martes, 22 de mayo de 2012

Violencia


(El profesor del IESA, Carlos Machado Allison, analiza el tema de la violencia con respecto a la petición de salida de Venezuela del CIDH. Publicado en El Universal el 22 de mayo de 2012)

Sin duda alguna Venezuela es un país con elevada violencia. Por habitante el número de asesinatos y secuestros es altísimo. Los venezolanos lo sabemos y nuestras viviendas está llenas de rejas, abundan las puertas de seguridad, la protección con alambre eléctrico, garitas y vigilantes. Nadie camina de noche, la mayor parte de la ciudad está oscura y silenciosa después de las 9 de la noche. Me recuerda a Managua en la década de 1990.

La violencia no distingue estratos sociales y es contagiosa. La conducta del ciudadano común es agresiva y propensa a la retaliación. Hace medio siglo choriceros, birladores, ladrones de gallinas, carteristas y saltadores de azoteas, eran noticia y rara vez había muertos o heridos. En la última década ocurrieron más de 100.000 asesinatos y sólo aquellos de gente famosa o ejecutados con saña, aparecieron en las crónicas rojas.

La violencia penetró en la política. Grupos de invasores, bandas motorizadas lanzadas contra las manifestaciones de la oposición, disparos y bombas lacrimógenas en las universidades, aulas, vehículos y oficinas quemadas. Un discurso agresivo que promueve e induce al odio por el adversario, insultos, lenguaje procaz, descalificación y amenazas utilizando radioemisoras y televisoras públicas.

La violencia también penetró en el Poder Judicial, empleado para acoquinar o tomar venganza como hizo evidente el entogado cantarín de los titulares. La violencia está presente en los hombres legalmente armados, mas no para reprimir delincuentes, sino para practicar el crimen: una proporción anormalmente elevada de los asesinatos tienen a un defensor de la ley como protagonista.

La impunidad es elevadísima. Sólo una fracción de los crímenes llega a los tribunales y otra, aún más pequeña, concluye en sentencia. Violencia, hacinamiento, humillación y enfermedad, son parte de la condena en nuestras cárceles. El asesinato, algo común en esos centros de corrupción y violación de los derechos humanos. El país, un paraíso para el narcotráfico, pasto de mafias sindicales, sin justicia, convertido en una maloliente geografía donde sólo faltan templos en honor de Pérfidus y Flatus.

Ahora resulta, de acuerdo a voceros del Gobierno, que la oposición, víctima por más de una década, es o podría ser violenta. Sospecha el Gobierno que los seguidores de Capriles puedan hacer lo mismo que han practicado ciertos defensores del proceso. Quizás suponen que en la oposición puedan surgir conductas como las que ha promovido el Gobierno, o será que necesitan que el lenguaje pacifista y conciliador de la oposición cambie, para poder aplicarle toda la violencia posible antes de las elecciones.

Abandonar los organismos regionales o globales que defienden los derechos humanos emana como una necesidad entre los que se sienten culpables de algo.

¿Cuales son los países que no aceptan el ojo vigilante de la comunidad internacional? Pues aquellos cuyos gobiernos están en deuda con las leyes y con los derechos humanos. ¿Por qué tanto miedo?

cemacallison@gmail.com

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