**Compartimos con ustedes el artículo del prof. José Mayora sobre el exitoso rescate de los mineros en Chile y su análisis de la actuación institucional.
No estoy seguro que la prodigiosa y creativa imaginación de Julio Verne haya podido anticipar una ficción similar a lo que recientemente ocurriera a 33 seres humanos los cuales, casi desde el centro de la tierra, nunca se imaginaron su gran capacidad para convocar a toda la humanidad en un verdadero sentimiento de solidaridad. Más allá de todo lo heroico y asombroso que nos pueda parecer, lo acontecido a los mineros chilenos ofrece, a los pueblos latinoamericanos, más lecturas de las que uno se pueda imaginar. Desde la superficie, la perplejidad por lo ocurrido no fue capaz de doblegar a la fe de las personas y a la decisiva actuación institucional.
En ambos casos, resistidos a aceptar una realidad muy probable y apoyados en el aprecio por la vida, se logro que, por una parte, millones de seres humanos invocaran en sus plegarias a los infortunados mineros y, por la otra, que muchas organizaciones sacaran lo mejor de sus experticias para alcanzar su objetivo de salvamento.También desde las profundidades, el mismo aprecio por la vida de quienes fueron objeto del siniestro y el anhelo por reencontrase con sus propias realidades, logró que se unieran esfuerzos, voluntades y conocimientos para mantener vivas no solo sus esperanzas sino los cuerpos donde ellas se hospedaban.Un siniestro de tal magnitud permitió comprobar que por muy plural en sus orientaciones que sean los ciudadanos de un país, pueden ser monolíticos en su gentilicio.
Gracias a este hecho, se logró que, desde la más alta esfera oficial, se convocara a todas las fuerzas internas y externas para recibir cualquier aporte material o inmaterial, que contribuyera a realizar lo que parecía imposible.Desde la profundidad, la experticia de los mineros acostumbrados a la oscuridad de las galerías pero con mucha claridad en sus conciencias, en el uso de sus talentos, en el control de sus emociones, y en la unanimidad de su objetivo, logró que pudieran soportar con estoicismo, las inclemencias de un ambiente laboral que, ya en condiciones normales, es muy duro. Más allá de la alegría que experimentamos por ver cómo uno a uno los mineros regresaron del centro de la Tierra para retornar al centro de sus vidas, este acontecimiento tiene que mover la fe y la esperanza de muchos pueblos latinoamericanos quienes sienten que sus países se están hundiendo en la debacle y no precisamente por decisiones de la naturaleza.
Las desesperanzas son muchas y variadas. Países que se están sumiendo en una conflictividad absurda, alimentada desde los estamentos dirigenciales. Países cuyos gentilicios se vienen horadando y desglosando de manera que su recomposición se torne difícil, por no decir imposible. Países cuyos liderazgos no se percatan que las adversidades no se programan y que en algún momento tendrán que convocar las voluntades nacionales y las internacionales también, corriendo el riesgo de no obtener la respuesta adecuada.Desde la oscuridad de las minas chilenas, emerge una luz alentadora: ¡Bienvenidos a la vida, mineros!
Publicado el 15 de octubre de 2010
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