viernes, 30 de abril de 2010

José Mayora \\ ¿La última oportunidad?

Las oportunidades se refieren a las cosas que se hacen en un tiempo determinado, con un propósito específico y de acuerdo con lo que conviene a quien o quienes tienen que decidir. Puede existir el propósito pero no están dadas las condiciones, pero grave sería que dados el propósito y las condiciones, la decisión desaproveche la oportunidad.

Dos conductas muy claras pueden presentarse en este escenario: la de los oportunos y la de los oportunistas. Los primeros actúan en nombre del beneficio mutuo, los segundos actúan en nombre del beneficio personal. En 1998, frente a un propósito compartido y a unas condiciones idóneas, surgió la figura de un oportunista que, burlando el sentimiento colectivo, ha tratado de implantar un proyecto personal.

En el reciente evento de la sociedad democrática, un candidato propuso un eslogan que, sin lugar a dudas, se refiere a la oportunidad que tenemos por delante: ¡es ahora! Esta frase tiene muchas interpretaciones pues puede ser la oportunidad del candidato o puede ser la oportunidad de una colectividad. Yo me voy a quedar con la segunda interpretación: ¡es la oportunidad de una colectividad!

Cumplido este tramo, a partir de esta semana los discursos de la sociedad democrática deben cambiar radicalmente, ya no se trata de quién va y quién no. Se trata de hablar de la tarea pendiente: cuántos diputados debe sacar la sociedad democrática; cuál es el programa que se aplicará en la AN; cuál es la estrategia comunicacional para lograr que los venezolanos acudan masivamente a las elecciones del 26 de septiembre.

La próxima AN tendrá la misma función que el Cabildo de hace 200 años: declarar la independencia de Venezuela de un proyecto monocrático, imperialista y carente de soberanía, que depuso a la democracia, y transfirió el centro de poder a La Habana, donde el émulo de Bonaparte dirige las operaciones de gobierno del proyecto expansionista. Por cierto, uno de los países que formaban parte de esta alianza se sublevó y logró la independencia temprana, nos referimos a Honduras.

De manera que el 26 de septiembre, sin mezquindad, sin pase de factura, con la sola idea que lo importante es que esos candidatos deben llegar a sentarse en el hemiciclo del Capitolio, inspirado en abril de 1810, el pueblo debe plenar las calles y, consagrar en las urnas electorales, el inicio de un nuevo y promisorio porvenir.

Los nuevos diputados deberán dar cumplimiento a la voluntad popular que, en esta oportunidad, será la de sepultar, con las debidas exequias, esta suerte de socialismo bárbaro inédito, para dar paso al contenido de un discurso democrático convincente, realista, incluyente, equitativo y, por encima de todo, garante de justicia, con la finalidad de iniciar el proceso de restauración de una verdadera democracia. Lo que los venezolanos debemos tener claro es que es esta la gran oportunidad y que de no aprovecharla, con seguridad no se nos presentará otra con la misma capacidad de cambio.

En el pasado reciente desaprovechamos dos oportunidades: desnaturalizamos el 11 de abril y perdimos la brújula en las elecciones regionales. Si tales resultados no son suficientes para lograr el tan ansiado cambio, no quedará más remedio que aceptar que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Ciudadanos, ¡es ahora!

Artículo de opinión
Viernes, 30 de abril de 2010
www.eluniversal.com

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