La introducción al documento "La industria y Brasil: una agenda para crecer más y mejor", formulado recientemente por la Confederación Nacional de la Industria (CNI) de ese país, tiene un dato aleccionador: desde 1998, como tradición de un diálogo instituido, el sector industrial presenta su propuesta a los candidatos a la Presidencia de la República. Es su forma de comprometerlos y de comprometerse, de expresar su opinión sobre los temas nacionales de orden económico y social, de hacer proposiciones concretas sobre ellos y de propiciar acuerdos, desde una visión incluyente y de responsabilidad compartida.
El hecho revela, entre otras cosas, una capacidad para mirar con sentido de país y con dimensión de mediano y largo plazo, la conciencia del otro, la disposición a participar unida a la de escuchar, la convicción sobre el valor del aporte de todos los sectores y sobre la exigencia de definir y aplicar políticas con la convergencia de todos los actores. La propuesta de este año, enfocada en las prioridades para el periodo 2011-2014, se concreta en el desafío de doblar la renta per cápita cada 15 años como camino para reducir la pobreza y afianzar el crecimiento.
Más allá de la meta, llama la atención el señalamiento de las medidas concretas para lograrla, basadas en los principios de crecimiento sostenible, generación de riqueza, competitividad, equilibrio macroeconómico e institucional, con reconocimiento del valor de la inversión, de la innovación, de la educación, de la seguridad jurídica, del acceso a los mercados y a la tecnología, de la estabilidad en las relaciones laborales y de la preservación del ambiente.
Los industriales brasileños proponen desarrollar las nuevas competencias exigidas por una economía innovadora, de alta productividad y competividad, ambientalmente sostenible, que avance en la modernización de las instituciones económicas y políticas y mejore la estrategia y la capacidad de ejecución del Estado. Cuando la CNI brasileña presenta su propuesta lo hace desde la convicción del papel fundamental de la industria en la dinamización de la economía, en la generación de empleo, en la aplicación de los principios de la competividad, en el diálogo con el mundo exterior, en la promoción de inversiones, en el impulso a la innovación.
Coincide así con el Informe del Desarrollo Industrial de las Naciones Unidas de 2009, que señala que los países que presentan mejores y más sostenibles ritmos de crecimiento son aquellos que tienen la industria manufacturera como su mayor fuente de dinamismo.Vistos casos como el de Brasil, no basta, desde luego, con analizar las medidas que tomaron sino también cómo llegaron a ellas, los acuerdos políticos que las hicieron posibles, los caminos por los que lograron la necesaria confluencia entre Estado y sectores productivos.La capacidad de escucha y de acuerdos entre la clase política y la empresarial explica la prosperidad de algunos países.
La exclusión de un sector, la desconfianza en la relación Estado-ciudadano, la política de silenciamiento o de aislamiento, en cambio, sólo pueden conducir al entorpecimiento, el desaliento y el fracaso.Queda todavía tarea por hacer para sustituir este clima por otro en el cual sea posible presentar proposiciones y ser escuchado, en el que proponer sea el primer paso para comprometer y comprometerse. La experiencia insiste en la necesidad de tender puentes entre el mundo político y el empresarial, entre Poder Legislativo e instituciones del sector industrial, entre autoridad y ciudadano organizado. Las propuestas son una manera de hacerlo.
Artículo publicado en El Nacional
Miércoles, 25 de agosto de 2010
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