Más de un mes después de las elecciones
presidenciales, - que ganó cerca de la mitad del país que vota y que quería
ganar, o que perdió cerca de la mitad del país que vota y que también quería
ganar - nos encontramos en una
circunstancia peculiar: quienes ganaron no se sienten felices y protestan como
nunca por la lamentable situación en que se encuentran ni están seguros de que lo mejor les espera; y quienes perdieron se sienten pesimistas
esperando lo peor. A todas estas, el liderazgo de uno u otro lado del
polarizado espectro político coinciden en su actitud bíblica: tengan fe, tengan
fe porque lo bueno llegará, aunque así no parezca, si ustedes siguen haciendo
lo que han hecho, si siguen creyendo en quienes los han guiado.
Pero además de esa coincidencia en el llamado
a la fe, hay otra similitud entre el liderazgo oficialista y el opositor. El
oficialista maniobra como nunca tratando de asegurarse de que el poder nacional
no se les escape. El opositor lucha como gatos patas arriba para no perder la
pequeña cuota de poder regional que tiene. Pero en esa lucha por el poder hay
una diferencia significativa: el oficialismo, con audacia cercana a la
temeridad, recurre al planteamiento de una reorganización de la estructura
política administrativa del país con eso de la sociedad comunal, e incluso a la
redefinición a fondo del pacto base de la nación representado en la Constitución.
Hablan de una constituyente.
Unos cuantos se burlarán de esas acciones del régimen. No es de extrañar que algunos analistas digan pronto su muy manoseada argumento del “trapo rojo”. Digan lo que digan analistas y políticos, el hecho constatable es que el oficialismo está mostrando una iniciativa política, una capacidad para poner la agenda de la discusión pública que está acorralando a la oposición. Esto es grave y debe ser reconocido así por el liderazgo opositor.
No
se trata de criticar a la dirigencia opositora por criticarla, sino de expresar
una apreciación que parece ser compartida por muchos. De esa dirigencia, uno
espera acción, movimiento, fuerza, propuesta, crítica contundente a la gestión
gubernamental, en una palabra: “iniciativa”. Iniciativa que mueva al país que
se oponga al régimen, que haga pensar a quienes lo apoyan y que exija
reacciones al oficialismo. Tener iniciativa es todo lo contrario a tener una
actitud defensiva. En esta actitud ha estado hundido el liderazgo opositor
cuando el único mensaje que de ella tenemos en nuestro cerebro es el llamado a
votar en las próximas elecciones. Ciertamente ese llamado es muy importante,
pero también es muy insuficiente. Insuficiente porque la gente espera mucho
más. Tan es así que cayó como agua fresca el llamado de Antonio Ledezma al modesto
acto de desobediencia civil de no pasar las máquinas de control.
La
Venezuela opositora al régimen, e incluso parte de la no opositora, espera de
sus líderes que hagan algo significativo en relación con las condiciones para
votar, y sobre por qué estaría mejor el pueblo si la mayor parte de las
gobernaciones las gana la oposición, pero algo significativo mucho más allá de oponerse
al gobierno chavista. Cosa particularmente importante sería que la oposición
esté con la gente en sus luchas para mejorar sus vidas.
Lo que esperamos es una
oposición con garra y no simplemente reactiva, capaz de colocar al gobierno a
la defensiva.
(Twitter: @rapinango )
Si te interesa el tema del liderazgo, te invitamos a ver este video:
La prueba del ácido del liderazgo >>
(Twitter: @rapinango )
La prueba del ácido del liderazgo >>
No hay comentarios:
Publicar un comentario