El país danza frenéticamente y una mezcla entre estrés y agotamiento dispara la demanda de rumba y fármacos. Pero ya va, no puedo entrar en pánico: la desesperación es mala consejera. En medio de este torbellino es preciso detenerse a pensar con cabeza fría. Allí, cuando los lamentos se propagan como incendio sabanero, entonces vuelvo sobre mis explicaciones.
Una amalgama de ideología con pragmatismo
Ya es un lugar común decir que ese frenesí que observamos es el producto de una extraña mezcla entre ideología y pragmatismo. Los anuncios y documentos plantean que la ruta es hacia un socialismo en el que haya tanto Estado como sea posible y tanta empresa privada como sea necesario. Sin embargo, esto es sólo el desiderátum, la aspiración, el deseo no cumplido y perseguido. Cualquier análisis debe partir de la visión de ese camino como una colección de cortos-plazos.
La primera clave está en las elecciones parlamentarias de septiembre y la necesidad del oficialismo de hacerse con dos tercios de la futura Asamblea Nacional. El cuadro actual muestra a un Presidente que es un soberbio campañero (sí, "campañero", de campaña) y un país que enfrenta la resaca o ratón de la borrachera de petróleo a más de cien dólares. Entre 2004 y 2008 hubo una mejora sustancial del nivel de vida de los sectores de menores ingresos, los cuales representan la mayoría del país y concentran buena parte de los votos oficialistas. Pero esto cambió en 2009 y lo que va de 2010. Por ello el reto del Gobierno es recuperar el bienestar de este sector y mitigar los efectos de la devaluación y la inflación sobre estos. Esto explica el mantenimiento de la tasa cambiaria a 2,60 Bs.F./$, el dólar petrolero a 4,30, la creación de Comerso (red de comercios socialistas, aunque esto suene a contradicción), el Banco Bicentenario, los hipermercados Bicentenarios, el rebote de Indepabis y la campaña mediática.
El objetivo es múltiple: proveer bienes y servicios baratos en un entorno inflacionario, transferir recursos para comprar bienestar en cuotas electorales, disciplinar a los actores privados con "presión moral", presión directa, regulación asimétrica y competencia favorecida por la venia gubernamental. Todo lo demás son variantes o formas de alcanzar estas metas con un amplio conjunto de instrumentos. Al menos el juego ya tiene nombre…
Artículo de opinión
Miércoles, 17 de febrero de 2010
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