Recientemente varios países latinoamericanos han estado recibiendo cantidades crecientes de capitales financieros. La abundante liquidez internacional, las bajas tasas de interés en el mundo industrializado y las escasas posibilidades de inversión en las economías más avanzadas debido al bajo crecimiento que éstas aún experimentan como secuela de la gran crisis de 2008, hacen que los inversionistas globales busquen opciones atractivas para colocar sus recursos, y algunos países de nuestra región parecen ofrecer esas oportunidades.
Esto ha llevado a múltiples analistas a alertar sobre el peligro potencial de que se esté formando otra burbuja especulativa, cuyo estallido futuro pueda desencadenar una nueva crisis internacional o, por lo menos, generar severos problemas en los países hacia donde hoy fluyen los capitales.Ese escepticismo tiene sus bases en experiencias recientes que han desencadenado crisis de envergadura en múltiples economías emergentes, que en un principio recibieron ingentes cantidades de capital, pero que al cabo de un tiempo perdieron esos recursos de forma abrupta debido a cambios en las expectativas de los inversionistas.
Ese éxodo de fondos genera situaciones muy adversas, ya que las súbitas pérdidas de reservas internacionales desencadenan devaluaciones masivas, que a su vez producen inflación, recesión y alto desempleo.Cabe entonces preguntarse si los temores de formación de la nueva burbuja especulativa tiene fundamentos sólidos o no. De acuerdo con algunos expertos, las posibilidades de que ello ocurra son remotas, ya que buena parte de los fondos que hoy fluyen a esas economías emergentes son inversiones foráneas directas para la creación o ampliación de empresas de producción o de prestación de servicios, que son bastante estables y mucho menos volátiles que las inversiones especulativas de corto plazo, que así como ingresan pueden salir de forma abrupta.
Adicionalmente, se menciona que las economías latinoamericanas que hoy reciben esas inversiones están sólidamente posicionadas, debido a sus buenas perspectivas de crecimiento, a la baja inflación que afrontan, a la flexibilidad de sus tipos de cambio y a los altos rendimientos que ofrecen. Esto no sólo las hace atractivas hoy, sino que les reduce los riesgos de ser víctimas en el futuro de fugas masivas de capitales foráneos.Está por verse cuál de las posiciones expresadas, el escepticismo de los pesimistas o el optimismo de los otros, prevalecerá, pero lo que sí está claro es que los capitales que hoy fluyen hacia estas economías ofrecen, por una parte, importantes oportunidades para avanzar en el desarrollo, y por la otra, riesgos que hay que minimizar para evitar la materialización de crisis futuras.
En cualquier caso, Venezuela no tendrá que afrontar esos riesgos en el futuro inmediato, ya que son muy pocos los inversionistas internacionales interesados en nuestra economía. ¿Quién distinto de los socios políticos del Gobierno puede ver oportunidades de inversión en Venezuela ante el creciente hostigamiento a la iniciativa privada, las flagrantes violaciones de los derechos de propiedad y la ausencia de un Estado de Derecho? Bueno, por lo menos podrán argumentar nuestras autoridades que esta vez sí estamos blindados contra cualquier riesgo de súbitas salidas masivas de capitales extranjeros especulativos. Sin embargo, yo preferiría que en Venezuela tuviéramos que lidiar con esa eventualidad, en vez de que nuestra economía sea percibida como una sin oportunidades.
Artículo de opinión
Lunes, 25 de octubre de 2010
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