El título de este artículo se usa en el béisbol para referirse a quien espera por su turno al bate cuando su antecesor ejerce su oportunidad de enfrentar al pitcher. Aquí tiene una acepción metafórica para referirme a quienes esperan su oportunidad para pasar al frente de los grandes guisos, una vez que algunos grandes peces se han enredado en las redes de la justicia.
El cuento es sencillo: en estos días asistimos al circo de los cuatro bancos intervenidos; a la exposición de personajes que supuestamente se han enriquecido en negocios con el Estado; a la estimación de las fortunas que crecieron con la revolución bolivariana. Pero al final alguien está "prevenido al bate", esperando por su oportunidad de oro, pensando en cómo puede sustituir a los caídos y correr con mejor suerte, o salir justo a tiempo. Y todo esto porque las oportunidades siguen allí, porque la posibilidad de enriquecerse depende del sistema y no sólo de la astucia de algunos individuos.
Las oportunidades de riqueza súbita serán mayores mientras haya abundancia de petrodólares y mientras el gobierno o mejor dicho, la burocracia domine más sectores industriales, tenga más bancos, administre más comercios, venda e importe más alimentos, en fin, mientras más avance este capitalismo de Estado disfrazado de socialismo del siglo XXI. Yo creo que el Estado tiene un rol muy importante que jugar, lejos de los sueños neoliberales de los mercados autorregulados.
Pero de allí a esta hipertrofia burocrática, a este desenfreno hegemónico, hay un largo trecho. Veamos este pantano estatista desde varias perspectivas. En un país, o en un campamento como este, rebautizado con el eufemismo de "República Bolivariana", que depende exclusivamente de la renta petrolera desde que Juan Vicente Gómez abriera las válvulas, es fácil que germine el rentismo.
Desde la tercera década del siglo XX, nuestra dirigencia política optó por convertir al país en un vagón pegado a la locomotora petrolera. Al mando, en la cabina que nos guía, unos señores deciden quién se lleva los grandes negocios; quién se enriquece en un cuarto de hora; quién se asocia con los ministros; quién se viste de testaferro. Esto ha sido así desde el benemérito para acá, aunque en cada cambio del sistema político nuevos actores invoquen la eficiencia militar o la democratización de la renta petrolera.
Se han escrito muchas cosas sobre los sistemas políticos rentistas, pero quiero mencionar apenas dos. En una vertiente de la literatura económica se habla de cómo cuando los burócratas suman dos más dos, caen en cuenta de que habrá más oportunidades para ellos en tanto más negocios estén en manos de la burocracia y en cuanto haya más controles, alcabalas y documentación exigida.
La corrupción está relacionada con las instituciones gubernamentales y con el proceso político: mientras mayores y abundantes sean las empresas del Estado, entonces mayores serán las comisiones, sobreprecios y negocios relacionados. Mientras mayores sean los controles, más oportunidades de cobro habrá por "abrir el portón" y dejar que fluyan los privados.
Una segunda vertiente de la literatura especializada se concentra en cómo se asigna el talento en economías dominadas por los llamados "buscadores de rentas". Mientras en economías productivas el talento se asigna a la innovación productiva u organizacional y de esta manera se acelera el crecimiento económico, en las economías rentistas el talento se asigna a buscar la manera de redistribuir riqueza (no a crearla) y de esta forma se limita el crecimiento de largo plazo.
Piense en estas cosas; vuelva a leer la prensa de estos días e imagine quien está "prevenido al bate" esperando su turno después de la alharaca, después de los insultos presidenciales, después de la pose muy seria del ministro, después del show del caído en desgracia.
Artículo de opinión
Miércoles, 02 de diciembre de 2009
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