viernes, 4 de marzo de 2011

José Mayora \\ Gadafi: el otro estadista invidente

En una de sus tantas peroratas, Chávez se jactaba de ser un estadista, habida cuenta que él era un jefe de Estado. Para su información, estadista es una persona con gran saber y experiencia en los asuntos de Estado. Por extensión se ha calificado como tal a todo aquel que ejerce la primera magistratura de un país, sin embargo, se puede ser jefe de Estado, pero no estadista.

El asunto se agrava cuando el estadista de marras no sólo adolece de esos saberes esenciales, sino que padece también de invidencia, discapacidad que exige como mínima sensatez, que el personaje en cuestión se retire del poder para dar paso a quien esté investido con tal atributo.

Recientemente la humanidad entera, que ya es bastante, ha visto con perplejidad por los medios mundiales de comunicación, la protesta popular que ocurre en Libia, así como la obstinada posición de Gadafi por mantenerse en el poder. No sólo eso, presenció la decisión de 129 países, miembros del más universal de los foros, excluyendo a Libia del Consejo de Derechos Humanos.

Frente a lo evidente, un canal de televisión, Telesur, afirmó que en Libia existe una gran fiesta de adhesión al líder de la revolución; un embajador, el de Venezuela, informó que en tres días no había habido un solo muerto; un canciller, Maduro, aseveró que en Libia se libraba una guerra civil; finalmente un presidente, Chávez, afirmó no saber a ciencia cierta lo que allí ocurría y se declaró amigo del líder libio. Curiosamente, estas expresiones están cubiertas por el manto protector del más longevo de los cultores del poder, Fidel Castro: ¿qué ocurre en esa especie de triángulo de las Bermudas representado por Fidel, Hugo y Gadafi?

El descubrimiento no es que Chávez asuma actitudes de agudo estadista, de estudiada ingenuidad, de ignorancia calculada, de percepción selectiva o de fingida sorpresa. En el fondo algo se esconde detrás de todo ese tinglado que se ha venido construyendo a espaldas del pueblo soberano: ¿saben los venezolanos cuál es el verdadero trasfondo de los acuerdos que Chávez ha firmado con sus aliados? Esa desconocida realidad no se difunde como el gran problema, es la verdadera sorpresa con la qué se va a encontrar el próximo gobierno cuando asuma la conducción del país.

Preocupa cómo desde la sociedad democrática se afirma que con un nuevo presidente saldremos de esta pesadilla. Pues yo creo que no, estoy persuadido que la verdadera pesadilla comenzará el mismo día que la sociedad democrática gane las elecciones, cosa que no dudo.

Es probable que muchos ciudadanos estén soñando con el día siguiente: el país será distinto, se devolverán los bienes expropiados, muchos querrán regresar al origen. Tales esperanzas convertirán en sal y agua la justa victoria del 2012, pues el tan ansiado enroque no será automático.

Las encuestas pueden estar acertadas en cuanto a las simpatías que los ciudadanos expresan por algunos líderes, el problema es si esas simpatías se compadecen con la magnitud de la tarea que le tocará asumir al nuevo mandatario, ¡he allí el detalle!

Nadie duda de la necesidad de la unidad de la sociedad democrática, de la inminencia de las primarias, de la pertinencia de la tarjeta única, tampoco deben dudar de la necesidad de un pacto social monolítico para enfrentar los próximos 20 años, (por la medida pequeña) unidos y con la perseverancia suficiente para pagar un sacrifico inescapable.
¡Requerimos un candidato que sea un verdadero estadista!

Publicado el 04 de marzo de 2011
Artículo de opinión
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mayora.j@gmail.com

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