Una de las grandes paradojas de la conducta humana es la dificultad de lograr acuerdos cooperativos. En muchas situaciones, se tiene plena conciencia de que el resultado deseable solo es posible si hay cooperación y sin embargo terminamos perdiendo todos, ya que cada quien espera que los demás se sacrifiquen antes que él.
Esto puede ocurrir entre parejas, hermanos, amigos, socios o partidarios de un fin político.
Un caso notorio es lo que ocurre al interior de esa mezcolanza llamada "oposición", de cara a las elecciones parlamentarias. La reciente reforma del sistema electoral ha producido unas reglas que favorecen a las mayorías simples (50% más uno) y reducen la representación proporcional de las minorías. Lo primero que llama la atención es que el único grupo político que protestó este cambio fue el PPT.
En la acera de los opositores hubo un silencio cómplice, bajo el argumento de que si ellos lograsen arrebatarle la mayoría al oficialismo, entonces el sistema los favorecería. Lo que no se hizo evidente fue que al oficialismo le resulta más sencillo actuar monolíticamente que a la diversidad opositora.
El mismo error de siempre: sobreestimar sus posibilidades.
Desde hace semanas observamos una pelea a cuchillo entre los figurones y los partidos, entre los que quieren primarias y los que buscan consensos, entre los "independientes" y los "cogollos". Al final es más de lo mismo que nos trajo hasta acá: el conflicto entre la antipolítica y la política.
La crítica demoledora a los partidos y a los políticos fue lo que alimentó a un mesías.
Por ello lo deseable es que el futuro sea de partidos y de políticos profesionales. De "independientes" tenemos una larga lista: los que desaparecen tras una elección o huyen al exterior después de ser alcaldes o saltan la talanquera en una votación crucial en el congreso o se comportan como "agentes libres" o son simples figurones de programas de televisión.
Pero en el corto plazo, la única posibilidad pasa por un "acuerdo perfecto". Si esto se sabe, ¿por qué es tan complicado lograrlo? Hay un "juego" que ilustra esto: el dilema del prisionero.
El cuento es sencillo: dos personas saben que si cooperan, ambos estarán mejor; pero al mismo tiempo, si una coopera y la otra no, el oportunista obtiene mucho y el que coopera pierde mucho.
Cada quien le teme a quedar en la posición del cooperador ingenuo y prefiere ser el oportunista. Al final nadie coopera y ambos pierden.
Imaginemos un caso hipotético: para definir quién encabeza la lista por el estado Miranda hay dos opciones: o encabeza la lista un ex gobernador que actúa como "agente libre", que se pasó un tiempo de "vacaciones", que representa la política de la cuarta república, o el puesto le corresponde al partido mejor posicionado en ese estado.
El acuerdo preliminar, a nivel nacional, es que las listas las encabeza el partido mejor posicionado en cada entidad y las primarias definirían los candidatos nominales, cuando no haya consenso.
Claro, en estados como Miranda, el primer puesto de la lista estaría asegurado para la coalición opositora. Lo que ocurre es que el ex gobernador sabe que quien representa la opción preferida para el partido, es una persona poco carismática. Luego, el "agente libre" se viste de muy democrático y pide primarias para los candidatos por lista. Pero para el partido, si no hay acuerdo en Miranda sobre su privilegio, entonces este no cooperará en otros estados donde la situación es inversa.
Por esta vía no habrá acuerdos perfectos, la oposición ganará menos de lo que podría y se impondrán esos "independientes" o "agentes libres", que quizás son simpáticos o mediáticos y que tanto daño le han hecho a la política venezolana.
Artículo de opinión
El Mundo Economía&Negocios
Miércoles, 17 de marzo de 2010
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