miércoles, 10 de febrero de 2010

Pavel Gómez\\ Sobre el resentimiento

Cuenta la leyenda que un señor muy viejo con una barba muy blanca dijo una vez que la lucha de clases es el motor de la historia… y que la violencia es la partera. Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde entonces y las instituciones llegaron a ser como la cesárea de la historia: convirtieron en normales los partos sin violencia.
Sin embargo, la violencia persiste agazapada, esperando una oportunidad, medio dormida, alimentada por el resentimiento y aguardando por los detonadores, por los sedientos, por los impacientes, por los que pisan peines, por los irresponsables, por los adoloridos, por los agraviados sin consuelo, por las respuestas extraviadas.

Hace unos días hice un descubrimiento milagroso. Hurgaba por el pasillo de libros de la UCV y me topé con unos cuadernos de la Fundación Manuel García-Pelayo. Como esas invocaciones triunfantes, o lo que los surrealistas llamaban el azar-objetivo, me encontré con un trabajo llamado Sobre el resentimiento, de Max Scheler. Este autor no lo registraba en mi memoria, pero el mismo título es como esos temas botones o temas tornillos o temas ladrillos, que uno busca sabiendo que no serán el todo, pero que ayudarán a construir una explicación.
Lo que puede lucir extravagante es que el trabajo de Scheler, cuyo título completo es Sobre la fenomenología y sociología del resentimiento (1912), es antecedido por un breve ensayo del mismo Manuel García-Pelayo, titulado Notas sobre el resentimiento en su dimensión psico-política. Este último, y la Venezuela que nos aplasta, son los verdaderos alimentos de esta reseña.

García-Pelayo define el resentimiento, desde el punto de vista psicológico, como la vivencia permanente de una humillación no olvidada y constantemente revivida, vuelta a sentir, re-sentida. Esta vivencia se instala en lo más profundo de la personalidad hasta transmutarse en hostilidad, venganza y rencor.
Citando a Scheler, el resentimiento sería una suerte de "autointoxicación psíquica", que proviene de la constante inhibición de las reacciones normales frente a lo percibido como humillante y ofensivo. En esta línea, cuando se responde a una humillación mediante palabras o hechos que la enfrenten, no emerge resentimiento ya que la emoción negativa es descargada a través del acto de respuesta.
El autor se refiere a algo que puede resultar familiar para nosotros: la politización del resentimiento. Una versión histórico-novelada de este fenómeno es el desenlace de la vida de José Tomás Boves, representada por Francisco Herrera Luque en su novela Boves el urogallo.
Esta politización ocurre cuando el sujeto resentido proyecta su resentimiento sobre un grupo político o sobre un país. La clave estaría en el paso del resentimiento a unas ideas, no por lo que estas tengan de positivo sino de negador de lo otro.
No se define con precisión la época en que García-Pelayo escribió estas notas, pero no deja de ser muy actual la siguiente afirmación que este autor conecta con Nietzsche: "Todo sufrimiento, toda injusticia, toda miseria, todo obstáculo, deriva, bien de los grupos o instituciones que representan la oposición al ideal (…), o que la representan todavía, bien por las personas o grupos que, siendo sus partidarios de primera hora, han "traicionado" al ideal".
Finalmente, García-Pelayo introduce una diferencia con los autores de los que se nutre: el resentimiento no ocurre solo "de la clase baja con respecto a la alta, sino también del que hasta ahora ha sido superior frente a un ascenso inevitable del inferior que le disputa o limita su lugar preeminente".

Un crujido estremece el piso y anuncia el volcán, mientras algunos hechiceros confían en que los sacrificios humanos saciarán su hambre milenaria, su vocación de fuego, su promesa en cenizas.
A veces pareciera que danzamos justo al borde del cráter y alguien juega a que la lava es juego y es abono y se puede regar el futuro con fuego y exclusión.
A veces pareciera que danzamos al borde…

Artículo de opinión
El Mundo, 10 de febrero de 2010
www.elmundo.com.ve

3 comentarios:

Nena Valery dijo...

Esta reseña tan bien escrita sobre un tema que nos afecta como nunca a los venezolanos, me ha conmovido profundamente porque lo he vivido en carne propia. Éste se podría decir desde el punto de vista psicológico y político es el sentimiento que mueve a nuestros verdugos: el resentimiento. La toma del poder por los resentidos hace que ante ellos todos seamos culpables y por eso debemos pagar. Y de hecho nos ha salido muy caro

Raúl Cazal dijo...

Al parecer Carlos Marx es culpable de la violencia según este artículo, cuando éste lo que hizo fue demostrar que a través de ella es que se han impuesto sistemas que hoy conocemos como el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo.

¿Acaso los griegos y los romanos montaron un imperio llenando de flores sobre los campos de los vencidos? ¿El feudalismo y las santa cruz lo hicieron rezando? ¿El liberalismo (capitalismo) fue tan racional que no tuvieron que hacer revoluciones (la francesa, por ejemplo) o quemar los campos en Inglaterra y matar a sus campesinos para instaurar fábricas? (Leer el capítulo 23 de El Capital, tomo I).

Cuando dejas de nombrar a Marx, demuestras resentimiento, Pavel.

Nena Valery dijo...

Lamentablemente, la historia de la humanidad es la historia de la violencia, pero no exactamente como lo dijo Marx, más bien se acerca a lo que dijo T. Hobbes: El hombre es el lobo del hombre. Porque son las pasiones humanas, la sed de poder y riquezas, la codicia y el odio,arropados con un manto de falsa justicia y bondad los que incitan a la lucha. En nombre de Dios se han cometido crímenes atroces, pero en nombre de Marx (sin compararlo a Dios obviamente) también. Qué pasó en la ex Unión Soviética? Cómo aplastaron a los pueblos en nombre de los derechos de los pueblos? ¿En qué se diferenciaron los comunistas del gobierno del zar? ¿Qué pasó con Hitler y sus secuaces? Y Suráfrica? Podríamos dar muchísimos ejemplos. Y ahora? Qué tenemos?Los resentidos aplastando a una nación en nombre de la justicia social.