lunes, 30 de mayo de 2011

Gustavo Roosen \\ Generación en riesgo

Se habla con alarma del alto nivel de desempleo juvenil en España. Podría decirse igual de China. Y de tantos otros países, diferentes en grado de desarrollo y en orientación política y económica, pero hermanados en este fenómeno que amenaza a las nuevas generaciones, cuya reacción estremece ahora mismo al mundo como explosión de una clase tecnocrática joven que busca presencia y participación.




Armados de estadísticas, los especialistas pueden diferir en las cifras según el metro con el que midan, pero en lo que coinciden sin duda es en advertir el carácter estructural del problema del desempleo juvenil, su alarmante crecimiento en el actual contexto político-económico-social del mundo y sus repercusiones futuras. Sociólogos y psicólogos, por su parte, advierten el explosivo fenómeno de frustración que se viene incubando como consecuencia de una visión de las relaciones sociales y de las urgencias económicas que termina cerrando a los jóvenes el campo de las oportunidades.


Si hasta el momento se podía argumentar la falta de formación adecuada como una de las causas del desempleo juvenil, la gravedad del fenómeno toma hoy otra dimensión cuando se observa que afecta incluso a quienes han acumulado años de preparación. El mercado laboral no absorbe a quienes carecen de formación, pero, además, frustra a los más formados.Las listas del desempleo están llenas de graduados. Antes aun de egresar, perciben que su condición próxima es la de desocupado.


No resulta fácil explicar o entender las causas del problema. ¿Crecimiento económico insuficiente? ¿Visión del crecimiento ajena a la generación de bienestar? ¿Desajuste entre expectativas y realidad del mercado? ¿Divorcio entre la formación y la práctica laboral? ¿Regulación inadecuada del mercado laboral? ¿Efecto no buscado de los procesos de automatización e innovación tecnológica? ¿Competencia con los adultos mayores también en busca de trabajo?


En lo que sí coincide la generación de adultos es en mirar con preocupación que sus hijos no tendrán las mismas oportunidades que ellos tuvieron y que, al contrario, les ha tocado competir en un mercado laboral signado por el desempleo, el subempleo, la precariedad y hasta la discriminación. Lo que para las generaciones anteriores era transitorio, amenaza con convertirse en permanente. De acuerdo con las proyecciones de la OIT, las tasas de desempleo juvenil han demostrado ser más sensibles a la crisis que las de los adultos.Y como no es fácil explicar las causas del problema, tampoco lo es ofrecer la solución.Habría que preguntarse si de verdad la estamos buscando, si la sociedad está dispuesta a repensar en serio su esquema de funcionamiento, desechando incluso algunos de los paradigmas cuya vigencia no se puede sostener más.


Parece evidente, por de pronto, que es necesario pensar en la pertinencia del sistema económico y en su capacidad para generar empleo, por una parte, y, por la otra, en la del sistema educativo y en su capacidad para interpretar las nuevas necesidades de la sociedad, las nuevas habilidades que ella exige, las nuevas condiciones para la generación de empleo productivo.Pese a las cifras oficiales, en Venezuela la generación de empleo, especialmente juvenil, ha venido cayendo en los últimos meses. Detrás de los datos interesadamente optimistas se esconde una realidad que disfraza formas de desocupación, subempleo, empleo informal, precariedad laboral, cuyo índice ha crecido en forma alarmante en los últimos años y que afecta especialmente a los jóvenes.


Frente a lo que se presenta como una falla estructural del mundo moderno, que amenaza a las nuevas generaciones con el fantasma del desempleo y la frustración, es responsabilidad de quienes tienen que definir políticas públicas abordar el problema en su integridad y proponer los cambios necesarios, estructurales, no circunstanciales. La consagración del derecho al trabajo no puede ser para las nuevas generaciones una mera entelequia de las fórmulas constitucionales.


Artículo de opinión publicado el 30 de mayo de 2011



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