En las últimas elecciones legislativas en Estados Unidos los votantes manifestaron su descontento con la gestión económica del presidente Obama, hicieron que los demócratas perdieran el control de la Cámara de Representantes. Ese voto castigo se produjo, principalmente, por la frustración que sienten los norteamericanos ante el débil crecimiento de su economía, que ha mantenido la tasa de desempleo en niveles muy elevados (9,6%).
Algunos economistas, como Paul Krugman, son de la opinión de que la forma de corregir esa situación es a través de la aplicación de la receta keynesiana, es decir, el incremento mucho más agresivo del gasto público y la implantación de políticas monetarias más laxas, con el fin de inyectar liquidez al sistema para así estimular el consumo; la mayor demanda, a su vez, estimularía la actividad productiva, y generaría mayores oportunidades de empleo. Otros, por el contrario, los vencedores republicanos entre ellos, piensan que lo que debe hacerse es reducir los impuestos, pero evitando caer en desequilibrios fiscales que generen mayores déficits y que expandan la oferta monetaria, pues ello implicaría mayor endeudamiento público y riesgos inflacionarios.
El hecho es que el mensaje de los votantes fue muy claro: queremos más oportunidades de empleo. En días pasados Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal (FED), o banco central de Estados Unidos, anunció el reforzamiento de la política monetaria expansiva que se ha venido aplicando a través de la inyección de 600 millardos de dólares destinados a comprar bonos del Tesoro norteamericano, los cuales serán adquiridos con nuevos dólares creados por la FED que se inyectarán a la economía. Con ello se busca expandir la cantidad de dinero en poder del público para estimular el consumo y reducir las tasas de interés que se cobran por los créditos bancarios, lo que estimularía a los consumidores y a las empresas a pedir prestado para consumir o invertir más.
Adicionalmente, la mayor demanda de bonos por parte de la FED tenderá a elevar el valor de esos títulos, que sumado al aumento esperado en el precio de las acciones, se traducirá en un aumento patrimonial de los norteamericanos, lo que pudiera estimular sus gastos de consumo. Por último, se espera que esta acción de la FED debilite el dólar frente a otras monedas como el euro, lo cual incentivaría las exportaciones norteamericanas. La mayor demanda debido al incremento del consumo, de la inversión y de las exportaciones se traduciría en mayor producción y menor desempleo, sin que ello implique mayor inflación, ya que lo que hoy está planteado en esa economía es el riesgo de que se produzca una deflación, es decir, un proceso sostenido de caída de precios.
¿Qué implicaciones podría tener todo esto para el mundo emergente? Por una parte, se podrían incrementar los riesgos de formación de una burbuja especulativa de activos, ya que parte de esa mayor liquidez pudiera canalizarse hacia esos países, y aumentaría la entrada de capitales volátiles que en cualquier momento pudieran salir de forma abrupta (ver mi último artículo "¿Próxima burbuja?"), pero, por la otra, ello podría traducirse en mayores oportunidades de exportación hacia la principal economía del mundo. En el caso específico de Venezuela, el debilitamiento esperado del dólar se podría traducir en mayores precios de los commodities, el petróleo entre ellos, lo que nos generaría ingresos adicionales por nuestras exportaciones, pero también un encarecimiento de los abundantes alimentos y otros productos básicos que hoy importamos.
Artículo de opinión
Lunes 09 de noviembre de 2010
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