(El investigador y profesor del Centro de Emprendedores del IESA, Aramis Rodríguez, afirma que no debe rechazarse el papel de la educación como un medio para reforzar la actitud emprendedora. Publicado en El Universal, el 8 de enero de 2013)
En algunas oportunidades he escuchado opiniones como: "no tiene sentido que un estudiante monte y desarrolle un negocio de la mano de un académico que nunca ha comenzado uno, sería como aprender natación en un salón de clases", "es como que un sacerdote me aconseje sobre el matrimonio" "el emprendedor aprende emprendiendo un negocio".
Los avances realizados en la teoría del aprendizaje social han llevado al desarrollo de diferentes programas educativos que tratan de impulsar, a través del aprendizaje, el fenómeno emprendedor en una forma más activa. El papel que pueda jugar la educación en los fenómenos de emergencia y calidad empresarial se viene debatiendo desde hace algún tiempo. Hay quien piensa que a través de la educación no es posible impulsar y mejorar el desarrollo de la actitud emprendedora en los individuos, ya que se podría reducir su capacidad de crítica, de independencia, impregnándole de una visión ajena a la realidad. Sin embargo, hay otro grupo de pensadores que sugieren que la educación no sólo proporciona los conocimientos necesarios para realizar las diferentes tareas, sino también desarrolla la creatividad, el ingenio, la imaginación y, también, la flexibilidad y capacidad de adaptación necesarias para desencadenar el proceso emprendedor.
Sin entrar en el debate teórico del aprendizaje, se puede intuir que el emprendedor, para montar su negocio, no sólo requiere de algunas características específicas que provienen de su carga genética. Aunque es cierto que hay una actitud básica de curiosidad y de inquietud interna, que no todos tienen, también es cierto que estas cualidades se desarrollan y se potencian.
Se ha demostrado que no basta con poseer rasgos de personalidad idóneos para ser emprendedor. Si una persona muestra un amplio sentido de independencia, necesidad al logro, asunción de riesgos, además muestra ser innovador y proactivo, pero no cuenta con las habilidades y aptitudes necesarias (experiencia y formación) para llevar a cabo una iniciativa, y tampoco con factores ambientales y externos favorables, probablemente la motivación y confianza en sí mismo se vean afectadas negativamente y, por ende, las probabilidades de convertirse en emprendedor, y sobre todo exitoso, puedan disminuir.
Estoy de acuerdo en que quizás nuestro sistema educativo actual no es el más adecuado para potenciar actitudes empresariales, sin embargo, también creo que no debe rechazarse, ni simplificarse, el papel de la educación como un medio para reforzar la actitud emprendedora de los individuos.
Si bien es difícil aprender a nadar sin echarse al agua, es más difícil aún ganar una medalla olímpica en natación sin rodearse de tecnología, ni de aprendizajes de un equipo, en el cual no necesariamente todos nadan. Pienso que la solución está en el adecuado diseño de una formación específica que estimule el comportamiento empresarial, y no en hacer comparaciones simplistas que desmeritan la labor de los académicos.
aramis.rodriguez@iesa.edu.ve
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