martes, 7 de junio de 2011

Ramón Piñango\Liderazgo en estas circunstancias

El asunto de las precandidaturas de la oposición desató un torbellino de acuerdos y desacuerdos y de egos desmedidos que obliga a plantearnos el tema del liderazgo de manera clara y directa. La difícil y compleja circunstancia que vive el país está a la vista de todos. Si pocas cosas están bien, lo único seguro es que casi todo va a empeorar.

En tal circunstancia, la preventa de las candidaturas presidenciales muestra cosas poco alentadoras: el lanzamiento, a como dé lugar, de jóvenes que se sienten predestinados a ser Presidente, o de no tan jóvenes que se sienten mejor preparados que nadie para serlo; conspiraciones para cerrarle el paso a uno o a otro; grupos políticos que, por creerse superiores al resto, consideran que no tienen que negociar con nadie; la inexistencia de una propuesta concreta y atractiva para la gran población.

Algunos analistas comentan que así es la dinámica política, pero que lo importante es que está en marcha el proceso previsto para escoger el candidato, que las cargas se enderezan en el camino y la unidad triunfará. Pero las cosas no parecen tan sencillas. No puede darse por descontado el triunfo electoral de la oposición en 2012. Chávez todavía cuenta con el respaldo de un sector nada despreciable de la población y con los cuantiosos recursos materiales e institucionales de Estado. Por ello preocupa que la oposición se desgaste en enfrentamientos internos que merman la capacidad de lucha contra el régimen, y que el liderazgo opositor tolere, cada vez menos, las críticas que, con la mejor buena fe, le formulan personas y grupos abiertamente apuestos al actual Gobierno. Tal actitud obliga a hacer tres precisiones en relación con el ejercicio del liderazgo en la Venezuela actual.

Primero, liderar es no es imponerse con trucos baratos, desprestigiando a quienes piensan de otra manera. El más barato de todos los trucos es acusar como parte de la antipolítica a quien critique a los políticos o sus partidos. De esta manera se convierte a entes valiosos como la MUD en una formidable fuerza centrífuga que repele a todo el mundo que disienta de ella.

Segundo, no hay liderazgo que pueda fundamentarse en el desprecio del colectivo que se aspira a liderar: hoy un partido, mañana la oposición y eventualmente el país entero. Y cómo se ejerza el liderazgo en cada una de esas fases servirá para predecir cómo ha de ejercerse en fases posteriores. En tal sentido, el comportamiento de casi todos los aspirantes a ser Presidente no luce muy esperanzador. En el ejercicio del liderazgo para moldear las expectativas de la gente primero hay que reconocerlas. Esto exige una humildad que parece estar muy oculta en estos días.

Tercero, la calidad del liderazgo depende de las exigencias de los seguidores.Luego, la mayor responsabilidad de los ciudadanos es exigir a los líderes políticos el tipo de conducta que consideramos deseable. Podemos comprender las complejidades de los papeles que desempeñan, podemos tener algo de paciencia. Pero ni esa comprensión ni esa paciencia pueden ser desmedidas, porque si lo son atentan contra el fortalecimiento del liderazgo y las organizaciones políticas. En tal sentido, ni la unidad ni la lucha contra el chavismo pueden enarbolarse para proteger a los líderes políticos y su desempeño mediocre, ni mucho menos el argumento de "eso es lo que tenemos".

Que consideraciones como éstas sean tomadas en cuenta dirá mucho de la capacidad de los aspirantes no sólo para ganar las elecciones sino también de su capacidad para gobernar, en una circunstancia inmensamente más difícil que la actual, a un pueblo mucho más impaciente y exigente.

Artículo de opinión
El Nacional, 07 de junio de 2011
www.el-nacional.com
www.iesa.edu.ve

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