viernes, 25 de junio de 2010

José Mayora \\ Desfachatez, inmoralidad o democracia

Recientemente en una entrevista dada por el líder del proceso a un periodista de la londinense BBC afirmaba, con cierta petulancia, que Venezuela era uno de los países donde había más democracia en el mundo, dejando en entredicho a una gran parte de las democracias universales.

El comandante presidente está persuadido que con la revolución bolivariana, Venezuela está comenzando a saber lo que es democracia. Después de 11 años en el poder, el régimen debiera exhibir, en papel oficio, los logros obtenidos. Para quienes vivimos la democracia en las vías venezolanas y no en las grises calles londinenses, esta afirmación debe validarse con sus ejecutorias.

A los venezolanos se les ofreció refundar al país, habida cuenta del deplorable estado en que lo habían sumido los líderes de la mal llamada cuarta república. Las líneas maestras de tal oferta se dirigían hacia un país sin corrupción; con un nuevo ciudadano; sin vicios burocráticos; con más solidaridad; finalmente, con más democracia.

Once años después, ¿de verdad hay más democracia? La refundación debía dar, entre otros resultados, a un nuevo venezolano con una nueva moral pública. Ciertamente, los últimos acontecimientos hablan de nuevas personas y nuevos hábitos.

Once años, incluida la invalorable ayuda de la lista Tascón, ha sido tiempo suficiente para depurar a la administración pública. Ya no debe quedar nadie con los vicios puntofijistas. De hecho, dentro del más acendrado espíritu democrático, el líder pregona que no volverán toda vez que sus cabezas serán fritas en aceite. Sin embargo comandante, ¿qué esta pasando?

Desde la perspectiva de la gerencia pública, no hay mejor ejemplo de los hombres nuevos gobernando que la crisis eléctrica. La incompetencia gerencial obligó a buscar un chivo expiatorio cuya selección recayó en un indefenso menor de edad.

En los procesos de participación también ha emergido un hombre nuevo. Es un deleite el festín democrático que presenciamos cuando ese hombre nuevo, con el más clásico espíritu retaliativo, denuncia empresas privadas o fincas, no importa su tamaño, para que se las arrebaten a la oligarquía, en el entendido que mientras menos emprendedores haya, más democracia habrá en el país.

Sin duda que donde el hombre nuevo revolucionario ha alcanzado su más aquilatado perfil es en el campo de la soberanía alimentaria. Este sacro templo socialista, ha dado pie para que se haya destapado un desmesurado caso de putrefacción espiritual: la moral pública se descompone, paulatinamente, dentro de unos contenedores.

La grandiosidad de este hecho radica en que los autores de esta monstruosidad son revolucionarios químicamente puros, ubicados a lo largo y ancho de la voluminosa administración pública, que voluntariamente dejaron perder 92 millones de kilos de alimentos que, al contrario de otros hechos tan censurables como este, no lo pudieron esconder y que, desde el líder del proceso hacia abajo, han justificado la pérdida como algo insignificante, si se compara con la cantidad de alimentos que se han importado y se han distribuido en el pueblo.

Ahora sí entiendo lo que significa ser el país con más democracia en el mundo y una promisoria potencia: un país moralmente desgarrado; operativamente ineficaz e ineficiente; movido por resentimientos sociales; dirigido por los nuevos hombres revolucionarios de dudosa escrupulosidad. ¿Es concebible mayor inmoralidad con tales atributos?

Artículo de opinión
Viernes 25 de abril de 2010
http://noticias.eluniversal.com/2010/06/25/opi_art_desfachatez,-inmora_25A4077171.shtml

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