y supuestos. Con razón se le conoció como el padre de la econometría aplicada, habiendo desarrollado los primeros modelos predictivos de la economía norteamericana, que después sirvieron de base para el desarrollo de complejos modelos predictivos de diferentes economías, tanto del mundo industrializado como de países emergentes.

Desde su cátedra en el Departamento de Economía de la Universidad de Pennsylvania en Filadelfia, donde ostentaba el título de Benjamin Franklin Professor, la máxima distinción académica de esa universidad reservada a muy pocos profesores de esa casa de estudio, Klein fue mentor y guía de una pléyade de economistas de las más diversas procedencias, quienes desarrollaron modelos econométricos de las economías de donde eran oriundos y aplicaron esos instrumentos para predecir el comportamiento de estas economías, o para determinar cómo reaccionarían las mismas ante cambios en las políticas económicas que en ellas se implementaran.

Fue el creador de Wharton Econometrics Forecasting Associates (WEFA) un centro de predicción económica adscrito a la conocida escuela Wharton de la Universidad de Pennsylvania, que ofrecía servicios de asesoría macroeconómica a diversas organizaciones públicas y privadas, y que fue pionera en la prestación de ese tipo de servicios a nivel mundial. También fue el creador y director principal del Proyecto Link, un grupo académico de profesionales de la economía adscrito a la Universidad de Pennsylvania y auspiciado por las Naciones Unidas, integrado por economistas internacionales que habían desarrollado modelos econométricos de sus respectivos países, con la finalidad de utilizar estos instrumentos de análisis para la estimación de predicciones económicas mundiales. Tuve el honor de ser invitado por Klein a formar parte de este grupo a comienzos de los años ochenta y ulteriormente a ser miembro de su comité ejecutivo, lo cual me dio la oportunidad de interactuar con destacados colegas del mundo entero, y entrar en un estrecho contacto con quien había sido mi maestro y guía durante mis estudios de doctorado en la Universidad de Pennsylvania. De esa vinculación nació una estrecha amistad que se mantuvo y acrecentó durante muchos años, pudiendo así palpar mucho más de cerca las extraordinarias condiciones humanas que él poseía. A pesar de su brillo y genialidad, reconocidos y admirados por todos los que lo conocíamos, era una persona de gran modestia, bondad y generosidad, siempre dispuesto a ayudar y a dedicarle su valioso tiempo a cualquier persona que se le acercara en búsqueda de su orientación y sapiencia.

Como viajero incansable que era atendiendo las múltiples invitaciones que le hacían desde todos los lugares del orbe para dictar conferencias o para participar en eventos académicos, estuvo entre nosotros en tres oportunidades invitado por Cordiplan y por el IESA para participar en sendos foros donde se analizaron las perspectivas económicas mundiales.

Curiosamente, el lunes 21 de octubre pasado, cuando se estaba dando inicio a la reunión semestral del Proyecto Link en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, nos enteramos de su deceso ocurrido pocas horas antes, noticia que nos llenó de nostalgia a todos los que habíamos compartido con él en tantas gratas ocasiones.

Para mí ese fue un momento particularmente triste, pues no sólo se había ido el maestro del que tanto aprendí, sino también el amigo a quien tanto aprecié. 

jueves, 31 de octubre de 2013

Integración en positivo

Gustavo Roosen
El Nacional - 28 de octubre de 2013

¿Real o artificial? ¿Cuál es la integración que se persigue? Basada la primera en las necesidades reales de los pueblos, inspirada la segunda en cálculos políticos o apetencias de liderazgo, los resultados se expresan en apertura de oportunidades para la generación de riqueza y bienestar o, al contrario, en una maraña de indefiniciones, controles, discursos y vacío de realizaciones.

La Alianza del Pacífico se inscribe en un modelo de integración esperanzador, pragmático, con vocación de éxito, basado en la libertad individual, la propiedad privada y la capacidad de superación, como bases para el desarrollo humano y la generación de innovación y empleo productivo. Surge, como ha declarado el presidente Humala, del reconocimiento de las fuerzas productivas y de su capacidad para impulsar innovaciones y tecnología. Recoge la experiencia del intenso intercambio entre empresarios de América Latina con el resto del mundo, particularmente con el asiático, y asume la exigencia de acercarse a esa economía venciendo la dependencia de las materias primas, abriendo oportunidades para la inversión y creciendo en productividad y competividad.

Frente a la actitud aislacionista de unos o el discurso populista de otros, la Alianza del Pacífico se muestra como una alternativa más firme, más moderna, con más capacidad para impulsar el intercambio y estimular el desarrollo. En contraste con anteriores esfuerzos integracionistas, reducidos a foros para la controversia o la acción política y alimentados por un discurso de promesas, este nuevo modelo quiere caracterizarse por un acento positivo, pragmático, de decisiones y realizaciones concretas, con un discurso inspirador basado en retos, objetivos y compromisos.

Ese fue, precisamente, el tono de los presidentes de Colombia, Chile y Perú y del ministro de Economía de México en el reciente foro sostenido en New York con empresarios e inversionistas. Sin alardes oratorios, se trató allí de reglas de responsabilidad fiscal, creación de estándares internacionales de calidad en el tratamiento de los temas ambientales y en la provisión de bienes y servicios, políticas de educación y capacitación orientadas a fortalecer la competitividad, integración de infraestructura, transmisión eléctrica, precios de intercambio del gas, acuerdos entre líneas aéreas y abaratamiento de pasajes, integración del sistema de aduanas, promoción conjunta del turismo, liberalización del comercio con una meta de 99% para el año 2020. Como señalaría Moisés Naím, moderador del foro, “más que discursos, decisiones concretas”.

Concebida como una alianza abierta y dinámica, cuyos socios comparten principios, valores y actitudes, la Alianza del Pacífico no quiere definirse como un bloque político sino como un “bloque de fortalecimiento de las fuerzas productivas, orientado a mejorar nuestros índices de desarrollo humano”, en palabras de Humala. No pretende ser un fin, sino apenas un medio. El gran objetivo es “convertirnos en países desarrollados, vencer la pobreza, crear más oportunidades de igualdad” ha dicho Piñera, el presidente chileno. Aceptando simultáneamente los principios de complementariedad y competencia, el camino es, para todos, la construcción de un modelo eficaz en la reducción de la pobreza y en el fortalecimiento de la economía de cada uno y del conjunto de los integrantes del bloque, por ahora cuatro países que han alcanzado altos índices de desarrollo, que miran al futuro y que están concitando la atención y el interés de muchos.

La construcción de esta integración en positivo refuerza la importancia de la educación superior y valora los esfuerzos que se promueven para convertirla en instrumento de desarrollo humano y generación de innovación, ciencia, tecnología y empleo productivo.

La Alianza del Pacífico representa la visión realista de cuatro países frente a las oportunidades de la economía global y la voluntad de cuatro gobiernos capaces de retarse a sí mismos y de retar a sus pueblos a ser mejores, a construir desde sus potencialidades, a romper con las formas de la dependencia que alimenta el populismo.

martes, 29 de octubre de 2013

Información dolosa

Pedro Palma
El Nacional - 21 de octubre de 2013

Joseph Goebbels, el intrigante y degenerado ministro de propaganda del régimen nazi, fue también una persona brillante y genial que usó toda su astucia e inteligencia para montar una estructura informativa y de propaganda de gran eficacia, que ayudó a Hitler a consolidar un poder omnímodo en Alemania. Su filosofía de la información dolosa, por lo engañosa y fraudulenta, se resumía en unos pocos principios que hoy parecen tener gran vigencia en nuestro país. Solo me referiré a algunos de ellos. El primero de estos es “adoptar una única idea, un único símbolo”, que en nuestro caso sería el socialismo del siglo XXI de la revolución bolivariana-chavista. El segundo principio consiste en “reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada”; obviamente, para el régimen actual ese adversario es la burguesía parasitaria y apátrida plegada al imperio, cuyo objetivo es conspirar contra el pueblo al que depreda con saña.

El tercer principio consiste en “cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. Sobran los ejemplos de esta práctica, entre los que destacan las reiteradas acusaciones de sabotaje para explicar el caos del servicio eléctrico o los frecuentes accidentes, incendios y explosiones en las instalaciones petroleras, incluida la de la refinería de Amuay del año pasado. También se pueden mencionar las frecuentes acusaciones de acaparamiento y especulación que esgrime el gobierno contra el empresariado privado para explicar la desenfrenada inflación y la creciente escasez que padecemos.

Otro de estos principios consiste en “acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines”. Aquí encajan las recurrentes desestimaciones de investigación por parte de las autoridades competentes de casos flagrantes y notorios de corrupción, como el del maletín que viajó a Buenos Aires, o las graves acusaciones de malversación, peculado o tráfico de drogas que se han presentado con sólidas pruebas. El objetivo de silenciar estos casos se ha fortalecido con la eliminación de medios de comunicación no afines al gobierno, y la proliferación de otros que de forma abierta y exclusiva apoyan la gestión gubernamental. También se pretende encubrir estas irregularidades y delitos a través de la censura, que cada vez se hace más evidente mediante acciones como la reciente creación del Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria.

Sostenía Goebbels que había que convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave, y limitar la propaganda a unas pocas ideas y repetirlas incansablemente, pues “una mentira que se repite lo suficiente acaba por transformarse en verdad”. Igualmente, sostenía que la propaganda debe ser popular, sencilla y de fácil comprensión, ya que “la capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además tienen gran facilidad para olvidar”. No creo necesario dar ejemplos de las múltiples veces que estas directrices las aplica el gobierno al pie de la letra, incurriendo en un cinismo descarado y reiterado, al punto de que después de casi 15 años de gobierno, aún son frecuentes las acusaciones de que los males que hoy padecemos son culpa de las anteriores administraciones.

Cuánta razón tenía el Libertador al decir en el Congreso de Angostura en 1819 que “un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad; la traición por el patriotismo; la venganza por la justicia”.

miércoles, 23 de octubre de 2013

La recuperación más importante

Gustavo Roosen
El Nacional - 14 de octubre de 2013

La presencia de un jesuita en la máxima posición de la Iglesia católica me ha vuelto a la lectura de El liderazgo al estilo de los jesuitas del norteamericano Chris Lowney, exjesuita y ejecutivo de J. P. Morgan. Las acciones, actitudes y declaraciones del papa Francisco son, de alguna manera, la aplicación de los cuatro pilares esenciales descritos por Lowney: autoconocimiento, creatividad, amor y heroísmo. Explican, por ejemplo, su claridad para definir la visión del papado y la relación con las personas más que con la burocracia, su firmeza en reconocer los males que han venido afectando a la Iglesia y para impulsar las rectificaciones necesarias, su convocatoria a un ejercicio real de la tolerancia y a la discusión de temas hasta ahora tenidos por complicados o casi inaceptables.

Para la Iglesia, como para la sociedad, el camino hacia su reencuentro y hacia su renovación pasa por la retoma de los principios y la reflexión sobre lo esencial. Así se desprende de más de una expresión del papa Francisco y de declaraciones de encuentros de líderes religiosos, como el sostenido recientemente en Caracas y en el que se ha insistido en la necesidad impostergable de trabajar en una sociedad posible, que no solo proclame los valores de una convivencia humana en dignidad sino que no transija con los antivalores y la degradación a la que arrastran.

Esa mirada sobre lo esencial justifica la posición de quienes, aun calibrando la gravedad del deterioro económico que afecta a Venezuela, entienden que es más importante poner el foco en ese otro deterioro, más grave, más trascendente, de más difícil recuperación, que es el de los valores. Se observa en casi todos los ámbitos una perniciosa aceptación de lo no correcto, de la permisividad y la impunidad, del desorden, de la negociación de la dignidad, del desprecio por los derechos, de la falta de reconocimiento al valor del trabajo y de la honestidad. El fenómeno de la corrupción va más allá de los hechos que hacen noticia. Se ha entronizado como una cultura que toca el comportamiento generalizado y que no se resuelve simplemente con nuevas leyes o amenazas de sanción. Perdida la noción de sanción moral, las demás no pueden tener sino un efecto disuasivo muy transitorio.

Si preocupa la recuperación económica, más preocupación debería despertar la de los valores vinculados a un comportamiento apegado al bien, a la convivencia, al respeto, la verdad, la legalidad, la honestidad, la coherencia entre dicho y hecho, la solidaridad. Lo decía el jesuita Ugalde al recibir hace unos días el premio Hannah Arendt por la Paz y la Tolerancia. Su propuesta de “defender los valores de la paz y la tolerancia como atributos fundamentales del hombre y de la democracia” debería convocar a todos los venezolanos. Es parte de la tarea necesaria para construir una sociedad sana y positiva.

A partir del reconocimiento de sus potencialidades y debilidades, la sociedad venezolana está exigida de una reflexión sobre sí misma y sobre sus metas para una recuperación de la esperanza y del entusiasmo. Esta reflexión incluye de manera prioritaria la familia, las instituciones educativas, el ambiente social. Por muchos años se dejó a la educación la responsabilidad de formar en valores. La religión fue vista como una aliada imprescindible en esta tarea, incluso cuando se afirmó el laicismo de Estado y se excluyó o limitó la enseñanza de religión en las escuelas. Los valores, sin embargo, aunque no son inherentes a una profesión de fe particular, adquieren mayor sentido cuando nacen de un concepto vinculado a la religiosidad o a la trascendencia. Jonathan Haidt lo recuerda en La hipótesis de la felicidad cuando señala la relación entre moralidad y religión y cuando vincula felicidad con bien obrar. Qué duda cabe del positivo efecto de la religión para inspirar un comportamiento humano honesto, solidario, apegado a valores. Qué duda, cabe, sobre todo, de que la recuperación más necesaria ahora en Venezuela es la de los valores. Y es una tarea que no puede esperar.

viernes, 18 de octubre de 2013

Monetización de los déficit públicos

Pedro Palma
El Nacional - 07 de octubre de 2013

En noviembre de 2009 escribí en esta columna un artículo sobre la reforma a la ley del Banco Central de Venezuela que se acaba de aprobar. Decía entonces que dicha reforma, además de inconstitucional, violaba un principio económico fundamental, cual es la capacidad que tienen que tener los bancos centrales de negarse a financiar gasto público deficitario, acción conocida también como la monetización de los déficit, con el fin de evitar la materialización de presiones inflacionarias. 
Expresaba allí que a través de esa reforma "se le permite, o mejor, conmina al Banco Central financiar programas determinados por el Ejecutivo como prioritarios, así como descontar y redescontar títulos provenientes de esos proyectos especiales. Esto se puede convertir en una fuente inagotable de financiamiento de gasto público, ya que el BCV tendría que adquirir obligaciones gubernamentales los títulos emitidos por entes públicos en las cantidades que el Poder Ejecutivo decidiere, simplemente con declarar que esos papeles están destinados al financiamiento de proyectos prioritarios, incluyendo aquellos orientados a cubrir las cuantiosas y recurrentes pérdidas de múltiples empresas del Estado". 
Más adelante manifestaba que la reforma en cuestión también establecía que el BCV podría adquirir obligaciones de Pdvsa, organización que "tendría asegurada la colocación de los bonos que emita en condiciones favorables, y así contar con recursos adicionales para cubrir una serie de obligaciones impuestas por el Gobierno y ajenas a su actividad medular, tales como importación y comercialización de alimentos, financiamiento de misiones y otras tantas". 

Señalaba, finalmente, que lo que angustiaba de esa reforma era la posibilidad de que el instituto emisor se viera forzado a crear grandes cantidades de dinero para financiar gasto deficitario que generaran grandes presiones alcistas de los precios. Pues bien, después de casi cuatro años de haber hecho esas advertencias ¿qué ha sucedido? ¿tenían éstas fundamento? Desgraciadamente sí. 

Al momento de aprobarse la reforma de la ley, es decir, a fines de 2009, Petróleos de Venezuela mantenía una posición acreedora en el BCV, y fue sólo durante el año siguiente que comenzó a buscar financiamiento en ese ente, aun cuando de forma moderada. No fue sino a partir de 2011 cuando los préstamos del BCV a la petrolera comenzaron a expandirse fuertemente, al punto de que al cierre de ese año su deuda neta con el instituto emisor era superior a los 96 millardos de bolívares, un monto equivalente a algo más de 22 millardos de dólares. En los meses subsiguientes, y hasta hoy, ese financiamiento no ha parado de crecer, ubicándose esos pasivos netos en la actualidad en más de 256 millardos de bolívares, lo cual equivale a más de 40 millardos de dólares, una magnitud similar a las divisas que anualmente le vende Pdvsa al BCV. 

Algo semejante, aun cuando en mucho menor escala, ha sucedido con otras empresas públicas no financieras, tales como las empresas de Guayana, las cuales han acudido al BCV en busca de financiamiento para cubrir sus pérdidas, particularmente desde fines de 2012 hasta esta parte, acumulando a fines de septiembre de este año unas deudas netas con ese ente de 27 millardos de bolívares. Este masivo financiamiento a empresas públicas ha generado un fuerte aumento del dinero primario, o base, es decir, aquel creado directamente por el BCV, contribuyendo ello a expandir la oferta monetaria en poder del público en más de 64% en doce meses, un incremento muy intenso que se ha traducido en mayor inflación. 

Esto tiene que cambiar, porque de continuar el financiamiento de gasto público deficitario por el instituto emisor de manera recurrente y creciente en el tiempo, se generarán presiones inflacionarias mucho más intensas que las actuales, con efectos devastadores sobre la población, particularmente sobre aquellos que menos tienen. 

martes, 15 de octubre de 2013

La palabra clave

Ramón Piñango
El Nacional - 08 de octubre de 2013

Treinta y tres maletas con cocaína, cinco mil millones que no prestaron, un viaje a la ONU suspendido a última hora, una gandola saqueada con el chofer moribundo en la cabina, la oculta partida de nacimiento presidencial, inflación que se agrava día tras día, escasez de productos básicos, anuncios y contra anuncios, marchas y contra marchas, magna trifulca entre motorizados y guardias nacionales, ministro que ofrece el oro y el moro a los empresarios, ministros que contradicen a ese ministro, numerosas empresas estatizadas quebradas, sigue creciendo la probabilidad de morir asesinado en la calle, atraco a punta de granadas, asaltos a iglesias, conflictos laborales cuya solución se esfuma en apenas horas, aumentos de sueldos significativos para militares, aumentos de sueldo que no son tales para maestros, revolución bonita que amenaza con profundizarse, amenaza de prisión para gran líder opositor, diplomáticos expulsados, solicitud de habilitante para para ver si por fin el gobierno puede gobernar, encuestas que señalan a quienes gobiernan como responsables de muchos males, elecciones municipales transformadas en plebiscito, parientes presidenciales designados para altos cargos, revolucionarios que piden más revolución enfrentados a pragmáticos que piden más eficacia, militares y más militares gobernando.

Y a todas estas rumores de todo tipo. Fechas que ponen. Fechas que cambian. Manos peludas., muy variadas, para diferentes gustos políticos.

Claros síntomas de anarquía y de caos. De anarquía, porque numerosos actores sociales hacen lo que les viene en gana. Desde el más alto gobierno hasta actores comunes y corrientes y no tan corrientes, como funcionarios públicos o líneas aéreas. Para muchos los motorizados se han convertido en lo más emblemático de la anarquía. De caos porque lo predecible va desapareciendo, porque cada vez sabemos menos a qué atenernos, porque crece la convicción de que cualquier cosa puede pasar.

En esta realidad desconcertante, incierta y preocupante, una palabra clave sintetiza todo: desconfianza. Desconfianza generalizada, que alcanza a actores específicos como el gobierno, la oposición, las empresas, y los militares, pero que va mucho más allá hasta abarcar lo intangible pero más significativo: nosotros mismos como colectivo y nuestro futuro. Esta pérdida de fe en nosotros es lo peor que sufrimos, el peor daño que nos hemos hecho.

La anarquía engendra el caos. La desconfianza es el eje de la anarquía. Sin confianza no hay instituciones que sirvan a todos. Sin confianza no hay economía, ni justicia ni paz social, ni democracia.

Cuando no hay confianza las sociedades humanas tratan de crearla a como dé lugar. Por eso la desconfianza tiene al final el feo rostro de la violencia. Ese rostro ya lo observamos. Tener confianza es creer en algo o en alguien, en algo de naturaleza más bien general como un sistema electoral o judicial, en partidos políticos o en empresas, o, si falla todo ello, en personas que por su carisma son convincentes y crean sosiego, al menos por un tiempo.

Reencontraremos el camino hacia un mejor país cuando recobremos la confianza, ante todo la confianza en nosotros mismos como colectivo.

¿Qué nos acerca o aleja de la confianza? Nos aleja, el fanatismo, la intolerancia, la incompetencia, la corrupción, el sentimiento de superioridad moral de unos contra otros, la incomunicación radical. Nos acerca, la creciente convicción, consciente o inconsciente, de que hemos avanzado demasiado en la profundización de la anarquía. La anarquía se detendrá a sí misma cuando gran parte del país se sienta amenazado y temeroso de nuestra inmensa fuerza auto destructora. Ese momento parece acercarse, el espanto de la violencia nos hará actuar. Ojalá no sea con más violencia.

viernes, 4 de octubre de 2013

Caída de las reservas internacionales

Pedro Palma
El Nacional - 23 de septiembre de 2013

En lo que va de año las reservas internacionales han caído cerca de 7 millardos de dólares, lo cual implica una contracción superior a 23%.  Eso se ha debido, en parte, a la baja del precio del oro, que ha hecho que el valor de las reservas en ese metal se haya reducido en 3,3 millardos de dólares en los 8 primeros meses de 2013, una baja de 16,7%. Sin embargo, han sido las reservas en divisas las que mayor reducción han experimentado, al punto de que desde enero hasta hoy éstas se han reducido en un monto cercano a los 4 millardos, haciendo que en el presente sólo equivalgan a las importaciones de mercancías que hacemos en menos de una quincena. Lo anterior se ha traducido en que en la actualidad las reservas totales estén en torno a los 22 millardos de dólares, monto muy bajo e inferior a lo que el BCV considera como el nivel adecuado de reservas, que se calculó en 2005 en 29 millardos de dólares de entonces, lo que equivale a 35 millardos de dólares de hoy.

La razón principal que explica la caída de las reservas en divisas del BCV es la mermada venta de dólares que le hace Pdvsa, a pesar de los altos precios al que se está vendiendo el petróleo.  A esa empresa se le han impuesto una serie de obligaciones que le han reducido considerablemente su flujo de caja, lo que limita la cantidad de divisas que le puede vender al instituto emisor. En efecto, el creciente consumo interno de hidrocarburos debido al precio irrisorio de la gasolina, y la merma de los volúmenes de producción y de exportación, combinados con las cuantiosas transferencias al Fonden y a otros fondos financiadores de gasto público, la venta a crédito de muy largo plazo a múltiples países afectos a la línea política del Gobierno, el envío gratuito de casi 100.000 barriles diarios de hidrocarburos a Cuba, el pago del servicio de la deuda pública con China, y las altas y crecientes importaciones de productos que tiene que hacer debido a las limitaciones de refinación local, han reducido considerablemente el flujo de caja de Pdvsa, viéndose ésta forzada a endeudarse masivamente y a limitar la cantidad de divisas que le vende al BCV.

Por otra parte, el instituto emisor ha tenido que hacer cuantiosas transferencias de reservas internacionales al Fonden y mayores desembolsos para el pago de servicio de deuda pública, lo que contribuye a limitar los dólares que puede proveer el instituto emisor a la actividad económica privada, y genera los problemas de escasez de divisas actualmente existentes.

Unas reservas tan bajas incrementan la vulnerabilidad de la economía, pues limita su capacidad de reacción para afrontar caídas de los precios de exportación o encarecimientos de las importaciones. También le restan respaldo al dinero en circulación, y contribuyen a reducir la confianza de los agentes económicos acerca de las posibilidades del Banco Central de abastecer suficientemente el mercado de divisas, factor que contribuye a generar expectativas cambiarias desfavorables y a estimular salidas de capital como medida de protección contra una eventual devaluación. Adicionalmente, deterioran la imagen externa de la economía, pudiendo incluso generar incertidumbre acerca de la capacidad de pago del país y expectativas acerca de una posible declaración de moratoria de su deuda externa. Esto, de darse, elevaría el riesgo país y encarecería las nuevas emisiones de deuda, lo que generaría la necesidad de ofrecer elevados rendimientos de los nuevos bonos denominados en moneda extranjera que se emitan para que estos puedan ser colocados en los mercados internacionales a precios razonables, y encarecería notablemente los esfuerzos de conversión de vieja deuda por nueva a los fines de evitar onerosos pagos de capital al vencer los bonos colocados años atrás.

Por todo lo anterior, es imperativo parar la caída de las reservas y tomar las medidas necesarias para llevar éstas a niveles más razonables.