miércoles, 2 de diciembre de 2009

Gustavo Roosen \\ Para superar dificultades

Acuerdo-desacuerdo, satisfacción-disgusto, aprobación-descalificación suelen ser las reacciones ante los índices que publican organismos internacionales u otras instituciones sobre temas tan diversos como pobreza, derechos humanos, competitividad, gobernabilidad, corrupción, transparencia, desarrollo humano, desarrollo democrático. Pocos se preguntan, sin embargo, cómo fueron elaborados, en qué se fundamentan, qué se puede aprender de ellos.

Analizábamos, a este propósito, el Índice de Transformación Bertelsmann, BTI, instrumento creado por la Fundación Bertelsmann de Alemania con el propósito de medir las variables democracia, economía de mercado y gerencia política de diversos países y contribuir al desarrollo de estrategias exitosas de transformación política, social y económica.

El Índice de Transformación Bertelsmann publica dos rankings: el índice de Status, que clasifica a los países de acuerdo con el avance de su democracia y economía de mercado, y el de Gerencia, que los ordena en función del desempeño gerencial de su liderazgo. La más reciente medición, la de 2008, aplicada a 125 países, sobre la base de 6.500 evaluaciones, 17 criterios y 52 indicadores, ubica a Venezuela en la posición 79 en el índice de Status y 119 en el de Gerencia.

Analizados los criterios con los que se mide la dimensión Gerencia y las preguntas a partir de las cuales se describe su estado, para el caso Venezuela resalta de manera preocupante la enorme brecha que separa nuestras deficiencias de la capacidad del liderazgo nacional para superarlas.

Cuando la aspiración de los Estados modernos es hacia una democracia efectiva y una economía de mercado socialmente responsable, nuestra realidad choca con evidencias tan alarmantes como, por una parte, un debilitamiento del imperio de la ley, de la institucionalidad, de la separación de poderes y, por otra, con una entorpecedora confusión entre una altisonante prédica socialista y la construcción de un ineficiente capitalismo de Estado.

Analizadas las debilidades, resalta la falta de eficiencia en el uso de los recursos, el desperdicio de capacidades y talentos, la incapacidad para coordinar políticas públicas estables, la falta de planificación y el desorden administrativo, espacio para el florecimiento de la anarquía y de la corrupción, permitida por incapacidad o complicidad, enfrentada de forma insincera.

Tan grave como esta dificultad es la incapacidad para construir consensos, para decidir los objetivos económicos y sociales del país sin imposiciones ni exclusiones, para abonar y desarrollar un proceso de reconciliación, para gerenciar los conflictos y resolverlos por los caminos del diálogo, de convocar de manera leal la participación de la sociedad, no en espera de adhesiones sumisas o interesadas sino de actitudes críticas y constructoras.

La falta de prioridades bien definidas y compartidas, el predominio de la improvisación o de la visión de corto plazo y de los intereses políticos o personalistas inmediatos limitan la capacidad gerencial del Estado venezolano.

La incapacidad para aprender de los errores, de corregir rumbos y de incorporar transformaciones con oportunidad y flexibilidad terminan en la adhesión a utopías retrogradas que, lejos de adelantar propuestas de futuro, aceleran el retroceso.

Para superar las dificultades hay que conocerlas. El Índice de Transformación Bertelsmann es una buena clave.

Si algo revela el BTI es nuestra limitada capacidad realizadora y la falta de políticas para acortar distancias, superar las dificultades, construir, en definitiva, el futuro, con estabilidad, responsabilidad y esperanza.

Artículo de opinión
Miércoles, 02 de diciembre de 2009
www.el-nacional.com

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