sábado, 3 de marzo de 2012
La pobreza extrema es derrotable
(La profesora Rosa Amelia González, directora de Investigaciones del IESA, comparte un análisis sobre la pobreza extrema en Latinoamérica, ejemplificando el caso Venezuela y lo que es necesario para reducirla. Publicado en el diario Últimas Noticias, el 3 de marzo de 2012)
Cerca de 10% de la población del país, de acuerdo con cifras oficiales, se encuentra en pobreza extrema.
Eso significa que alrededor de 2 millones 800 mil venezolanos no tienen los ingresos que les permitan comprar los alimentos para satisfacer los requerimientos básicos diarios. Que esa situación permanezca, después del ingreso de cientos de miles de millones de dólares producto del aumento de precios de venta del barril de petróleo, es una demostración de la dicotomía entre los problemas reales de los venezolanos y la asignación de recursos públicos.
De acuerdo con la Cepal, el menor porcentaje de población en pobreza extrema, en América Latina, lo tiene Chile, cerca de 4%. Costa Rica tiene 6,8%, Brasil 7% y Perú 9,8%. Luego Venezuela con el 10% ya señalado. De manera que, para alcanzar a Chile, tendríamos que reducir la pobreza extrema a menos de la mitad del valor actual. La gran cantidad de recursos recibidos por el fisco, provenientes del petróleo, ha influido en la reducción de la pobreza extrema. Pero en modo alguno ha significado que sea sostenible. No habrá reducciones comparables a las de los países con menor pobreza, a menos que exista una estrategia coherente y sistemática.
La estrategia debe contar, en primer lugar, con el consenso de todos los sectores del país. Eso incluye tanto el liderazgo político, como las más amplias expresiones de la sociedad, en los trabajadores, en el sector productivo, en los centros académicos, en las expresiones de los grupos organizados. La pobreza extrema podría erradicarse si la sociedad lo asume como un objetivo de todos los días.
Para que la reducción de la pobreza sea permanente, debe estar vinculada a la creación de riqueza. Y eso no es otra cosa que la posibilidad de invertir para crear buenos empleos. Que estén asociados con beneficios, pero también con la creación de capacidades. En otras palabras, optar por la creación de empleos de calidad es otra forma de expresar que la pobreza cierra posibilidades y nos hace retroceder a todos.
La atención directa a la situación de pobreza extrema de cada familia solo es posible si existen los mecanismos para identificar esos riesgos. Y para ello se requiere la medición directa de las condiciones de vida y los procesos institucionales para realizar ese seguimiento. Y también para que los recursos que sean asignados sean utilizados de acuerdo con los objetivos propuestos y los criterios de selección previstos. Sin estas prácticas, la pobreza extrema seguirá ocultando las caras particulares de quienes la padecen.
Y, finalmente, asumir la reducción de la pobreza como objetivo social supone la vinculación directa con las zonas y familias, así como el amplio espectro de las organizaciones sociales que se dedican a prestar servicios en estas áreas. De manera que la estrategia debe ser siempre inclusiva, abierta, respetuosa de las personas y de sus prácticas.
Una estrategia de reducción de la pobreza extrema que contemple al menos estos cuatro aspectos tiene mucho para ser exitosa. Supone que se puedan establecer las metas en períodos relativamente cortos. Desde esa perspectiva, y con los recursos humanos, institucionales y financieros que seguimos teniendo, la pobreza extrema en Venezuela puede eliminarse. La rapidez con que lo podamos alcanzar dependerá de la solidez y amplitud del acuerdo social que nos propongamos realizar.
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