Hay cosas cuyo entendimiento se nos dificulta. Venimos de dos semanas en las cuales los desmanes y desafueros del líder del proceso en contra de la sociedad civil han sido evidentes. Hemos visto atónitos cómo se han incrementado la frecuencia y duración de las atosigantes cadenas.
Todos los días se abre un contenedor lleno de comida acaparada por el gobierno, que el pueblo soberano no ha podido disfrutar. Cada vez es más palpable la aversión oficial hacia la clase obrera y sus genuinos representantes. A pesar de lo dicho y de muchas otras cosas, las encuestas parecen indicar que el Presidente ha aumentado su popularidad. No tengo porqué dudar del método para realizar las encuestas pero después del papelón que estas hicieron en Colombia, me comienza a entrar un escalofrío preelectoral. ¡Pongamos en remojo las bardas!
¿Cómo es posible que, en un escenario como el descrito, el líder del proceso, mejore su posición en las encuestas? Tengo la sensación que cometemos un gran error al pretender que los círculos capitalinos en los cuales nos desenvolvemos son un termómetro del acontecer nacional. Las agresiones gubernamentales son percibidas como tales por un reducido grupo de personas con acceso a Globovisión. Desconocemos los muchos a quienes les debe entrar un fresquito cada vez que el líder increpa a los oligarcas depredadores. Recuerden la cadena desde Lácteos Los Andes cuando uno de sus trabajadores pedía, con evidente satisfacción, que se expropiara a la empresa de transporte que le presta servicios. Eso puede ser un guión, pero de ser así, el trabajador es un excelente actor pues lucía muy natural.
No sé qué tienen que decir los analistas responsables de los sondeos de opinión. Me imagino que deben andar buscando explicaciones convincentes para presentárselas al público. No dudo que, una vez más, el plato fuerte de estas argumentaciones es que el discurso de la oposición no engancha con el gran público, que no le llega al pueblo llano. No es tarea fácil llegar al pueblo cuando en la otra esquina se encuentra quien tiene todos los medios materiales para meterse en la vida y voluntad de los ciudadanos.
Demás está decir que el poder del líder es ilimitado, como nunca antes lo había tenido presidente alguno. Demás esta decir que ejerce el poder a su antojo. Demás está decir que mientras esté repartiendo, difícilmente un discurso opositor se podrá enganchar con un pueblo que recibe títulos académicos fáciles, comida y carros a precio subsidiado, participación en propiedades colectivas que nunca poseerán, en fin incentivos muy poderosos para mantener el afecto popular así sea interesado.
El discurso agotador sin contenido, como también lo califican los analistas, es agotador para una parte de la población, la más reducida. Para el pueblo llano la esperanza renovada constantemente de que algo le tocará, sigue siendo la gran esperanza y eso sólo se logra con una amplia gama de ofertas atractivas, así su porcentaje de cumplimientos sea muy bajo. Lo importante es mantener el poder del dinero y de la conciencia clientelar cercana.
Opino que debemos buscar nuevas y distintas explicaciones que superen la manida frase del distante discurso oposicionista. Si pedimos renovación en el liderazgo político, también deberíamos pedirla en los opinadores de oficio. ¡Es hora ya que los encuestadores comiencen a buscar otras explicaciones más consistentes acerca de los inexplicables resultados recientes!
Artículo de opinión
Viernes,18 de abril de 2010
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