jueves, 16 de septiembre de 2010

Ramón Piñango \\ Llegó la violencia

*** Le presentamos a continuación el artículo del profesor Ramón Piñango sobre la inseguridad del país y sus consecuencias en la sociedad venezolana.
En texto completo reproducimos:

La inseguridad personal evoluciona no sólo por el aumento sostenido en el número de muertes por homicidio, sino también por su complejidad como fenómeno social. Una de sus líneas de evolución es particularmente preocupante: la fusión de la inseguridad personal con la violencia. Hace años hemos venido sufriendo el aumento de la probabilidad de ser asaltados, heridos, asesinados o secuestrados por delincuentes. Pero ahora, además de esa probabilidad, corremos el riesgo de que el delincuente exagere el dolor que causa a su víctima.


Eso fue lo que ocurrió con las personas degolladas por los asaltantes de una tienda en Higuerote, o por la señora que en Los Jardines del Valle también fue degollada para robarle su Blackberry, cosa que hicieron delante de su hija menor. Todos esos casos constituyen actos delictivos llevados a cabo con violencia que da rienda suelta a la ira irrefrenable de quienes los cometieron.Son actos de por sí espantosos que nos dejan perplejos, preguntándonos qué podemos hacer para detenerlos, porque sin duda muestran una seria patología social.

Sin embargo, si nos alarma que estemos presenciando actos delictivos contra las personas cometidos con violencia, más nos debe alarmar que la violencia sea cada vez menos el monopolio de delincuentes, porque rápidamente parece expandirse como mancha de aceite en una diversidad de ámbitos sociales, tan diferentes como el militar, el policial, el político y la comunidad en general. Los asesinatos de dos oficiales en el Fuerte Tiuna, las declaraciones del general sobre el destino de cárceles o bajo tierra que merecen los delincuentes, el beneplácito con que sordamente unos cuantos ciudadanos recibieron estas declaraciones, la manipulación de la muerte de Franklin Brito, en la cual muchos se negaron a ver violencia, son sólo algunos de los ejemplos que nos deben llamar a reflexión.

Nadie que diga ser responsable puede voltear la mirada. La terrible presencia altiva de la violencia se ha hecho clara en la sociedad venezolana. No es que se trate de un fenómeno nuevo, que de repente emergió como si de la nada saliera, se nos plantara en frente y nos retara. No.Desde hace largo tiempo invocamos la violencia con el descontrol de las policías, la inexcusable tolerancia del horror de las cárceles por las élites de la cuarta y la quinta república, el lenguaje político que busca la eliminación total del contrario, la criminalización de los sectores populares porque "en esos barrios se crían los delincuentes".

La ceguera y la irresponsabilidad conducen a muchos a no percatarse de la regla de oro de la violencia: la violencia engendra violencia. ¿Que es preciso buscar con cuidado las causas de la violencia en una sociedad? Sin duda que sí. ¿Que esas causas son múltiples y complejas? Por supuesto que es así. Pero, más allá de todo análisis, la verdad histórica sigue siendo que la violencia causa violencia, y que, por tanto, para detenerla hay que lograr que alguien deje de practicarla, aunque parezca injusto, tonto y peligroso.

En todo caso, no puede permitirse la incitación a la violencia con el lenguaje, que incurramos en la omisión de no denunciar los actos violentos porque no tienen que ver con uno, como ha pasado con las cárceles o como ocurrió con la muerte silenciosa del delincuente herido en el Paraíso, más que por causa de unos disparos, por una despiadada ausencia de compasión.Es urgente actuar contra la violencia, venga de donde venga. Constituye una irresponsable ligereza blandir el argumento de que los venezolanos no somos violentos. En toda sociedad existe el riesgo de la violencia. No somos la excepción. Si no lo reconocemos, todos seremos sus víctimas.De hecho, ya comenzamos a serlo.

Artículo de opinión
Jueves, 16 de septiembre de 2010

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