miércoles, 25 de abril de 2012

Unos días en Caracas


(El profesor Miguel Ángel Santos realiza una reflexión sobre cómo cambia la percepción sobre la economía venezolana cuando te reencuentras con su realidad. Publicado en el diario El Universal, el viernes 20 de abril de 2012)

He vuelto a pasar unos días en Caracas y a sumergirme de nuevo en sus estadísticas económicas, en sus cifras, en sus detalles. Y han vuelto a aparecer esas enormes contradicciones que nos hacen incomprensibles a nosotros mismos, ya no digamos a los demás. El país no se ve mejor desde lejos. No, se ve siempre mejor desde cerca. Desde lejos no se aprecia su variedad, sus contrastes; se corre el riesgo de caer en esos lugares comunes gerenciales, económicos y sociales, en las frases hechas, el clásico "chico el problema de Venezuela ha sido siempre que... ". Desde lejos se suele cometer un error en el que también incurren algunos de los que observan desde adentro: Nos parece que la "verdad" y "lo más probable" es lo primero que se nos viene a la mente.

El país se encuentra entrampado entre no tener controles y padecer inflación, o tenerlos y padecer escasez. El sector privado vive cada día ante una suerte de bombo en el que se decide quién sobrevive y quién no, a quién le dará dólares Cadivi o el Sitme y a quién no, quiénes o qué sectores serán estatizados y cuáles no, quiénes irán presos y quiénes no, y de los primeros, quiénes saldrán pronto y quiénes no. Los ganadores de esta suerte de lotería recursiva sufren los controles de precios en algunos productos y sacan tajadas de hasta 40% y 50% en los demás. Para quienes la suerte o la confabulación con el gobierno les trae el don de la supervivencia las ganancias son fenomenales.

Pero he aquí que ese terrorismo de Estado hace posible que esos enormes márgenes de ganancias, perfectamente consistentes con el nivel de riesgo, no inviten, como sí lo han hecho en otras partes, a la competencia. El Estado con su bloquear la competencia, facilita el poder de oligopolio a quienes se mantienen vivos, persigue y liquida aleatoriamente a esos pocos, promoviendo monopolios. Cuando el fin llega, cuando sólo queda el Estado productor en una determinada industria, sobrevienen el caos y las importaciones.

Y así sucesivamente. En medio de una administración de corte socialista se han registrado no sólo las salidas de capital privado más grandes de la historia sino también las mayores tasas de rentabilidad al escaso capital privado que todavía queda en pie. Así lo suelen predicar los fundamentos de la teoría económica: Mientras más escaso es un recurso (en este caso, el capital privado) mayor será su rendimiento. Mientras tanto, nuestro salario real exhibe un poder adquisitivo similar al que tenía en 1966: Más de medio siglo de estancamiento.

Después de pasar una semana por esas calles, de asombrarme de nuevo ante la majestuosidad del Ávila y las calles vacías apenas entrada la noche, de convivir entre la zozobra y la felicidad y la facilidad para el trato que siempre nos ha caracterizado, se me hace evidente, como se le hace a todo el mundo, que el país se aproxima a una de esas grandes e inevitables encrucijadas que hacen historia. No le queda otra, como solía decir Yogi Berra, que tomarla. En la medida en que se aproxima, se le va a uno el aliento asomándose a ese amplio abanico de posibilidades que nos esperan, y que a grandes rasgos van desde las formas más primitivas de la barbarie hasta la propia civilización.

@miguelsantos12

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