Hay un periodo en la vida de los países en el que la población en edad productiva es mayor que la dependiente (menores de 15 y mayores de 65) en proporción de 3 a 2. Es lo que los especialistas llaman "bono demográfico" o "ventana de oportunidad". Para Venezuela, la ventana se abrió hace 7 años. Se cerrará, dicen las estadísticas, en 2045.
Nos quedan apenas 35 años, mucho tiempo para quienes denigran de la previsión o confían temerariamente en salidas mágicas, demasiado poco para quienes piensan que es necesario adelantarse al futuro y prepararlo mediante políticas públicas de educación, empleo, salud, protección social, ahorro interno, creación de infraestructura productiva capaces de generar condiciones de desarrollo sostenido y de asegurar el bienestar de los ciudadanos.
Con la mirada en ese futuro, la primera urgencia del presente no puede ser otra que invertir en la formación de capital humano, volcarse sobre la educación, recuperar su valor y sus objetivos, capacitar a las personas para el trabajo, dotarlas de herramientas para crecer.
Capitalizar el bono demográfico ahora implica, entre otras prioridades, desarrollar una política sostenible de generación de empleo productivo. Si tomamos como buenas las estadísticas oficiales, el índice de desempleo se ubica en 7,4%; sin embargo, alarma la reducción experimentada en la calidad del empleo. Del análisis que hace el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello usando estrictamente la estadística oficial, se desprende, en efecto, la gravedad que representa la subocupación, el empleo informal, el trabajo precario, definido este último como el insuficiente para facilitar al trabajador condiciones mínimas de vida y de desarrollo personal. De los 3,3 millones de empleos creados entre 1997 y 2008, 60% responde a esta calificación.
Más allá de crear puestos de trabajo, la preocupación debería ser, en consecuencia, generar empleos de calidad, productivos, bien remunerados, permanentes, competitivos, dotados de seguridad social, generadores de valor, no consumidores del ahorro social o de eventuales excedentes económicos.
El país no gana con disfraces de la desocupación, sino con empleos productivos, dignos, motivadores, factores eficientes de crecimiento personal y colectivo. Examinar el tema con visión de futuro implica ocuparse de la capacitación del trabajador y de la promoción de políticas específicas de integración social de los jóvenes y de participación de la mujer en el mundo laboral. ¿Es esto lo que estamos haciendo? En una economía moderna y competitiva, está claro que para esta función responde mejor un sector privado dinámico y competitivo que un Estado centralista, con pretensiones de empleador único, proclive al control político y al silenciamiento del mundo laboral.
¿El país está capitalizando su bono demográfico? El Plan de la Nación bautizado oficialmente como "Primer Plan Socialista" no parece contemplarlo. No hay allí referencia explícita a la necesidad de un modelo de desarrollo que considere el componente poblacional y su evolución en el tiempo. La presencia de los jóvenes manifestando en las calles o el creciente número de emigrantes haría pensar que unos y otros intuyen este vacío, perciben la amenaza de un futuro comprometido y de la pérdida de una oportunidad para construirlo. No quieren verse como la generación del desempleo o del subempleo y advierten que recaerá sobre sus hombros el peso de una economía debilitada por la improvisación y la irresponsabilidad. ¿Sacaremos provecho de este bono demográfico o dejaremos que se convierta en hipoteca?
Artículo de opinión
Miércoles, 24 de febrero de 2010
www.el-nacional.com
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