Domingo Maza Zavala fue por años mi compañero de página, los miércoles, en El Nacional, hasta que su columna pasó a ser publicada los jueves. Piezas indispensables para la comprensión de la economía nacional, sus escritos fueron reflejando, cada vez con más angustia, su preocupación por el destino del país a la vista de los desatinos que observaba en el manejo de la economía, particularmente por la creciente y ciega dependencia del petróleo y las incongruencias en materia de política fiscal, cambiaria y monetaria.
Con tono de alarma cada vez más apremiante sus artículos transmitían la inquietud por la presencia de un Estado omnipotente, intervencionista, propietario de los medios de producción, hostil al espíritu empresarial, a la gestión gerencial y a la propiedad privada, además de desordenado, inconsistente e ineficiente. Estudioso del desempeño económico de los países del mundo y particularmente de los de Latinoamérica, nadie podría decir que Maza Zavala comulgó plenamente con los postulados del Consenso de Washington, producto de la reflexión de un importante grupo de economistas y pensadores políticos, adoptado parcial y voluntariamente con errores y aciertos por varios países latinoamericanos, fundado en una visión aperturista y sobre el propósito de la unidad hemisférica con base en el intercambio comercial ampliado.
Su solidez profesional y su experiencia lo acercaron, sin embargo, a un pensamiento económico y social como el que hoy prevalece en los países exitosos de la región, expresado precisamente en postulados como disciplina fiscal, prioridades del gasto público, liberalización del comercio internacional, estímulo a la inversión, defensa de la propiedad privada, entre otros, aplicados de manera racional y consistente, con las correcciones necesarias y los ajustes exigidos por las nuevas condiciones del continente y la realidad del intercambio global.
La evolución de su pensamiento le permitió una visión actualizada y realista, capaz de distinguir las claves del éxito y los caminos que conducen al fracaso. Fiel a su formación, no ocultó jamás su posición favorable a una eficaz intervención del Estado; realista y sensato, reconoció, simultáneamente, las fuerzas del mercado y las condiciones para su equilibrio y apostó por el fortalecimiento de las instituciones y su independencia.Cuando constatamos las diferencias entre los países que crecen y los que se estancan o retroceden, y cuando, simultáneamente, Cuba sorprende con la convocatoria del sexto Congreso del Partido Comunista, para abril de 2011, para debatir los temas de la economía, cabría preguntarse qué pensaría Maza Zavala.
¿Cómo analizaría el borrador sometido a discusión para un encuentro excepcional que, a declaración de Raúl Castro, debe concentrarse en lo económico: la solución de los problemas, la actualización del modelo, la adopción de nuevos lineamientos por parte del partido y la revolución? ¿Cuál sería su análisis de una convocatoria que se produce en un momento marcado por ajustes económicos aparentemente orientados hacia una apertura y modernización de la economía, emprendidos según sus promotores para "actualizar el modelo socialista", pero muestra evidente de su fracaso? ¿Cuál sería su interpretación de estos anuncios y su pronóstico sobre el alcance y los resultados? ¿Cómo vería la política y la economía venezolana a la luz de este viraje?
Nos hará falta su buen juicio y su voz sensata para entender la dirección de los cambios, para recordar el valor de unas políticas dirigidas a la prosperidad con justicia social y para frenar el descalabro al que conduce una fijación con la utopía retrógrada.
Artículo de opinión
Miércoles, 17 de noviembre de 2010
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