jueves, 12 de agosto de 2010

Pavel Gómez \\ El tusrista y el forastero

Una de las referencias básicas de la ciencia económica es la escasez. Los textos iniciáticos señalan que la economía existe en tanto los individuos deben usar medios escasos para alcanzar múltiples fines. La certidumbre de que enfrentamos una cantidad limitada de recursos, tiempo y medios se combina con la posibilidad de elegir para que la economía pueda ayudarnos en tales elecciones. Por ejemplo, debemos escoger cuánto dormir y cuánto estudiar o cuánto dedicar al ocio y al trabajo, porque el día tiene solo 24 horas; el tiempo es escaso.

De estas ideas básicas pasamos a la idea de la escasez relativa: todo es escaso pero hay cosas más escasas que otras. De las menos escasas decimos que hay abundancia relativa.La microeconomía postula que las personas valoran más lo que es relativamente escaso por encima de lo que es relativamente abundante. De acuerdo con esta conjetura, lo que sentimos que tenemos "de sobra", que abunda, que está cotidianamente disponible es menos apreciado que lo que percibimos lejano, escaso.Todo esto viene a cuento porque en los últimos días he estado pensando en la diferencia entre la mirada del turista y la mirada del forastero.

Me explico. El turista está de paso en la lejanía, retornará con cierta prontitud a su país. Por ello, a pesar de estar lejos, la cotidianidad que habita le es abundante, familiar, referencia de lo que abunda, mientras lo extranjero le resulta escaso.A diferencia de esta mirada, para el forastero, para quien vive en un lugar que no es el suyo, el de sus referencias culturales y sus sabores más familiares, lo que resulta escaso es lo que no tiene, lo que sólo recuerda en la distancia, lo que no retornará tan pronto como el turista a lo suyo.Hace unos días, en un artículo de prensa, un escritor comentaba acerca del contraste entre lo que se tiene en Venezuela y lo que observaba en otros países. Como adivinarán, el énfasis estaba puesto en lo político, en lo institucional.Como sospecharán, la comparación dejaba colar cierto desprecio hacia la calidad política e institucional del país, mientras enaltecía la calidad política e institucional que observaba afuera.

El balance era algo más o menos así: "Mientras nosotros vivimos en esta decadencia, con políticas que dejan perder el patrimonio cultural, producen escasez, destruyen el aparato productivo, dificultan el acceso a las divisas y no reducen la inseguridad, en otros países cercanos ha habido un avance importante en seguridad, economía y servicios".Obviamente esta es una mirada particular, filtrada por un sesgo político e ideológico particular. Pero aunque mucho de lo que se describe sea cierto, lo revelador es el énfasis, la comparación que, dentro de lo diferente, hace hincapié en lo "malo" que se encuentra abundante, que resulta dolorosamente familiar, frente a lo "bueno" que se encuentra escaso.

Mi hipótesis es que esta es la típica mirada de cierto turista, cuando evalúa con el lente de su abundancia y su escasez relativas.Mi segunda hipótesis es que el forastero enfrenta unas referencias diferentes, debido a lo que le resulta especialmente escaso y lo particularmente abundante. Sus referencias culturales son escasas, en tanto están lejos de su cotidianidad. Él no regresará a lo suyo tan pronto como el turista; para él, lo extranjero es lo que abunda, lo que puebla sus mañanas y sus caminatas, los paisajes que devora y los mercados que transita.El forastero generalmente echa de menos lo que no tiene y añora lo que hallaba en su lugar de origen. El énfasis de lo que se echa en falta depende, en gran medida, de cuáles son la escasez y la abundancia relativas que se enfrentan.

De ser así, entonces es más comprensible la mirada del turista que desprecia lo que le abunda y añora lo que le falta. También se entendería mejor esa cuenta del forastero que acentúa lo suyo, su cultura nativa, los ingredientes de su comida natal, las maneras de su gente, y la cadencia que lo acompañó hasta su salida.Recuerdo el caso de un conocido que le tomó el gusto a la música venezolana después de vivir siete años en Europa. Y entonces decía que un golpe tuyero era más sabroso que una obertura.

En otras oportunidades le escuché decir que la decadencia de Europa y Estados Unidos sobrevendría, más temprano que tarde, si no incorporaban el ají dulce y el queso blanco fresco en sus costumbres culinarias.Estos son solo algunos juegos de la imaginación. Al final, solo es una manera de decir que mi mirada es la del forastero, que un mar me recuerda mi mar, que cierta música me recuerda mi música, que, en la distancia, se me antoja enfatizar aquello de mi fuente de lo que me siento más profundamente orgulloso.
Artículo de opinión
Jueves, 12 de agosto de 2010

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