viernes, 15 de junio de 2012

La especulación es buena


(Wolfgang Molina nos explica en qué condiciones la especulación puede ser favorable para el mercado al incidir positivamente en el abastecimiento de productos y garantizar las decisiones de inversión de diferentes sectores de la economía. Publicado en el diario El Universal el martes 12 de junio)

Verbo de raíz latina, especular está asociado con la idea de ver de lejos o ver lo que está en el futuro. Es hacer una inferencia sin bases o con muy pocas. Para científicos y filósofos es proponer explicaciones e hipótesis sobre el comportamiento de las cosas y sobre el pensamiento y la naturaleza humana. En Economía comúnmente se refiere a la búsqueda del lucro con base en la variación esperada de los precios.

En Venezuela el término ha tenido secularmente una connotación negativa y asociada a empresarios mezquinos con el poder de regular el flujo de productos hacia el mercado y de sacar de circulación volúmenes importantes de mercancía, para destruirla o acumular inventarios anormales (acaparamiento) y así generar escases y subida de precios.

En economías libres con mercados eficientes esta práctica es muy riesgosa pues incita a los oferentes a aumentar la oferta. En consecuencia, el incremento de precios es nulo o imperceptible; y de ocurrir, es compensado por un posterior descenso cuando el “especulador” lleva al mercado el inventario retenido. Al final, el “especulador” vende tardíamente y a un precio menor, cuando no pierde participación de mercado frente a sus competidores.

Si el producto faltante no puede ser repuesto en el corto plazo (productos agropecuarios por ejemplo) el consecuente incremento de los precios lanza una señal a los productores para incrementar la oferta en el próximo ciclo productivo. La consecuencia es que el exceso de producción provocará una caída de precios y/o un incremento de los inventarios que beneficiará al consumidor y lo protegerá de nuevas escaseces, reales o ficticias. De nuevo, los “acaparadores” pierden.

Cuando la demanda crece o la producción cae súbitamente, la acción del especulador es absolutamente benéfica. Este, al detectar cualquiera de ambos fenómenos, reaccionará acumulando producto en espera de un incremento de los precios.

Esto es como hacer una apuesta sobre el futuro. Renunciar al producto de la venta equivale para el comerciante a hacer una inversión. Si su previsión es correcta, los precios subirán y realizará una ganancia extraordinaria. Algunos consumidores moderarán su consumo. Otros lo suspenderán por completo. Pero aquellos que tienen una dependencia crítica del bien, aunque más caro, no les faltará. Sin la especulación, los inventarios se agotarían sin que se pueda evitar la penuria.

Los buenos empresarios saben leer las señales del mercado. Cuando aciertan rinden beneficios extraordinarios a la sociedad y ésta los premia. Cuando erran quiebran y desaparecen. Sin la capacidad para visionar el futuro, de leer las tendencias, de adelantarse a las necesidades del consumidor, en fin sin la especulación, simplemente no hay creación de riqueza. Ella es la esencia de la actividad económica.

La industria de seguros, los mercados de futuros, las opciones. Todo es especulación. Los políticos que denigran de ella lo hacen por razones ideológicas o para esconder la ineficacia de controles y regulaciones. Sin la especulación en los mercados financieros, Chávez no podría financiar su déficit.

wolfgangumolina@gmail.com
@WolfgangUMolina

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