Los estudios clínicos, dentro de 10 años, seguro señalarán la fortaleza cardíaca del venezolano. Algún efecto fortalecedor debe tener el estar expuesto a una elevada dosis de sobresaltos. Simple selección natural: quienes sobrevivan al crepitar semanal del estrés y la angustia venezolanamente cotidiana, deberán tener un corazón fuerte, nervios de acero y una inmensa y espontánea flexibilidad y capacidad de adaptación al cambio.No es para menos. Lo reto, haga una revisión del récord de noticias de las últimas semanas: aumentan vertiginosamente los casos de dengue (haga un balance de los casos recientes entre conocidos y familiares), el número de infectados por el mal de Chagas quizás se cuente en cientos de miles y, para colmo, cerraron el mercado permuta.
Este es un cuento de disparadores y sobresaltos. Empecemos por el dengue. Este es el nombre común de una enfermedad transmitida por el mosquito común (Aedes aegypti), la cual es producida por cuatro variantes de la familia de un virus identificado como el Flavivirus. Es frecuente en niños y ancianos y se caracteriza por la aparición de un cuadro de fiebre aguda que dura entre tres y siete días y es acompañada por dolores musculares, de las articulaciones y de cabeza. Como resultado de la furia de los dioses, la variedad de dengue más común en Venezuela es la conocida como "dengue hemorrágico", nombre adjudicado por razones obvias.
Rezan las leyendas médicas que esta es una enfermedad de origen chino, cuyo primer reporte formal data del año 1789. Como una de esas alegorías de la historia, téngase presente que en ese año ocurrió la Revolución Francesa. Pero ojo, no se sobresalte, pese a que el dengue tiene características epidemiológicas de fácil propagación y alto récord de manifestación sintomática, hay una buena noticia: su tasa de mortalidad es relativamente baja.Primera conclusión: el dengue, aunque incómodo, no debe sacarlo de sus casillas.No compre exageraciones; sobre todo si pueden ser estrategias del imperio para socavar una revolución que avanza.
Segundo cuento: el mal de Chagas. Esta enfermedad es conocida también como la enfermedad de Chagas-Mazza en honor a sus descubridores, los médicos Carlos Chagas (brasileño) y Salvador Mazza (argentino). Esta es una enfermedad parasitaria propia de las regiones tropicales, la cual es producida por la inoculación de un parásito protozoario conocido como Trypanosoma cruzi. Este parásito habita un reservorio natural formado por roedores, murciélagos y armadillos y es transmitido a los humanos por un insecto popularmente conocido como "chipo". ¿Cómo ocurre el contagio? Por picaduras, en las cuales el animalito defeca y deposita el parásito, el cual es luego inoculado al torrente sanguíneo ayudado por el acto de rascarse.
Esta enfermedad tiene dos expresiones, una aguda y una crónica. La primera se caracteriza por fiebre, aumento de tamaño del hígado y el bazo y miocarditis. La segunda, la cual ocurre en 30% o 40% de los casos, trae consigo dilatación del corazón, del esófago y el colon, y puede conducir a muerte repentina. En la guerra contra esta enfermedad, identificada por primera vez en 1909, hay dos noticias, una buena y otra mala. La buena es que los medicamentos más efectivos contra el mal de Chagas se basan en tecnología venezolana y fueron desarrollados en el Instituto de Estudios Avanzados (Idea), en el año 2006. La mala noticia es que la tasa de mortalidad del Chagas es relativamente alta, entre 30 y 50%: alerta que este virus camina por las faldas del Ávila y por América Latina.
La tercera fuente de sobresaltos de las últimas semanas es el salto y posterior cierre del mercado de dólares conocido como el mercado permuta. Este mercado era la opción más asequible que teníamos los venezolanos para cambiar bolívares por dólares. Luego de la devaluación del 8 de enero de 2010, muchos apostamos a que el tipo de cambio permuta pudiese acercarse al tipo de cambio preferencial superior (Bs.F. 4,30 por dólar) o al menos estabilizarse.
Esta ingenua presunción se basaba en la conjunción de tres elementos: a) el petróleo apuntaba a equilibrarse en alrededor de los $70 por barril; b) a este precio el Gobierno podría inyectar más dólares por la vía de Cadivi a Bs.F. 4,30 por dólar; y c) en un año electoral, el Gobierno tendría todos los incentivos para frenar los efectos inflacionarios de la devaluación y estimular la actividad económica, con el fin de "comprar" una percepción social de bienestar que se capitalizaría en votos, en las elecciones de septiembre de 2010.
Como sabemos, esta hipótesis rodó y la realidad confirmó las expectativas apocalípticas de los habituales predicadores de catástrofes. ¿Qué ocurrió? Siempre resulta más fácil explicar el pasado que anticipar el futuro.
La explicación se nutre de varias conjeturas. En primer lugar, la actuación del Gobierno parece revelar que la situación fiscal (balance entre ingresos y egresos del Estado) es peor que lo imaginado. Las crisis bancaria y eléctrica pueden haber sido más costosas de lo admitido y prefigurado; la producción petrolera puede ser inferior a lo conservadoramente supuesto por algunos analistas independientes (que suponían que si bien no era tan boyante como expresaba el Gobierno, tampoco era tan dramática como señalaban los expertos petroleros críticos del oficialismo); y finalmente el Gobierno podría no haber estado dispuesto a usar en el corto plazo los pocos ahorros que le permitirían enfrentar la situación electoral de septiembre.
Todas estas son hipótesis que buscan alguna racionalidad antes de admitir argumentos de pura y simple torpeza e inutilidad. Finalmente, ¿con qué no contaban los planificadores gubernamentales? Con una brutal contracción de la inversión y de la disposición a producir en Venezuela, provocada por años de discurso contra la empresa privada, de amenazas regulatorias, de intervenciones, expropiaciones, garrotazos, controles, trabas y trato diferencial por razones políticas.
El resultado: la oferta local se contrajo a tal punto, que cualquier inyección de gasto y estímulo fiscal de la economía solo promete inflación y escasez. Ahora que entiende los sobresaltos debería comprender por qué se observa esa extraña combinación entre depresión y una rumba catártica que raya en el paroxismo.
Artículo de opinión
Miércoles, 19 de mayo de 2010
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