miércoles, 16 de noviembre de 2011

El doble engaño
















Artículo publicado por el profesor Ernesto Blanco en El Universal el martes 15 de noviembre de 2011

Creí que había perdido la capacidad de asombro, síntoma peligroso porque nos lleva a la desesperanza. Sin embargo, la reciente modificación del artículo 4 de la Ley del Ejercicio de la Medicina, que ahora permite a los médicos comunitarios diagnosticar y tratar a pacientes en los hospitales nacionales, me ha sacado del letargo que produce tanto desacierto. La modificación implica que personas que fueron preparadas para tareas de atención médica primaria, atenderán variedad de cuadros clínicos que no conocen. De acuerdo a información pública, constatada mediante conversaciones con alguno de estos estudiantes de medicina comunitaria, la formación se realiza mediante la observación de videos sobre las materias del pensum de estudio. Estos estudiantes no tuvieron a quién preguntar o con quién aclarar dudas, en todo caso veían el video nuevamente. No asistieron nunca a un hospital para aprender de los médicos residentes. Tampoco tuvieron la oportunidad de hacer prácticas sobre cadáveres, los únicos que han visto son los que aparecen en las páginas de sucesos de la prensa nacional. No obstante, ahora son médicos. ¿Que hacer con estos profesionales de la salud?, ¿los dejamos sin trabajo?, ¿los hacemos pasar por la ignominia o el desprecio de la sociedad? No. Estos muchachos deben trabajar en aquello para lo cual se formaron...


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sábado, 5 de noviembre de 2011

5 consejos para darle un buen uso a las utilidades


La profesora del IESA, Rosa María Rey, da cinco recomendaciones sobre cómo darle un uso inteligente a las utilidades en época de festividades. Últimas Noticias publicó este artículo:

La conducta generalizada luego del pago de prestaciones, bonos y utilidades, es de gastar indiscriminadamente, sin hacer un sondeo de las deudas, los porcentajes de interés que estas cuestan anualmente y se puede terminar más endeudado.

Para la analista financiera y profesora del Iesa, Rosa María Rey, estos ingresos se pueden gastar desde dos puntos de vista: desde el pasado o hacia el futuro.

“Enfocándose desde el pasado, probablemente se piensa ¿Qué se va hacer con el dinero, si se tiene una cantidad considerada en deudas? Si se visualiza desde el futuro, se estima los gastos navideños y preparativos previos a las festividades” señala Rey. Por ello, hacer uso inteligente de las utilidades asegura una salud financiera.

A continuación, cinco recomendaciones de la analista financiera, Rosa María Rey:

- No parcializarse por un solo lado de la balanza y tratar de equilibrar la utilización de estos recursos en: pagos de deudas adquiridas y los gastos de las festividades.

- Hacer un estimado en la deuda sobre la tarjeta de crédito, tomando como referencia un índice calculado según los reportes mensuales. Si este excede el 40% del sueldo mensual, lo más recomendable es destinar un porcentaje de las utilidades a la cancelación de la deuda.

- Un elemento importante para recordar es que el porcentaje de interés sobre los consumos en las tarjetas de crédito oscilan en un 30% de interés anual, lo que representa una cantidad importante del salario de cualquier persona.

- Sabemos que las fiestas son de compartir y por lo general implica gastar pero en estos momentos de crisis, los excesos están de más.

- Una forma inteligente de gastar en las festividades es realizando un presupuesto de lo se quisiera comprar y otro de lo que se crea posible gastar, sustituyendo los elementos más costosos por unos de un costo módico.

Fuente: Últimas Noticias, María de las F. Rojas

lunes, 10 de octubre de 2011

"El Gobierno abandonó los gastos de mantenimiento"


Compartimos esta entrevista publicada el 10/10/2011 por El Nacional a la profesora Rosa Amelia González, Directora de investigaciones del IESA.
Por estos días se producen 2 eventos que a primera vista parecen no tener relación: mientras 18.000 empadronadores van casa por casa preguntando cuántos son, si tienen agua potable y gas directo, los medios de comunicación informan sobre una seguidilla de accidentes aéreos, férreos y marítimos ­algunos con resultado fatal­ relacionados con las fallas de electricidad, ausencia de controles oficiales e incumplimiento de leyes de seguridad industrial. Si se toma en cuenta que las mediciones de población (la última fue hace 10 años) se realizan para que el Estado proyecte el crecimiento de su población y elabore políticas públicas que ofrezcan calidad de vida, como por ejemplo la construcción de autopistas, el incremento de la capacidad de distribución de energía eléctrica o la edificación de viviendas, cabe preguntarse ¿qué hizo el Estado con los números levantados en 2001? ¿Por qué se va la luz y 2 trenes chocan? ¿Por qué el déficit habitacional supera los 2,5 millones de viviendas? ¿Por qué el Estado tiene que comprar una empresa de ferrys?

Rosa Amelia González, directora de investigaciones del IESA y especialista en políticas públicas, señala que tener los números en la mano no implica que se les dará un uso adecuado: "Para hacer buenas políticas públicas hay que tener una buena base de información, pero eso no garantiza una buena planificación ni una buena ejecución. La diferencia está en tener la voluntad de usarlos de manera adecuada y tener la capacidad de planificar la acción de Gobierno". ¿Cómo calificaría la capacidad del Ejecutivo para diseñar y ejecutar políticas públicas? ­
Para tener buenas políticas públicas se necesitan dos requisitos: primero, determinar con precisión cuáles son las necesidades de la gente; y segundo, darle una respuesta adecuada. Yo creo que a este gobierno hay que reconocerle como positivo la habilidad para poner el ojo en ciertas cosas importantes como por ejemplo las misiones sociales dirigidas a brindar atención primaria de salud, educación y alimentación.

¿Pueden considerarse las misiones sociales políticas públicas? ­
Absolutamente sí. Lo que me parece criticable, aunque entiendo las razones de fondo, es que se hayan montado sobre una estructura paralela a la institución preexistente. Entiendo que se haya hecho de ese modo al inicio para sortear con rapidez la burocracia estatal, pero critico dos cosas: que no se las hayan incorporado a la institucionalidad y que se haya presentado un falso dilema entre lo social y el resto de los temas de la agenda.

Es lo que refirió anteriormente sobre la priorización del gasto y la inversión.
Así es. El Gobierno puede decidir poner el énfasis en lo social, eso es normal y es su potestad, pero aquí se ha dirigido toda la caballería hacia los temas sociales a costa de relegar otra cantidad de asuntos que también son importantes. En cierto modo, esa serie de accidentes y deficiencias son consecuencia de esa elección, pues, a todas luces, el Gobierno abandonó los gastos de mantenimiento.

Los recientes accidentes han ocurrido en empresas del Estado y en empresas privadas, ¿cómo es posible que un gobierno inclinado a controlarlo todo no sea capaz de controlar la prestación de los servicios? ­
La postergación de los gastos de mantenimiento está detrás de todos estos incidentes. Otro tema es la supervisión y ahí también ha habido paradojas. El Gobierno supervisa a los privados, pero no necesariamente se supervisa a sí mismo: por ejemplo, muchas empresas sienten que la Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo se usa con fines de amedrentamiento, pero cuando vas a las empresas públicas te encuentras que no cumplen esa ley.

Conferry era privada y no tuvo supervisión, ¿Hay certeza de que va a mejorar en manos del Estado? ­
Asumir la conducción de la empresa no asegura que lo harás mejor. Conferry era un monopolio. Frente al descontento por la calidad del servicio, el Gobierno tenía varias opciones: supervisarlo con lupa, hacerle cumplir la ley, ponerle competencia privada o pública porque cuando no hay competencia, no hay incentivo para hacerlo mejor. Ahora el monopolio será del Estado... Es terrible porque los monopolios públicos tienden a tener menos supervisión.

¿Cuál cree que ha sido el criterio del Gobierno para entregar a determinados empresarios, o países, la construcción de grandes obras? ­
Creo que se ha hecho con criterios políticos, pues de otro modo no se explicaría que, habiendo el talento y la capacidad en Venezuela para emprender esas obras, se terminan entregando a otros países. El mejor ejemplo es el viaducto de la autopista Caracas-La Guaira que se le dio a una empresa venezolana y fue un trabajo impecable terminado en el tiempo previsto.

¿Cuáles son los principales enemigos de una política pública exitosa? ­
Uno es la corrupción y el otro la centralización. Yo no puedo decir que tengo evidencia de corrupción en el otorgamiento de contratos del Estado, pero esos procesos requieren de mucha transparencia y supervisión porque se prestan para la corrupción. Requieren que se demuestre que hubo licitación abierta, que ganó el más preparado, pero si hay algo de lo que no se puede ufanar este gobierno es de actuar con transparencia en esos asuntos.

¿Por qué afecta la centralización las políticas públicas? ­
Cuando tú abarcas todo y no cumples, se genera un descontento; en cambio, si pones los incentivos apropiados en las autoridades locales y le agregas el escrutinio directo de las comunidades, tienes buena parte del camino andado, pero este gobierno ha centralizado todo.

¿Cuál es el papel del ciudadano frente a las políticas públicas? ¿Han logrado los consejos comunales incorporarse eficientemente? ­
La participación de las comunidades en la planificación y contraloría de las políticas es indispensable porque facilitan la detección de las necesidades, pero la ejecución es otra cosa. El Presidente ha dicho que los habitantes de los barrios tienen habilidades innatas para construir viviendas. Eso es verdad hasta cierto punto, pero una persona que sabe levantar una vivienda no necesariamente sabe cuáles son los terrenos más adecuados para ello. Conozco casos que le dan los recursos a una comunidad para que haga un muro de contención, levantan el muro y a la primera lluvia se cae. Si lo que se quiere es incorporar a la comunidad, se podría contratar a profesionales y pedir en el contrato que la mano de obra sea de la comunidad. El Gobierno se ha caracterizado por una alta rotación de ministros. Sólo en vivienda ha habido 8 y presidentes del Metro de Caracas, 12.

¿Cuál es el efecto en las políticas públicas? ­
En la pirámide de la burocracia hay cierto consenso para aceptar la existencia de una cuota de cargos de libre nombramiento porque cada gobernante quiere trabajar con la gente de su confianza. El problema es hasta qué escala de la administración llegan esos cargos. En Venezuela ese nivel ha bajado: anteriormente era el ministro y cuatro niveles hacia abajo; ahora son ocho niveles hacia abajo. Cada cambio de ministro mueve los ocho peldaños y el efecto es falta de continuidad de los planes, y pérdida de la memoria institucional.

¿Qué recomendación le haría a los ministros de transporte, vivienda y planificación? ­
Al de transporte, que trate de recuperar la infraestructura que ya existe y que se encuentra bastante comprometida, y que luego ejecute los proyectos que ya están elaborados sobre lo que hace falta; al de Vivienda le diría que se abra a la implantación de modelos alternativos para la construcción porque no es un tema que se puede abordar de forma unilateral; al de Planificación, que rescate su función coordinadora pues eso se ha perdido mucho, y a todos les recomendaría descentralizar, que confíen en la capacidad de las autoridades regionales y locales para asumir tareas por encima de las diferencias políticas.

MARU MORALES mmoralesp@el-nacional.com OMAR VÉLIZ

martes, 4 de octubre de 2011

Vietnam: La historia de un sorprendente cambio económico





El próximo viernes 07 de octubre de 2011, de 7:30 am a 9:30 am la Asociación Venezolana de Ejecutivos (AVE) y el IESA, presentarán el Caso Vietnam, por la investigadora del IESA Rebeca Vidal. Para reservaciones, llamar al 0212 9524944/4533/4733


martes, 27 de septiembre de 2011

Agotamiento del modelo rentista


En lo que va de año hemos vendido nuestro petróleo a un precio promedio cercano a los 100 dólares, pero la economía no muestra signos de franca recuperación.

PEDRO A. PALMA

palma.pa1@gmail.com

Cuando en el año 2005 estábamos atravesando por la bonanza económica producida por la expansión de gasto público debido a los aumentos sostenidos de los precios petroleros, comencé a alertar que las altas tasas de crecimiento del PIB y del consumo que entonces se estaban materializando no eran sostenibles, pues cuando los precios bajaran, o incluso se estabilizaran, la economía entraría en crisis.

Entonces fui criticado por varios analistas que sostenían que si los precios dejaban de crecer, pero se mantenían en niveles elevados, ello le generaría suficientes recursos al Gobierno para mantener una política de altos gastos que seguiría estimulando la economía. Los acontecimientos de los últimos años me dieron la razón.

En 2007 el modelo aplicado mostraba signos de agotamiento, pues a pesar de que los precios continuaban en franco aumento, las tasas de crecimiento de la producción y de la demanda seguían siendo positivas, pero menores que en los años precedentes. Incluso, en el primer semestre de 2008, cuando los precios estaban disparados hasta alcanzar los máximos históricos en julio de ese año, los crecimientos del PIB y del consumo privado fueron relativamente bajos y mucho menores que en 2005 y 2006...

...De todo lo anterior podemos concluir que la dependencia de la renta petrolera, que hoy es mayor que nunca, ha puesto a esta economía en una situación compleja, porque aquella capacidad de respuesta del aparato productivo y de la demanda privada a políticas fiscales expansivas, posibilitadas por la elevación de los precios petroleros, parece agotada, o por lo menos mermada, lo que requiere un cambio de rumbo que busque reducir la dependencia de la renta petrolera a través de una diversificación efectiva de la economía, para lo cual hace falta, entre otras cosas, la materialización de cuantiosas inversiones privadas.

Por ello estoy convencido de que si seguimos por donde vamos sufriremos severas consecuencias. Es imprescindible que comencemos a transitar un nuevo camino que nos lleve hacia el verdadero desarrollo.

Para disfrutar de este artículo completo, puede ingresar a la siguiente dirección:

http://www.enoriente.com/noticias/opinion/30502-agotamiento-del-modelo-rentista--por-pedro-palma

Artículo de opinión
El Nacional, 26 de Septiembre de 2011
www.iesa.edu.ve




Los grandes majunches

Tan majunches que hacen causa común con Gadafi, Mugabe y otros bates quebrados

CARLOS MACHADO ALLISON cemacallison@gmail.com

Por mucho tiempo busqué el término más adecuado para describir a parte del actual gobierno y ahora, gracias al señor Presidente, lo he encontrado. En efecto, como todo el mundo sabe, nuestro primer magistrado y muchos de sus seguidores tienen tanta capacidad para el insulto, como incompetencia para gobernar. Los opositores han sido calificados de mil modos, como escuálidos, derechistas, pitiyanquis, ratas, vendepatrias, excrementos (en varias versiones) y lacayos. También ha mandado a más de uno a "lavarse ese paltó", o a enrollar el periódico y "metérselo en el bolsillo". Al difunto monseñor Castillo lo llamó fariseo, hipócrita, bandido y alcahuete; apodos a los candidatos de la oposición e insultos personales a varios presidentes. En materia de insultos sólo ha tenido un competidor, el conductor de La Hojilla. Ahora llama majunches a los precandidatos de la oposición.

Defectos de calidad

Ahora bien, majunche significa de calidad inferior, deslucido o mediocre. Es un venezolanismo que se utiliza tanto para describir defectos en la calidad como pobreza en el desempeño. Yo la recuerdo del beisbol: "ese es un pitcher tan majunche" que es incapaz de ponchar a un ciego, o a la calidad o cantidad de la comida: "me sirvieron un plato majunche". Pues entonces, qué mejor término que el mencionado para describir la gestión de un gobierno que ha logrado acabar con la mitad del ganado del país, tener al 70% de los planteles públicos en condiciones deplorables y una proporción similar de las carreteras plagadas de huecos. La verdad es que deben ser bien majunches para tener más de 40.000 presos en ínfimas condiciones, haber duplicado la burocracia para ejecutar la mitad de las obras públicas y generar tanta inseguridad que más venezolanos mueren en manos del hampa que en alguna guerra reciente.

Para continuar disfrutando de este artículo de opinión puede ingresar en la siguiente dirección:

http://www.eluniversal.com/2011/09/27/los-grandes-majunches.shtml


Artículo de opinión
El Universal, 27 de Septiembre de 2011
www.iesa.edu.ve



Hugo Chávez: incierto destino

RAMÓN PIÑANGO
rapinango@gmail.com


Es inevitable. Los ojos de parte importante del país se centran en la salud del presidente Chávez. Los ojos de quienes lo apoyan y que con él han compartido el poder y los ojos de quienes se le han opuesto y aspiran a desplazarlo del gobierno. Es natural que así sea, porque Hugo Chávez ha sido el personaje eje del país y su cotidianidad por más de una década. Para bien o para mal ha sido y es el punto de referencia de quienes tratan de entender al país o de quienes han tenido o tienen que decidir asuntos tan importantes como invertir aquí o emigrar para vivir en otras sociedades. Toneladas de papel, incontables horas de radio o televisión han tenido como foco de atención la figura de Chávez. Él quiso ser la figura eje del país y lo logró. Figura eje para quienes lo aman y para quienes lo odian. Él ha sido la esperanza de los pobres, al mismo tiempo que culpable de todos los males, según la opinión de sectores medios y altos.

Chávez no ha compartido su rol estelar con nadie. Esa ha sido su fortaleza durante largo tiempo.

Y ahora, por la misma razón, su enfermedad lo hace dramáticamente frágil y pone en claro peligro su causa política. Nadie puede negar hoy lo incierto del destino de Chávez, pero también es incierto el destino del chavismo y el de la oposición. Si la salud del Presidente se deteriora, llegó la hora de ver si es posible eso del chavismo sin Chávez, y de la misma manera si seguirá siendo válida la estrategia opositora centrada, por razones importantes, en las elecciones del próximo año.

La desaparición de Chávez de la escena nacional o el serio debilitamiento de su presencia producen automáticamente la aparición, como actores de primera línea, de personajes que han actuado de manera muy modesta o solapada, y otros pasarán a un segundo plano. Pero no será sólo asunto de personajes. El guión político del país cambiará. De hecho, ya comenzó a cambiar. En los últimos días apareció con fuerza el tema militar y con él, el de los golpes de Estado. Hay quienes hablan de eso abiertamente, y otros que no se atreven a mencionarlo o tratan de conjurarlo con las palabras mágicas de la "vocación democrática", que, como nunca en los últimos años, deseamos que produzcan el efecto institucional deseado. No se quedará atrás el asunto de la protesta popular. Chávez ha constituido una esperanza para los pobres, a pesar de sus promesas incumplidas. Como lo muestran las encuestas, la opinión pública es dura criticando la gestión de gobierno, pero todavía Chávez se salva de esa crítica. Él es la última esperanza. Si Chávez hace mutis, ¿qué pasará con la creciente protesta popular, con esas protestas que terminan haciéndole un llamado como última y única instancia salvadora? No hay razones para pensar que esa protesta se esfumará, sino que al contrario se acentuará. El país aceleraría su marcha hacia la anarquía. Así, ese mutis podría adelantar el esfuerzo de chavistas o de antichavistas de derecha para asaltar el poder con la promesa de asegurar uno u otro tipo de orden.

No se exagera si se afirma que las células malignas del Presidente pueden hacer metástasis mucho más allá de su cuerpo. Esta posibilidad impone la exploración de distintos escenarios, no para lucir capacidad de análisis anticipatorio, sino para explorar qué podemos hacer para evitar situaciones de conflictividad, para identificar con quiénes hay que hablar y el papel que actores no políticos, como la Iglesia, podrían jugar en situaciones de alto riesgo.

La salud del Presidente ha comenzado a abrir la caja de Pandora. ¿Estará en el fondo de la caja la Esperanza?


Artículo de opinión
El Nacional, 27 de Septiembre de 2011
www.iesa.edu.ve

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Inseguridad. Hay luz al final del túnel


Compartimos con nuestros lectores la editorial de la más reciente edición de la revista "Debates IESA" dedicada al tema: "Inseguridad. Hay luz al final del túnel".
La revista la pueden adquirir en las librerías Tecniciencias, la librería del IESA (Urbanización San Bernardino, calle IESA, instituto IESA) o solicitar su compra en pdf al correo: comunicacionesiesa@iesa.edu.ve

El riesgo de existir

La inseguridad hace que la sociedad atente contra sí misma para remediar sus males. La violencia es una enfermedad social cuyas principales víctimas son personas inocentes

La vida es la vida. Morir es dejar de existir, desaparecer. Normalmente nadie quiere dejar de existir, menos de forma trágica e inesperada, y mucho menos aún por asesinato. Asimismo, normalmente nadie quiere sufrir algún tipo de violencia física o psicológica causada por otra persona. Tan es así que la evolución de las sociedades humanas tiene como uno de sus hilos conductores más importantes tratar de garantizar la seguridad de las personas. Por ello, la calidad de vida de una sociedad se juzga, en buena parte, en función de la probabilidad de sufrir daño físico o psíquico por causa de otra persona.

Así, pues, cuando alguien habla de violencia e inseguridad personal se refiere a lo más importante de una sociedad, a algo mucho más importante que la riqueza material o la equidad en la distribución de la riqueza.

Si algo comparten pobres y ricos es su necesidad de seguridad personal. Cuando se dice que un país tiene, por ejemplo, tasas de homicidios o de secuestros muy elevadas en comparación con otros países, se sabe inmediatamente que esa sociedad enfrenta graves problemas.

Enfrenta graves problemas no sólo porque el riesgo de perder la vida es en sí una calamidad, sino también porque ese riesgo constituye clara evidencia de que otras graves perturbaciones sociales se han apoderado de esa sociedad.

Este es el caso de la sociedad venezolana actual: en 2010, 57 homicidios por cada cien mil habitantes y 895 secuestros, la colocan entre las naciones que sufren con mayor agudeza el problema de la violencia y la inseguridad personal.

Pero esas cifras son apenas parte de una dura realidad. Tan alarmantes números deben ser analizados en perspectiva histórica: en 1998, las magnitudes correspondientes eran 20 homicidios por cada cien mil habitantes y 59 secuestros.

Ante este crecimiento de la violencia y la inseguridad, y ante el hecho de que no se observan políticas diseñadas y llevadas a cabo para atender el problema, sobran las razones para la preocupación y la alarma.

La inseguridad es uno de esos males que hacen que la sociedad se ataque a sí misma para tratar de resolverlos. Una reacción frecuente es recurrir a la violencia para erradicar la violencia. Por ejemplo, no es raro que el Estado recurra a penas más duras, redadas o acciones de «limpieza social», para hacer o aparentar que hace algo.

La experiencia muestra hasta la saciedad que tal tipo de políticas apenas llega a mejorar los síntomas por breve tiempo, para que luego reaparezca el mal con renovada fuerza.

No es raro que entre las víctimas de la violencia contra la violencia se encuentren personas inocentes, mientras que muchos delincuentes sobreviven exitosamente a medidas supuestamente dirigidas contra ellos. El resultado neto es siempre el mismo: más violencia. Sin embargo, es comprensible que tales acciones, que prometen resultados inmediatos, gocen de cierta popularidad, al menos por un tiempo, pues crean la ficción de proteger lo más sagrado del ciudadano: su vida.

Cuando está en juego la vida de una parte importante de la población, no es de extrañar que la inseguridad se convierta en el eje del problema político. Al respecto, no es descabellada la hipótesis de que, si la vida de muchos ciudadanos está en peligro y éstos enfrentan el dilema de escoger entre su vida y el sistema político, la mayoría optaría por su vida. Así enreda la vida de una nación el riesgo de perder la vida.

Una de las consecuencias del problema de la violencia y la inseguridad personal es la desesperanza que crea en la sociedad: esa percepción de que el problema empeorará ad infinitum, de que no hay nada que hacer.

La desesperanza es también comprensible cuando se sabe que, tras el crecimiento de la delincuencia, se encuentran monstruos como la corrupción policial y el narcotráfico.

Ante la gravedad del problema —la vida en riesgo— y todo lo que se asocia con él, no es extraño que muchas personas se muestren escépticas cuando se les dice que hay solución, que hay experiencias como la de Medellín, ciudad que llegó a ser considerada la más violenta del mundo y en pocos años disminuyó sensiblemente sus cifras de víctimas de la violencia y la inseguridad.

La información se presenta, los incrédulos que abundan la escuchan y se mantienen las apreciaciones catastróficas. Es difícil hablar con serenidad sobre un tema traumatizante.

En este número de Debates IESA se presenta información que muestra la gravedad del problema de la violencia y la inseguridad, revela su complejidad por la diversidad de factores implicados en él y enseña que sí hay maneras de resolverlo, que hay experiencias exitosas.

Ojalá el lector considere esta variedad de perspectivas, para que no se instale cómodamente en sólo una arista de la realidad al hablar del riesgo de existir.

Sobre el autor

Ramón Piñango es doctor en Educación por la Universidad de Harvard, Estados Unidos. Master en Sociología de la Educación por la Universidad de Chicago, Estados Unidos. Director de la revista Debates IESA. Expresidente del IESA

viernes, 2 de septiembre de 2011

¡Muerto el perro, se acabó la malderrabia!

A continuación le presentamos un artículo del sociólogo José Mayora publicado en el portal digital del diario El Universal. Mayora es profesor adjunto del Centro de Gerencia y Liderazgo del IESA.


JOSÉ MAYORA | EL UNIVERSAL
viernes 2 de septiembre de 2011 10:03 AM
Esta coloquial expresión, utilizada ya en un pasado artículo, habla de problemas que se corrigen al eliminar su probable causa. Tal expresión alude a la resolución puntual de situaciones conflictivas. En verdad, cuando muere un perro que padece de malderrabia esta endemia no desaparece.

La frase viene a colación pues he observado con gran preocupación que a medida que se evidencia un debilitamiento sostenido tanto en el proyecto revolucionario como en su liderazgo, se generaliza la idea que con ganar las elecciones, es decir salir de Chávez, hemos resuelto los problemas del país. ¡Nada más alejado de la realidad!

¿En qué país estamos viviendo? Repasemos algunas evidencias lacerantes: un sastre es asesinado por no arreglar bien un pantalón; la AN se dedica a debatir los temas que le producen urticaria al proceso y no los que son relevantes para el país; una enfermedad sin parte médico profesional se transforma en el eje decisorio de un partido y de un país; un gobierno que deja pudrir 180 millones de kilos de comida; una sociedad que asiste pasivamente al velorio de su propio destino; un régimen que pretende construir una sociedad excluyente y depauperada.

La muestra anterior ofrece una clara lectura: deterioro espiritual y moral; degradación de la función política; uso inescrupuloso del poder; ejercicio indolente de las responsabilidades públicas; devaluación paralela del signo monetario y de la vida; uso discrecional de los recursos públicos; manipulación grotesca de los sentimientos populares.

Estos asombrosos sucesos esconden una realidad que a veces no queremos aceptar. La alta conflictividad es el mejor indicador que tienen los conductores del proceso de que la refundación del país va por buen camino, a juzgar por la conducta contestaría de la sociedad organizada y de sus individualidades.

Sin embargo, el proceso de refundación parece estar inconcluso pues se insiste en profundizar la revolución: ¿en qué consiste esta profundización? El punto de partida de la revolución bolivariana es que los problemas del país obedecen al inadecuado modelo de organización social capitalista, causante del problema carcelario, de la crisis eléctrica, de la inseguridad ciudadana, de la escasez intermitente, de allí que el nuevo modelo de organización supone debilitar, cuando no destruir, empresas, organizaciones de la sociedad civil, credos religiosos, valores de una cultura democrática así como la historia que justifica y soporta al presente, haciendo depender a la sociedad entera del Estado.

No debe sorprender pues la gran cantidad de planes que el Gobierno instrumenta para dar la sensación que se están atendiendo los asuntos públicos. En el fondo, y en eso creen a ciegas, estos problemas se resolverán cuando el "Estado socialista" esté consagrado en las leyes revolucionarias que harán operativa la sociedad socialista y que ya no tendrán contención pues los que tal cosas podrían hacer ya no deberán existir. En ese momento todos marcharemos en un solo sentido guiado por la legislación socialista.

Aquellos que invocan la reconciliación, el diálogo y la rectificación olvidan que por definición este régimen no puede dialogar fuera de su proyecto y menos rectificar cuando adelantan la construcción de la sociedad socialista.

La malderrabia está enquistada y su erradicación llevará muchos años de trabajo unitario y muchos sacrificios colectivos, por eso, ¡no basta con ganar las elecciones!

viernes, 26 de agosto de 2011

“La Ley de Costos y Precios Justos va contra los chicos malos de la película, contra los burgueses, dueños del capital”

A continuación le presentamos un artículo del sociólogo Angel Alayón publicado en el portal digital Dossier33. Alayón, Economista, profesor invitado del Centro de Políticas Públicas del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), y coordinador de la Mesa Técnica de Competencia del Foro Regulatorio del IESA.


Ángel Alayón (Sociólogo – IESA) opina sobre los controles de precios

agosto - 20 - 2011

La entrevista es en las afueras de un mercado popular. Le preguntan a una señora de mediana edad y rostro serio si pudo comprar todo lo que buscaba. “No conseguí aceite —responde— y los precios están por las nubes. Yo trabajo y trabajo, pero cada vez puedo comprar menos.

No sé qué va a hacer el gobierno”. La respuesta de la entrevistada es un diagnóstico: escasez, deterioro de la capacidad de compra del salario, preocupación por el creciente costo de la vida y reclamo de acciones al gobierno ante el problema de los precios. El Gobierno respondió con una ley, la Ley de Costos y Precios Justos.

O inventamos o erramos

Cuando Jesús de Nazareth fue crucificado, los controles de precios tenían ya más de dos mil años de historia, pero quizás nos convenga aterrizar de una vez en el siglo XX.

Todas las economías socialistas clásicas del siglo pasado establecieron controles de precios para todos los bienes y servicios de sus economías. En la Unión Soviética, China, Corea del Norte y los países del Este europeo nadie podía fijar precios libremente pues la determinación de los precios era potestad exclusiva del Estado. Los controles de precios eran consecuencia de uno de los elementos centrales de la doctrina socialista clásica: la planificación centralizada de la economía.

En las economías socialistas clásicas las oficinas de planificación determinaban qué, cuánto y cómo producir y a qué precio vender. Los resultados fueron desastrosos y en algunos casos catastróficos.

Los niveles de producción y productividad de las economías socialistas clásicas fueron consistentemente inferiores a sus pares de economías no socialistas y, peor aún, insuficientes para satisfacer las necesidades y preferencias de su población.

No sólo los socialistas utilizaron controles de precios generalizados durante el siglo XX. Adolf Hitler y Benito Mussolini regularon los precios con fines de control político.

Incluso, el intento de controlar los precios como medida para atacar la inflación —y no por razones ideológicas— apareció en un lugar inesperado y con actores inverosímiles: el republicano Richard Nixon estableció un control de precios general en Estados Unidos entre 1971 y 1973.

El resultado no fue diferente al de las economías socialistas: escasez. Existen muchos otros casos, pero no necesitamos ser exhaustivos.

El siglo XX venezolano es también pródigo en ejemplos. Desde 1958, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Jaime Lusinchi y Luis Herrera Campins establecieron controles de precios en amplios sectores de la economía.

Todos fracasaron. Ya en el siglo XXI, en el año 2003, Hugo Chávez estableció un control de precios para 103 rubros de la canasta básica. Los resultados no han sido distintos a los controles del siglo XX y de otros países: escasez.

Las ideas detrás de La Ley de Costos y Precios Justos

La Ley de Costos y Precios Justos establece como ilegal las “ganancias excesivas”. La presunción es que el encarecimiento de los bienes y servicios en Venezuela es consecuencia de que productores y comerciantes fijan precios “desproporcionados” en relación con los verdaderos costos de producción y comercialización de los bienes y servicios.

En consecuencia, las ganancias son “excesivas”. Esos productores y comerciantes son capitalistas, en el sentido despectivo original del término. Es decir, son seres que sólo pretenden acumular capital porque los aqueja un defecto moral: sufren de pleonexia. Sólo los mueve el apetito insaciable de poseer bienes materiales. Son los malos de la película.

No hay que desestimar el poder de esta narrativa, pues encuentra sus bases en dos poderosas columnas del pensamiento occidental. Un hombre virtuoso en la antigua Grecia era un hombre que se dedicaba al bienestar de la ciudad y a su defensa militar. Los hombres que se dedicaban a “hacer dinero” eran inferiores.

Aristóteles consideraba “riesgoso moralmente” dedicarse a perseguir riquezas a través de la actividad comercial.

Por otra parte, el pensamiento cristiano llega a condenar eternamente la riqueza y la actividad comercial. En la Biblia, la riqueza es “injusta” pues parte de una concepción del mundo en la que la riqueza no puede crearse, sino que es fija, estática. La economía bíblica es un juego suma-cero. “Si alguien no pierde, no hay nadie quien gane” dijo San Agustín. El rico es rico porque les quita la riqueza a los demás. Por eso es que los camellos van al cielo primero que los ricos.

Carlos Marx se apropió de algunos de estos conceptos. Como dice Jerry Muller, Marx renombró y redefinió la estigmatización cristiana del “hacer dinero” y creó un nuevo lenguaje para ello. Marx sostenía que los únicos que podían obtener ganancias del mercado eran los dueños del capital, la burguesía.

Mientras que los trabajadores —el proletariado— eran explotados por los dueños del capital y nada tenían que ganar del mercado. Los burgueses eran “vampiros”, una clase moribunda que vivía de extraerles la sangre a los vivos, a los trabajadores. Para Marx, toda acumulación de capital es injusta pues proviene de la explotación de la única fuente de valor: el trabajo.

El valor de un bien debe corresponderse con el valor del trabajo humano que se ha necesitado para producirlo, decía Marx al esbozar su Teoría del Valor-Trabajo. Las ganancias son, principalmente, la diferencia entre el precio al que vende el capitalista y lo que éste le paga a los trabajadores involucrados en la producción del bien. Y esa diferencia es, bajo el pensamiento de Marx, la plusvalía: medida (y prueba) de la explotación de los trabajadores.

La Ley de Costos y Precios Justos va contra los chicos malos de la película, contra los burgueses, dueños del capital. Así, en el primer párrafo de la exposición de motivos, explica:

“Los abusos flagrantes de poder monopólico en muchos sectores de la economía han originado que la base de acumulación de capital se materialice en elevados márgenes de ganancias que implica el alza constante de precios sin ninguna razón más que la explotación directa e indirecta del pueblo.”

En éste párrafo de la exposición de motivos de la Ley, el Gobierno le dice a la Señora entrevistada: “Tranquila, ya hemos identificado a los malos. Ya sabemos quiénes son los que causan la inflación, y con esta Ley resolvemos el problema”. La Señora va al mercado y observa que los precios suben constantemente.

El Banco Central de Venezuela le da la razón: vivimos en una economía inflacionaria. ¿Cuál es el supuesto de la Ley? Qué el incremento constante de los precios de los bienes y servicios de la economía es una consecuencia de los empresarios explotadores que incrementan constantemente los precios para aumentar sus márgenes de ganancias.

La Ley iguala el incremento de precio al incremento de las ganancias de los empresarios y comerciantes explotadores (enfermos de pleonexia).

Insisto: detrás de la ley hay una poderosa narrativa, un discurso con una audiencia predispuesta y las bases para un guión de acción y actuación hacia el futuro.

Los filósofos griegos ya no son los mismos, la teología cristiana cambió y ajustó conceptos económicos y la Teoría del Valor-Trabajo de Marx siempre ha sido su talón de Aquiles, pero eso no evita que la historia que nos cuentan de buenos y malos, de vampiros y víctimas y de hombres superiores moralmente que luchan contra aquellos que sufren de pleonexia no sea música para los oídos de muchos.

Si los precios suben —y eso es impopular—, mejor que la culpa sea de otros. Para que un gobierno sea visto como bueno, los malos no deben estar muy lejos.

Lo que ni Cristo ni Marx vieron

La Ley de Costos y Precios Justos le otorga a la Superintendencia de Costos y Precios la potestad de determinar y fijar el “precio justo”. Para ello, las empresas están obligadas a suministrar la estructura de costos de producción de los bienes y servicios.

La Superintendencia estudia los costos y determina cuál es el “precio justo” del bien y así evitar que se produzcan “ganancias excesivas”.

Pronto en la economía habría solo “precios justos” y la inflación estaría bajo control, pues ya nadie podría incrementar sus precios para aumentar sus ganancias. Pero lamentablemente, ésa no es la película que veremos, pues el análisis de la Ley parte de una errada e inadecuada concepción de cómo se forman los precios y —más importante aún— cuál es su función económica.

Sabemos que, desde el punto de vista del consumidor, el precio de un bien o servicio es la cantidad de dinero que tenemos que entregar para adquirir un bien.

Pero el precio, en realidad, es mucho más que eso. El precio de un bien o servicio es información. El sistema de precios es un sistema descentralizado de señales que informa a los actores económicos sobre la escasez relativa de los bienes en la economía.

Cuando la demanda de un bien se incrementa, el precio aumenta y eso informa a los actores que ese bien es ahora más valioso para la sociedad. En consecuencia, otros productores decidirán asignar sus recursos productivos hacia el bien o sector encarecido, logrando incrementar la oferta de ese bien. Ese incremento de oferta, por cierto, hace retroceder los precios previamente encarecidos.

Los cambios en los precios relativos se comportan como un semáforo que indica hacia dónde deben dirigirse los recursos escasos en la economía. Estoy simplificando, ciertamente, pero quiero llamar la atención sobre el hecho de que los precios contienen información valiosa para que miles de consumidores y productores decidan qué hacer con sus recursos cada día.

Es un sistema dinámico y complejo. Noten que en todo el párrafo no hemos hablado de costos. La demanda o la oferta de un producto —y, en consecuencia, su precio— pueden modificarse sin que los costos de producción se vean alterados.

La estructura de costos no es el determinante de los precios. Y, precisamente, la Ley de Costos y Precios Justos pretende fijar los precios a partir de los costos.

El control de precios anula el sistema de precios como mecanismo de información, por lo que la asignación de recursos de la economía sufre, en el mejor de los casos, una distorsión que lo inutiliza.

Los agentes económicos pierden su mejor fuente de información. La satisfacción de las necesidades, gustos y preferencias de los consumidores requiere de un sistema económico que se adapte rápidamente a los cambios en la oferta y la demanda.

Sin precios formados libremente, la información pasa a ser ruido. Y el ruido no es bueno para tomar decisiones de inversión. Cuando hay controles de precios, hay menos inversión. Y eso, coincidiremos, no es bueno.

No son las ganancias, sino su origen

Ya dijimos que la estructura de costos no es, en realidad, un determinante de los precios. Pero la relación entre precios y costos si es relevante para varias decisiones económicas importantes en una sociedad: cuándo abrir una operación de producción, cuándo aumentar o disminuir la producción, y cuándo dejar de producir.

Un emprendedor que dispone de capital tiene como opción —quizá la menos rentable, aunque no la más riesgosa— depositar su dinero en un banco para obtener intereses.

Cuando decide invertir —es decir: cuando decide arriesgar su capital en la producción de un bien y servicio, pues nada le asegura un retorno a su inversión— lo hace con una expectativa de ganancia, ajustada por el riesgo que asume, que sea mejor a la que obtendría en el caso de continuar viendo televisión y cobrar los intereses al banco.

Los empresarios invierten con la expectativa de generar una ganancia, un retorno sobre el capital arriesgado. Algunos los logran y perduran. Otros no y quiebran. No hay garantías.

Revisan sus costos, saben el precio y deciden invertir. Siempre le irá mejor a aquel empresario que satisfaga mejor las necesidades y preferencias que los demás. La ganancia, entonces, tiene un claro beneficio social, pues es el motor que levanta del sofá al potencial empresario y lo estimula a arriesgar su capital para producir y satisfacer las necesidades, gustos y preferencias de los de los consumidores.

En una economía pueden producirse ganancias extraordinarias cuando, por ejemplo, un emprendedor innova, bien sea creando un producto o mejorando sus métodos de producción.

En esos casos, el esfuerzo se ve reflejado en las ganancias extraordinarias. La innovación y sus ganancias extraordinarias son el motor del cambio tecnológico y sus consecuentes incrementos en la productividad: el trasfondo del crecimiento económico. En otras palabras, las ganancias extraordinarias derivadas de la innovación causan crecimiento económico.

Pero basta que una empresa empiece a generar ganancias extraordinarias para que el sistema de señales del mercado se active y comience un proceso de competencia (e incluso de imitación) que eventualmente hará que las ganancias dejen de ser extraordinarias.

No sólo las ganancias tienen una función social: la posibilidad de obtener ganancias extraordinarias son claves para motivar la innovación y la productividad.

Pero también hay ganancias extraordinarias que son producto de acciones ilegales y que deben ser —son— prohibidas y castigadas. Empresas que se cartelizan (restringen la oferta) para vender con precios superiores a los que venderían bajo cualquier otra circunstancia o empresas que cometen prácticas de competencia desleal para afectar la capacidad operativa o la reputación de otras empresas, pudieran —en el caso de ser exitosas en sus malas artes— obtener ganancias extraordinarias. Esta clase de ganancias no tienen ningún beneficio social y deben ser perseguidas.

También se justifica la regulación en el caso de las ganancias que provienen de situaciones en las que por razones económicas y tecnológicas conviene que el bien o servicio lo preste una sola empresa: los llamados “monopolios naturales”, algo que cada vez es menos común, debido a los avances tecnológicos.

Otra fuente de ganancias extraordinarias son las políticas públicas: cuando leyes y regulaciones limitan la competencia en un sector, se producen condiciones para que las empresas obtengan ganancias extraordinarias.

No pocas veces empresas “capturan” al regulador y logran beneficios relacionados con la acción del Estado para proteger a algunas empresas de la competencia. Este tipo de ganancia, por supuesto, tampoco genera ningún tipo de beneficio social.

La Ley establece que si se desea introducir un nuevo producto al mercado debe solicitarse autorización para la fijación de precios. En conescuencia, la Ley inevitablemente afecta y desestimula los procesos de innovación necesarios para el crecimiento económico y para el aumento de la productividad y competencia, elementos esenciales para mantener los precios lo más bajos posible, algo que uno entendería como objetivo compartido en nuestra sociedad.

El bienestar de la Señora entrevistada requiere de políticas públicas que impidan ganacias extraordinarias cuya fuente sea ilegítima e improductiva, no políticas que desactive motores necesarios para el aumento de la productividad y la reducción de los precios: la innovación y la competencia.

Disponible en: http://dossier33.com/2011/08/angel-alayon-sociologo-iesa-opina-sobre-los-controles-de-precios/