La semana pasada comencé a responder a un cliente su pregunta clave: ¿vale la pena quedarse? Comencé diciendo: "Es obvio que el modelo político-económico del país se primitivizó y el foco es contra la empresa privada. Basta oír un discurso del Presidente, su carga antiempresa privada, sus amenazas contra los productores, la creación de expedientes (reales y ficticios) contra empresarios para justificar los "despojos", la utilización de la expropiación como "castigo" contra sus adversarios".
Pese a esto y muchos otros argumentos negativos sobre el entorno, mi conclusión parecía un contrasentido: "Deben quedarse". ¿Por qué?John: detallar riesgos no parece un buena idea para justificar quedarse, pero la realidad es que en el primitivismo y la incapacidad de la revolución es precisamente donde conseguirás los mejores argumentos. El Presidente necesita controlar las instituciones políticas que le garanticen un blindaje extraelectoral, especialmente en momentos en que su popularidad no está en la zona de confort.
La radicalización política está cantada. Sin embargo, en el plano económico la historia puede ser otra, pese a sus primeras reacciones. No nos debatimos entre modelos moderno y primitivo, sino entre qué tipo de primitivismo vamos a tener: un modelo marxista, que plantea la toma total de los factores de producción y un modelo nacional socialista (status quo), donde la empresa existe, y hasta puede ser rentable, pero cercada por el Estado.Pero si bien el Gobierno está en una especie de "propedéutico" que podría llevarnos a uno u otro modelo, su experiencia ha sido muy negativa.
La caída de la producción de cemento y cabillas y su fracaso estrambótico en la construcción de viviendas no han pasado desapercibidas.La respuesta alternativa la ensaya en Bicentenario, donde la propiedad pasa al Estado, pero la operación queda en manos privadas, manteniendo sus proveedores clásicos. ¿Qué gana el Gobierno? Una valla de "hecho en socialismo". ¿Y el privado? Posible pago por su activo (más probable en extranjeras), remuneración por la operación y un pie en la puerta para reconquistar su propiedad cuando el modelo colapse... y dada la inviabilidad... colapsará.
Entonces, ¿vale la pena que te vayas? NO y no porque el país no sea un desastre. Simplemente no está claro que tu empresa esté en el target y podrías perder lo que has construido: marca, participación y conocimiento de consumidores y canales. Segundo, porque aún en el peor escenario, las características de tu negocio te protegen, sin contar con la posibilidad de mantener la operación, las marcas activas e incluso las importaciones.Tercero, porque las probabilidades de que el Gobierno mantenga el país operando bajo intervención total es un límite que tiende a cero. Mi impresión es que se verá obligado a flexibilizar, toda vez que un colapso productivo es riesgoso políticamente. Creo que veremos en breve acciones oxigenantes.
La devaluación es un evento de alta probabilidad en el primer trimestre 2011, acompañada por algunos mecanismos formales o informales para la repatriación de capitales, buscando evitar el cierre de grandes corporaciones que son vitales para su estabilidad.¿Quiero decir con esto que no hay riesgos? Claro que los hay y están vivitos y coleando. Lo que digo es que el balance de riesgo y oportunidad es favorable a quedarse y más aún cuando tu inversión en el país es sólo un puntico en tu mapa de inversiones globales. Si logras estar cuando pase la tormenta, te comerás el mercado.Obviamente, esto no indica que puedes quedarte como estás. Hay mucha reingeniería pendiente para minimizar los riesgos, pero algo de nuestra conversación tenías que reservar para ti.
Artículo de opinión
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