Una de las armas más efectivas del oficialismo contra sus contrincantes es su capacidad para detonar las hormonas opositoras y hacer que estos respondan a sus jugadas con emociones antes que con cálculo político. El ejemplo más reciente es la alharaca levantada por las acciones contra Oswaldo Álvarez Paz, Wilmer Azuaje y Guillermo Zuloaga.
Desde los más avezados en el juego político, experimentados hacedores de opinión, hasta los más novatos, todos, se resbalan en la alfombra de musgo tendida por el oficialismo. No estoy hablando del periodismo de peluquería que se hace en ciertos canales de televisión o emisoras de radio. No. Me refiero a políticos y periodistas con urdimbre intelectual y agudeza analítica que han caído víctimas de la adrenalina y han llevado la discusión a donde favorece al oficialismo.
Para entender la estrategia oficialista y las respuestas opositoras debemos comenzar por identificar el juego. Con fines expositivos dividiré la semblanza del juego en cuatro momentos: I) Las detonaciones internas; II) La evaluación de costos y consecuencias; III) La colocación de peines; y IV) La respuesta opositora.
Momento I
A finales del primer trimestre de 2010 ocurrieron los eventos políticos más importantes de los últimos dos años: las detonaciones al interior del oficialismo. Aunque el oficialismo había vivido (y quizás propiciado) algunos cismas o purgas, lo ocurrido entre febrero y marzo de este año es novedoso por su calidad como jugadas políticas. Este cisma tiene dos manifestaciones: el movimiento Falcón-PPT y la apertura del grupo autodenominado "De frente con Venezuela".
Aunque el primero es harto conocido y el segundo reviste una importancia más cualitativa que cuantitativa, ambos comparten algunas características: a) Critican aspectos centrales de los experimentos revolucionarios con vocación hegemónica y totalitaria: criminalización de la disidencia, pensamiento único, culto a la personalidad, destrucción del aparato productivo, dictadura de la burocracia y supresión de garantías democráticas como el "debido proceso", los "contrapesos de poderes" y la "representación proporcional de las minorías"; b) se le paran de frente al líder y cuestionan su hegemonía; y c) evitan "saltar la talanquera" y buscan un espacio hacia el centro que conserve su capacidad de comunicación con el sector moderado del oficialismo.
Momento II
El momento en el que ocurren estos giros es delicado para el Gobierno debido a su coincidencia con un brote de debilidad económica.
Esta debilidad se explica por la conjunción de la destrucción de los incentivos a invertir (provocada por el enfoque regulatorio escogido por el Gobierno) con la devaluación y la crisis eléctrica. En este contexto, estos dos movimientos representan el esfuerzo más importante en la construcción de un centro político desde el oficialismo.
Esta oferta se une a la demanda por parte de una fracción no despreciable de electores oficialistas de políticas de centro-izquierda más que de extrema-izquierda: más reforma y menos revolución, más políticas del modelo brasileño y menos del modelo cubano.
Al interior del oficialismo domina, desde hace un tiempo, el sector de los partidarios de un socialismo burocrático de corte estalinista, donde el Estado tenga un rol hegemónico en la actividad privada, se destruyan las garantías sobre la propiedad privada de los medios de producción, haya un mayor control policial de la sociedad y los disidentes sean exterminados.
Para este proyecto, la creación de un polo de centro-izquierda representa una amenaza debido a que este podría atraer a quienes demandan menos radicalización.
Además, un polo de centro-izquierda podría coadyuvar al surgimiento de una vertiente de derecha moderada, moderna, tolerante, respetuosa de los derechos humanos y consciente de las deudas morales y económicas que tiene el capitalismo.
Momento III
A partir de estas escisiones y aldabonazos, los estrategas gubernamentales comienzan a sacar cuentas y estimar las pérdidas potenciales. La respuesta es aparentemente simple y psicológicamente calculada. Se debe boicotear la consolidación de un centro político. Para ello se requieren algunos golpes: unos a símbolos de la extrema derecha (oligarquía política y económica) y otros a los disidentes "que se resbalen".
Los objetivos se descubren solos: Álvarez Paz representa algo así como la derecha de la derecha. Era un virtual "cadáver político" que soñaba con un arresto que lo catapultase en las encuestas y fuese su "quimioterapia política". Por eso el hombre se entrega con esa prestancia. Zuloaga la puso bombita con su referencia al golpe de abril de 2002 y aquella perla: "?estamos también en contra de lo que se realizó en aquel momento, porque si se hubiera hecho bien, quizás tuviéramos una Venezuela distinta hoy". Y Azuaje era la oportunidad de hacer creíble la amenaza a los disidentes dentro del oficialismo.
Momento IV
La oposición pisa el peine. Al cerrar filas en defensa de Álvarez Paz y Zuloaga (íconos de la "derecha democristiana y la oligarquía golpista"), se mueve a sí misma hacia la derecha y dibuja el polo que el Gobierno requiere: "en la esquina contraria".
Entonces se completa el juego, se logra "la prueba", para los voceros oficiales ante su propio auditorio, de que la lucha es contra el imperio y sus más oscuros intereses, y de que los centristas son, en el mejor de los casos, peones de estos grandes intereses.
La polarización es completada por la alharaca.
No está en discusión la arbitrariedad, la judicialización de la política y la eliminación de la presunción de inocencia con las que actúa el Gobierno. Lo que se reclama es un mayor entendimiento de la naturaleza de las jugadas políticas, de cómo se tienden trampas para polarizar, de cómo se arman los extremos de la polarización y de quién gana y quiénes pierden con la discusión polarizada.
Para enfrentar una tendencia totalitaria se requiere abrir el juego a sus oponentes internos y lograr cuotas y espacios de poder en la Asamblea Nacional y demás arenas relevantes.
Artículo de opinión
El Mundo , 07 de abril de 2010
www.elmundo.com.ve
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