miércoles, 24 de febrero de 2010

Pavel Gómez\\ Elogio a la política

La idea inicial era que este artículo se llamara algo así como "libros malos" o "libros disfrazados de lo que no son". A pesar de que podrían llenarse muchos anaqueles de bibliotecas con publicaciones que entrarían en esta categoría, mi motivación parte de uno en particular: "El poder y el delirio" de Enrique Krauze.
Al leerlo tuve una sensación de estafa, de pérdida, no tanto por su calidad literaria sino por su calidad como investigación.

Comprar el libro de Krauze es como adquirir un par de zapatos de un solo pie: sencillamente inservible. El libro está lleno de lugares comunes, de versiones mediáticas del ala derecha de la cursilería política venezolana, de enfoques unidimensionales, de lamentables sesgos de investigación. Este libro podría ser catalogado en lo que se conoce como "pensamiento de grupo", en teoría de las decisiones.

El pensamiento de grupo ocurre cuando cada miembro de un grupo intenta ajustar su opinión a lo que se percibe como el consenso de tal grupo: el resultado es falta de objetividad, de cuestionamiento y la tendencia a ser presa de prejuicios y clichés. Pero, así es la vida. Pasemos a nuestro tema de hoy.

Lo interesante de este comienzo de semana, y quizás de los últimos tiempos, es la controversia planteada por el gobernador del estado Lara, Henri Falcón, quien ha puesto sobre el tapete una discusión que había estado reprimida dentro del oficialismo.
Se trata del conflicto entre el discurso oficialista de profundización de la democracia y la ausencia de debate interno, la imposición de la "línea política" desde arriba, la exclusión de los disidentes, la descalificación de las opiniones divergentes, el culto a la personalidad y el pensamiento único como paradigma.
Este evento político envuelve al menos tres elementos que vale la pena comentar:
a) el fondo de la argumentación,
b) la firmeza ante los poderosos, y
c) la forma como se canaliza esta postura, en su sentido político más puro.
Lo primero se refiere a la necesidad de abordar unas críticas que han sido constantes en los experimentos revolucionarios, y que abarcan al menos dos esferas.
Por una parte, está el cuestionamiento de la deliberada ignorancia de los revolucionarios a la tensión entre valores e incentivos, entre altruismo y lucro, entre voluntarismo y eficiencia, entre planificación central y productividad. Por otro lado está la deformación democrática que se expresa en la sustitución del debate por la fe y la religión revolucionaria, la represión de la crítica bajo el argumento de no darle armas al enemigo, y el uso de la disciplina y la cohesión política como subterfugios para ocultar la necesidad de algunos individuos de aferrarse al poder por cualquier medio.

Lo segundo se refiere a la necesidad de cuestionar al poder, de defender puntos de vista ante los poderosos, de enfrentarse, de cuestionar, de pararse frente a las agresiones del poder, de la burla de los argumentos de autoridad. Hasta ahora han sido pocos los casos de enfrentamiento de un estilo de liderazgo autocrático, grosero, impositivo, que ridiculiza al contrario, ironiza y promueve la burla y los aplausos de los adulantes. Yo añoraba algún gesto de firmeza frente a este estilo de liderazgo.

Hasta ahora solo algunas personas, principalmente mujeres, se habían parado frente a los abusos del líder, y habían preferido renunciar a ministerios antes que aceptar el trato humillante. Es lastimoso ver esa manera como se trata a su gente, a sus ministros, como se les ridiculiza en público, como un coro de adulantes ríe las humillaciones domingueras.

Causa extrañeza ver a alguna gente tartamudear frente al jefe, bajar la mirada y aceptar ese tono denigrante de las increpaciones cotidianas. El gesto de Falcón viene a reivindicar el enfrentamiento de quien se crea todopoderoso.
El tercer punto se refiere a la reivindicación de la política que está implícita en la manera como se canalizó esta respuesta. En este momento, esta discusión es más importante al interior del oficialismo que fuera de éste. Por ello, la urdimbre política del paso de Falcón, dificulta la descalificación por "saltar la talanquera", pone el juego en el terreno interno y fortalece la diversidad al interior del oficialismo.

Quizás esto sea al final lo más valioso: la reivindicación de la política, la conexión entre mensaje y forma, entre discusión y arena política, entre discurso y auditorio.
Finalmente, es preciso dimensionar a las personas y a las jugadas políticas. Falcón es una persona, un político, con virtudes y defectos, quizás con mañas y deudas, con luz y sombra como todo político. Por ello quizás no sea deseable el endiosamiento, la visión absoluta, la búsqueda de un nuevo héroe, de un salvador, de una luz en medio de la oscuridad.
Quizás mañana haga una jugada que no nos guste, o nos enteremos de una historia que nos desagrade. Pero siempre será reivindicable el símbolo en la mesa de esta semana, el giro hábil, la discusión que puede comenzar.
Este acto, con toda su simplicidad y su poder, con lo efímero y lo trascendente que pueda ser, con el ardid político como vestimenta necesaria, es quizás uno de esos giros que tanto necesita la devaluada política venezolana.

...solo algunas personas, principalmente mujeres, se habían parado frente a los abusos del líder...
...está la necesidad de cuestionar al poder, de defender puntos de vista ante los poderosos...
Causa extrañeza ver a alguna gente tartamudear frente al jefe, bajar la mirada esta discusión es más importante al interior del oficialismo que fuera de éste


Artículo de opinión
Miércoles, 24 de febrero de 2010
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