miércoles, 15 de agosto de 2012

Vivir viviendo


(El profesor del IESA, Ricardo Villasmil, reflexiona en torno a la angustiosa necesidad del ciudadano común por cubrir los bienes y servicios para su familia y el rol que debe desempeñar el Estado para desarrollar políticas que permitan la generación de empleos bien remunerados. Publicado en el diario El Universal el sábado 11 de agosto de 2012)

Buscar sin éxito un empleo que permita cubrir las necesidades de su familia es una de las peores angustias que puede tener un padre. Es uno de esos dramas que sólo podemos entender cuando lo vivimos en carne propia, cuando vemos su impacto sobre el orgullo y la autoestima.

Cuando vemos que, en esas circunstancias, el auxilio económico de un familiar o del Estado ciertamente ayuda, pero a la vez potencia el sentimiento de minusvalía.

Precisamente por ello, una de las preocupaciones fundamentales de los Estados modernos es que todas las personas en edad de trabajar tengan la oportunidad de tener un empleo. Pero, claro, no un empleo cualquiera. El ingreso por él generado tiene que alcanzar para cubrir los gastos fundamentales de la familia: alimentación, salud, vivienda, etc.

En otras palabras, no basta con que el empleo sea bien remunerado, es importante que los bienes y servicios básicos sean asequibles.

Tomemos el caso de la vivienda. Dos de cada tres familias venezolanas tiene ingresos inferiores a dos salarios mínimos (4.100 bolívares). Si tomamos como norma general que el gasto en vivienda no debe superar una tercera parte del ingreso total del hogar, tendremos que el pago mensual de vivienda de dos de cada tres familias debe ser inferior a 1.366 bolívares.

A la tasa hipotecaria actual, un pago mensual de esa magnitud permite financiar unos 136.600 bolívares, pero un apartamento de 60 metros cuadrados en los Valles del Tuy, por ejemplo, tiene un precio promedio de mercado de alrededor de tres veces ese monto. El Estado debe subsidiar una parte de la diferencia para las familias más necesitadas, pero en ningún caso la totalidad de la diferencia para todas las familias.

Lograr que todos podamos tener acceso oportuno a una vivienda de calidad requiere entonces combinar una política de subsidios focalizados en las familias más necesitadas con una política económica e institucional capaz de lograr tres cosas: 1) elevar la productividad del trabajador y por esa vía sus ingresos; 3) estimular la producción masiva de viviendas de calidad con acceso a servicios públicos y al equipamiento social correspondiente; y 3) reducir el costo de la vivienda.

Esta no es una trinidad imposible. Otros países latinoamericanos lo están logrando. Nosotros también podemos hacerlo.

@rvillasmilbond; www.ricardovilla.com

1 comentario:

Unknown dijo...

Hombre, si un salario no te permite acceder a los bienes y servicios que necesitas no es una buena remuneración. Así de simple.

Ahora, lo que se debe es incrementar los salarios sin que crezcan proporcionalmente los precios, de manera que la capacidad adquisitiva aumente en el tiempo. Y eso solo se logra incrementando la productividad del factor trabajo.