viernes, 4 de mayo de 2012

No todos los programas sociales son iguales


(Rosa Amelia González, profesora del Centro de Políticas Públicas del IESA, hace una reflexión sobre la diferencia entre aliviar la pobreza y superarla. Publicado en el diario Últimas Noticias, el 29 de abril de 2012)

En las últimas semanas el tema de las misiones sociales regresó a la palestra pública, con motivo de la propuesta del candidato de la oposición, Henrique Capriles Radonski, de promulgar la Ley de Misiones para Todos por Igual.

Desde la perspectiva de las políticas públicas, se puede argumentar que las misiones son absolutamente necesarias en países como Venezuela donde persisten altos niveles de pobreza y desigualdad; sin embargo, cabe preguntarse si la manera en que se han diseñado e implementado esos programas conduce a los mejores resultados posibles.

Hasta la fecha, la mayoría de las misiones sociales son lo que se conoce como programas no condicionados; eso significa que sus beneficiarios no tienen asignada una tarea o responsabilidad que cumplir como contraparte del apoyo que reciben. Si bien ese enfoque podría tener sentido para grupos muy vulnerables de la población, no necesariamente debería aplicarse a todos.

Brasil, uno de los países que ha tenido más éxito en los últimos años en sus esfuerzos para reducir la pobreza y mejorar la distribución del ingreso, ha preferido los programas sociales de transferencia de renta condicionada. De ellos, el más importante es el Programa Bolsa Familia (BF), creado en 2003, con dos objetivos fundamentales: 1) en el corto plazo, mitigar los problemas derivados de la situación de pobreza; y 2) en el largo plazo, invertir en capital humano. BF transfiere mensualmente a los hogares rentas que oscilan entre 18 y 135 dólares (el valor de la transferencia depende del grado de pobreza de las familias: extrema/no extrema). Si la familia se encuentra en situación de pobreza no extrema, la transferencia de renta está condicionada a: la realización de controles y exámenes prenatales, consultas pediátricas, el cumplimiento del programa nacional de vacunación y el mantenimiento de la altura y peso idóneo para los niños entre 0 y 6 años. También exige la asistencia escolar mínima de 85 por ciento para niños entre 7 y 15 años y en el caso de los adolescentes, el requisito es asistir a un mínimo de 75 por ciento de las clases.

En 2011 BF benefició a 13 millones de familias. Según evaluaciones oficiales, el programa ha tenido impactos positivos en: asistencia escolar, reducción de la deserción, transición más corta entre el desempleo y el empleo, reducción del trabajo infantil y mejoras en las condiciones de nutrición de los niños entre 0 y 6 años. Aunque Brasil es el país de América Latina con la mayor proporción de jefes de hogar que no tienen instrucción, ocupa el segundo lugar (Chile es el primero) con el porcentaje más bajo de niños entre 7 y 15 años que no asisten a la escuela.

Esta breve referencia al caso de Brasil pone en evidencia que no todos los programas sociales son iguales; una cosa es aliviar la pobreza, como hacen nuestras misiones sociales, y otra muy distinta superarla de manera definitiva. Para ello, se requieren cambios como éste: en una muestra comparativa realizada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Brasil fue solamente superado por China como una de las naciones donde los trabajadores tienen mayor probabilidad de transitar de un empleo con bajo salario a un empleo mejor pagado en los próximos 12 meses.

No hay comentarios: