miércoles, 12 de mayo de 2010

Pavel Gómez \\ Miseria del Voluntarismo

El voluntarismo es esa creencia arraigada de que la voluntad es suficiente para definir o crear la realidad. En Wikipedia, el voluntarismo es definido como "la formación de ideas o la toma de decisiones que se basa en lo que resulta deseable o agradable de imaginar, en lugar de basarse en las evidencias o la racionalidad".
El imaginario venezolano está construido sobre una alta dosis de voluntarismo y su encarnación más contundente es el mito bolivariano.
Simón Bolívar, el ícono más poderoso de nuestra memoria colectiva, es voluntarismo puro: "Si la naturaleza se opone lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca" escuchamos desde el preescolar hasta el hastío.

El voluntarismo tiene una cara positiva o deseable: en el amor y en la guerra la férrea voluntad nos acerca al trofeo. En todo acto de seducción, la voluntad y el convencimiento ciego son requisitos para el triunfo, para el arrebato de una plaza o de un beso. El guerrero o el amante dudosos están perdidos irremediablemente.
Pero la guerra y el amor son terrenos diferentes al de la construcción de un país. La guerra y el amor son devastadores de razón y creadores de sentido en el instante. La construcción de un país implica la superación del instante, la juntura de razón y pasión en un proyecto colectivo.

Cuando el arrebato y la furia del guerrero o el amante deben transmutarse en construcción de un proyecto, el voluntarismo debe ceder el paso a la articulación colectiva, al uso de incentivos a lo que los especialistas llaman, no sin cierto rebuscamiento, "el diseño institucional". En esto consiste la evolución social desde el adolescente guerrero o amante al estadista.
Este es el paso que nunca dio Simón Bolívar, cuyo fracaso hemos pagado caro los venezolanos en los últimos doscientos años. Ese portento de la guerra y el amor que fue capaz de dirigir a una banda de llaneros y caribeños a través del páramo inclemente en una campaña verdaderamente admirable, se derrumbó como un castillo de naipes cuando le tocó edificar un proyecto de país sobre las ruinas de la guerra.

Ese pequeño gigante, que libertó a la mitad de América Latina, se enfrentó a sus miserias cuando le tocó jugar a la política en paz y coordinar voluntades para la reconstrucción. Este estruendoso fracaso, que nos hemos antojado en borrar de nuestra memoria durante los últimos doscientos años, se debió justamente a que la coordinación de intereses diversos y su conexión con un proyecto de país requiere del diseño de instituciones y de la comprensión del rol de los incentivos económicos y políticos en la conducta humana.

Hoy nos estrellamos con el mismo muro. La política corriente gira alrededor de un nuevo mesías, cuyo embrión fue alimentado por "notables", dueños de medios, oligarcas formados por la tesorería nacional y predicadores de la antipolítica.
Hoy una nueva gesta voluntarista es guiada por otro seductor irredento, que de nuevo es seguido por una caterva de adulantes, reidores de chistes malos, choros encapillados y aplaudidores de humillaciones televisivas.
Hoy nuestra política se estrella de nuevo contra los linderos del voluntarismo, contra el alambre de púas de los límites de la glosa y la parábola, contra la evidencia contundente de lo que no responde a órdenes ni a gritos ni a deseos, por más sublimes que puedan ser estos últimos.

El uso indiscriminado de la metáfora y la maña se estrellan aparatosamente contra la trivialidad del tipo de cambio permuta, contra algo tan pueril como los precios de los alimentos, contra algo tan vulgar como la disposición a invertir de los más comunes empresarios. El uso del garrote, con todo el sonido y la furia de la pose militar, es impotente para convocar a la construcción de un proyecto de país, para coordinar voluntades, para convocar decisiones futuras de inversión.
El garrote funciona contra el que había invertido, contra el que enterró su riesgo y su riqueza en un boceto de país, pero es inútil para invitar a sembrar, a crear, a producir, a cooperar, a ser sustentablemente solidario, a aceptar regulaciones sensatas a cambio de recompensas compensadoras del riesgo y las oportunidades alternativas.

Como hemos afirmado, en la actualidad el voluntarismo se estrella contra tres piedras: a) la contracción de la oferta nacional; b) la devaluación del tipo de cambio permuta; y c) la inflación. En los movimientos de estos tres indicadores se manifiesta un problema originario: el deterioro de las expectativas de empresarios y consumidores sobre la sostenibilidad y el rumbo del actual modelo de desarrollo.
La primera pregunta que surge es cuál es el detonante de este deterioro acelerado de las expectativas económicas. La respuesta apunta al menos a dos factores. Por una parte, las amenazas presidenciales, la malandrería regulatoria han desmotivado la inversión y elevado significativamente los costos de producir en Venezuela. Al principio muchos pensaban que el blanco de las amenazas eran los grandes intereses, pero ahora la percepción de amenaza es generalizada.

Por otra parte, la combinación entre la devaluación de enero y las señales negativas sobre la solvencia fiscal del Gobierno han disparado las alarmas de insostenibilidad del tipo de cambio permuta. El rezago en la activación de Cadivi y la escasa inyección de dólares al tipo de cambio oficial crearon un marco de exceso de demanda del dólar permuta, con los resultados observados: 20% de devaluación de la divisa paralela, entre el 10 de marzo y el 10 de mayo de 2010.
La inflación es una variable de resultado: la contracción de la oferta de bienes y servicios, sumada a las expectativas de incrementos de precios por devaluación y a los ajustes de precios regulados, han disparado la inflación de abril: 5,2% mensual, la más alta desde febrero de 2003.

El voluntarismo es esa creencia arraigada de que la voluntad es suficiente para definir o crear la realidad: "La formación de ideas o la toma de decisiones que se basa en lo que resulta deseable o agradable de imaginar, en lugar de basarse en las evidencias o la racionalidad".

Artículo de opinión
El Mundo, 12 de mayo de 2010
www.elmundo.com.ve

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