martes, 2 de octubre de 2012

La amenaza del mercantilismo

 (En una entrevista para el diario La Prensa (Panamá), escrito por Alfonso Acosta, el economista y profesor del IESA, Hugo Faría, afirma que el mercantilismo es un mecanismo de acumulación de riquezas a expensas del bienestar del consumidor. Publicado el 22 de septiembre de 2012)

 
El historiador Thomas Carlyle condenó famosamente a la economía como la “ciencia lúgubre” por considerarla sujeta a una preocupante obsesión con el desastre. 

Pero para el economista Hugo Faría, hoy profesor titular del Instituto de Estudios Superiores de Administración en Venezuela, la perspectiva que ofrece esta ciencia es una forma de inocular a la sociedad contra posibles desastres mediante acciones responsables.


Faría, de cabello gris y buen ánimo, explica que el fenómeno económico está ligado de forma intrínseca con los fundamentos sociales de la democracia y que un deterioro institucional puede llevar a graves problemas que afectan el estilo de vida de los ciudadanos de cualquier país.

El economista venezolano está en una posición privilegiada para analizar el fenómeno del mercantilismo de forma empírica. Profesor en universidades prestigiosas como Harvard y Chicago, ha visto de primera mano el deterioro político de su país.

LECCIONES DE UN PAÍS VECINO


Al preguntarle el proceso que llevó al estado actual de su país, describió una situación que permite hacer reflexiones.

Faría describe la historia: “los partidos políticos se encontraban desprestigiados. La población crecía más que la producción por políticas mercantilistas aplicadas por el Gobierno”.

“Estas políticas generaron pobreza, lo cual terminó siendo un campo fértil para el surgimiento de líderes carismáticos y mesiánicos como [Hugo] Chávez”.

Las clases mercantilistas creyeron que podían controlar a este nuevo jugador político, pero Chávez cimentó rápidamente su poder al favorecer económicamente a las fuerzas armadas.

Los empresarios, una clase desprestigiada, no tuvieron argumento moral, ya que ellos se favorecieron de las políticas corruptas de los gobiernos anteriores.

Por esta razón, Faría considera que una campaña de educación sobre los peligros del mercantilismo es urgente.

LA REALIDAD DEL MERCANTILISMO

Faría cree esencial en este proceso de educación definir adecuadamente los términos.

“El mercantilismo es un mecanismo de acumulación de riquezas a expensas del bienestar del consumidor”, indica el profesor, transformando rápidamente la entrevista concedida a La Prensa en una clase.

Como explica, el mercantilismo es el desarrollo de una relación simbiótica entre jugadores de mercados establecidos que se benefician de una protección de sus intereses por parte de la clase política que administra el gobierno.

Por su parte, “el Gobierno recibe poder e ingresos y la empresa recibe menos competencia en perjuicio de los consumidores”.

Esta relación simbiótica usualmente se manifiesta en forma de “regulaciones complejas que solo las puede aguantar el empresario grande o establecido, por ejemplo, en los requisitos para la asignación de licencias o contratos de obras”, lo cual “viola el principio de trato igual para todos, en efecto, violas el estado de derecho”.

“Esto genera mecanismos de exclusión que afectan al consumidor. Por ejemplo, las barreras al comercio internacional reducen el sueldo del consumidor local y tienden a encarecer el costo de su vida”.

Sobre la opinión de que las barreras comerciales son importantes, ya que estimulan la industria local, Faría conecta la economía al marco institucional.

“La solución es un ejercicio democrático. Si es un beneficio obvio, ¿por qué no le preguntas al supuesto beneficiario si lo quiere? Somete la idea a un referéndum: ¿Deseas poder adquirir un bien a un mayor costo o a un menor costo? ¿Qué crees que respondería la gente?”, pregunta.

Igualmente, responde a los argumentos de que la protección de la industria privada, en particular del sector agrícola, es fundamental, en el caso de una emergencia nacional.

“En ese caso, ¿cómo hace Hong Kong o inclusive Aruba? Uno desarrolla un modelo económico para una situación normal, no para eventos extraordinarios. Si ese fuera el caso, también deberíamos producir cualquier otro producto importante de forma local”.

Cuando considera el posible costo a la generación de empleos causado por el libre comercio, Faría considera que es un argumento erróneo y se vale de las ideas del periodista económico del siglo XIX Frédéric Bastiat, comentando que “si el objetivo es puramente generar empleos, deberíamos eliminar los tractores en la construcción y regresar a las palas entonces”.

Faría explica esto indicando que “no debemos confundir producción con bienestar”, ya que, aunque usualmente van ligados, uno no implica lo otro.

La lealtad del profesor retorna a la democracia cuando menciona que “al final, debe haber un proceso de consulta y preguntarle a los ciudadanos si desean optar por reducir el costo de la vida y dedicar el esfuerzo nacional a las ventajas comparativas del país”.

Para Faría, hay una clara divergencia entre un beneficio económico inmediato y el beneficio dinámico a largo plazo mediante el uso adecuado de recursos escasos dentro de una sociedad.

“Hong Kong no era más desarrollado que ustedes en 1960, cuando implementaron sus reformas”, comenta.

UN MERCADO HUMANO Y TRANSPARENTE

Para Faría, la división no es necesariamente entre una economía de mercado y un sistema proteccionista, sino entre una visión de respeto a los derechos humanos y la inclusión social y mecanismo de exclusión producto del mercantilismo.

“La libertad económica es una condición necesaria, aunque no suficiente, para la democracia, porque cuando existe la libertad económica, el poder político está fragmentado”, comienza.

“De hecho, lo peor que le puede pasar a una democracia es una monopolización por parte del Estado de empresas, porque genera una fuente de ingresos para la clase política aparte del pueblo”.

Faría explica que “el principal contrapeso para un gobierno en una democracia es que debe financiarse de los recursos que la ciudadanía le otorga”.

Cuando este vínculo se destruye, surge una relación mercantilista que atenta directamente contra el bienestar de la ciudadanía, ahora impotente por su falta de control sobre el Gobierno.

Faría continúa explicando que el mejor antídoto desarrollado contra esa cartelización entre el poder público y empresas privadas es un mayor acceso a nuevos jugadores de mercado y por lo tanto, mayor competencia.

Esto solo se puede lograr con reglas claras de propiedad privada y un rol activo del Gobierno en castigar el fraude y el robo.

“El capitalismo, al final, persigue el beneficio del consumidor, no del empresario, aunque muchas empresas resultan beneficiadas. El sistema mercantilista va en contra de una visión del derecho humano. Se le obliga al consumidor a obtener productos a un precio más caro y en efecto se le está robando su riqueza a beneficio de ciertos grupos de interés”.

“¿Por qué hay que amarrar al Estado, entonces? Porque los políticos son personas como todos, no son ángeles y responden a sus intereses personales, no como agentes de la ciudadanía”.

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