El BCV calcula desde 1998 el índice de remuneraciones, en el que se puede observar la evolución trimestral de todas las compensaciones que reciben los trabajadores asalariados formales por las labores que realizan, tanto en el sector público como en el privado. En este cómputo se incluyen no sólo los sueldos y salarios básicos, sino también otras contraprestaciones, tales como horas extras, bonos alimentarios, de transporte y vacacional, utilidades, aguinaldos, comisiones, ahorro habitacional y otras remuneraciones en forma de bienes y servicios, tales como automóvil, vivienda, alimentos, etc.
Al corregirse ese índice por la inflación entre los consumidores que se ha materializado, se obtiene un indicador sobre cómo ha evolucionado la capacidad de compra de aquellas remuneraciones percibidas a lo largo del tiempo, observándose datos por demás interesantes. Después de operarse un aumento sostenido en esa capacidad de compra entre los años 1999 y 2001, ésta se desplomó en el caótico bienio 2002-2003, contrayéndose 26,6%. Sin embargo, en los años que siguieron el poder de compra promedio de los trabajadores asalariados se recuperó otra vez, haciendo que en el período de la bonanza petrolera 2004-2007 éste se incrementara en 9,8%.
La situación cambió a partir del primer trimestre de 2008, cuando aquella capacidad de compra comenzó a caer en forma sostenida, manteniéndose esa tendencia hasta el día de hoy.En efecto, a pesar de que en los seis primeros meses de ese año los precios de exportación del petróleo venezolano alcanzaron sus máximos niveles históricos, superando los 130 dólares por barril, la remuneración real promedio, corregida por la inflación, se contrajo en 2,8% en comparación con el primer semestre de 2007, agravándose notablemente la situación a partir del tercer trimestre de 2008 debido al desplome de los precios petroleros de la segunda mitad de ese año.
De hecho, y a pesar de la recuperación de los precios de los hidrocarburos en el primer semestre de 2009, y su ulterior estabilización en torno a los 70 dólares por barril en que ha estado hasta hoy, la capacidad de compra de los asalariados ha seguido cayendo en forma ininterrumpida y a un ritmo muy intenso.En 2008 la caída fue de 4,8%, en 2009 de 5,8%, y en el segundo trimestre de este año la contracción con respecto a igual período del año pasado fue de 7,7%.Curiosamente, en los últimos cálculos del BCV, el consumo privado real del segundo trimestre de 2010 aumentó 4,3% con respecto al primer trimestre, a pesar de que en ese mismo lapso la capacidad de compra de la remuneración de los asalariados se contrajo en 2%.
Esto es algo que llama la atención, ya que lo lógico es que las compras de los consumidores se hubiese contraído, en vez de crecer. De haber sido así, la reducción del consumo privado en el segundo trimestre de este año con respecto a igual período de 2009 habría sido muy superior a la oficialmente reportada, haciendo que la caída del PIB hubiese sido muy superior a 1,9%.Con una contracción tan importante en la capacidad de compra de los asalariados, con el debilitamiento obvio de las misiones y con la alta inflación en el rubro de alimentos que se padece, es difícil creer que la calidad de vida de los venezolanos de menores ingresos esté experimentando alguna mejoría. Creo que, por el contrario, sobre ellos es que está recayendo con más contundencia la adversidad económica que vivimos
Artículo de opinión publicado en El Nacional
www.el-nacional.com
Lunes, 30 de agosto de 2010
palma.pa1@gmail.com
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