Hace apenas tres semanas parecía que en el país pasaba de todo. Protestas en muchas partes, alarma por la crisis de energía eléctrica, inesperada salida del vicepresidente Carrizález y su esposa, ministra del Ambiente. De repente, pareciera que ya no pasa nada, que, al parecer de muchos, el régimen conduce con mano firme el rumbo de la nación. Pero no es así, la dura historia no se detiene. La desesperación no nos deja percibir lo que está ocurriendo. Y cosas importantes están pasando que, más temprano que tarde, pueden generar grandes acontecimientos, en particular en lo que se refiere al control de la situación por parte del Gobierno.
Al respecto, es bueno considerar dos asuntos de naturaleza diferente relacionados con el mismo tema del control de la situación del país por parte del régimen. Veamos.
Aunque trate de disimularlo a toda costa, al Gobierno se la escapan o se le enredan, cada vez más, los hilos de su propia gestión. Al respecto lo más elocuente es lo que está ocurriendo con la crisis de energía eléctrica. Nombra ministros, salen ministros, se anuncian medidas de emergencia, se suspenden medidas. En menos de 24 horas. Para disimular el desastre, el Presidente recurre al espectáculo. Monta un show en la plaza Bolívar de Caracas y expropia todo lo que estaba a su vista, para terminar expropiando al mismo Estado. Para demostrar que está tranquilo y sin nervios arma un show beisbolero con jugadores profesionales. En la misma tónica, se rechaza olímpicamente la oferta de electricidad por parte de Colombia.
En el afán de demostrar poder, se cuadran las cosas para que la suspensión de las medidas cautelares en contra de un accionista importante de Globovisión sean levantadas inmediatamente después de anunciada la salida del perturbador presidente del canal.
Con la misma intención, exige la mudanza inmediata de unas instalaciones de la Polar en Barquisimeto, porque supuestamente está mal ubicada en el centro de la ciudad, aunque se trate de una zona industrial.
En relación con el control es insoslayable mencionar que, según dicen los analistas especializados, en el insondable mundo de la Fuerza Armada parece que hay un mar de fondo y las cosas no son tan serenas como creemos la mayoría de los ciudadanos. Se habla de serias resistencias, a los más altos niveles, en relación con las milicias. De igual manera, se señalan presiones que han obligado a modificar leyes que regulan lo militar por los conflictos que han generado. Y, al mismo tiempo, crecen los comentarios por el amargo desagrado que la intromisión cubana en la Fuerza Armada ha creado. Sobre este tema es inevitable preguntarse: ¿y no se supone que si algún ámbito controla el régimen es el militar? Si al Gobierno se le escapa el control de sí mismo, también se le escurre el control de la opinión pública. Las encuestas señalan que, cada vez con mayor fuerza, la opinión pública atribuye la responsabilidad de muchos de los males del país al presidente Chávez, cuya popularidad viene cayendo lenta pero sostenidamente.
Es claro que el teflón presidencial se gastó y ya las cosas no le resbalan. Ahora, con mayor probabilidad que nunca, cualquier mala noticia sobre la marcha del país hace que las miradas acusadoras se centren en él. Si las encuestas ya hablan con claridad del deterioro de la imagen del líder supremo y único de la revolución bolivariana, desde hace algún tiempo señalaban lo mismo las protestas públicas por fallas en los servicios públicos, por promesas incumplidas o por inseguridad.
¿No pasa nada? Hay quienes dirán que, a pesar de todo, no pasa nada. Otros creemos que está pasando mucho, que es asunto de serenarse y observar cómo, poco a poco, el descontrol hace historia.
Artículo de opinión
Jueves, 18 de febrero de 2010
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