Resulta difícil separar la política, es decir, el arte de alcanzar y preservar el poder, de la economía. Cuando esta última alcanza madurez, diversificación y al final es considerada como exitosa por su impacto en la sociedad, entonces buen número de los actores políticos ajustan sus estrategias al acontecer económico. Sin embargo cuando la economía es débil y una proporción importante de la riqueza se concentra en el gobierno, entonces ocurre lo contrario y los hombres de la política marcan el destino del quehacer económico.
Este ha sido, en mayor o menor grado, el caso de Venezuela.En economía, y hoy en nuestro país, pesa más lo que ocurre detrás del muro de Miraflores que la sumatoria de todos los negocios. Desde Miraflores se dicta el futuro económico del país, se decide qué actividad tendrá éxito y cuál está destinada al fracaso. Desde allí un director de orquesta dice cuándo entra en acción el trombón, cuándo se callan los violines y a un chasquido de los dedos, también cuándo aplaude la galería. Eso sí, los aplausos sólo pueden premiar al director. Eso ocurre porque el petróleo no es de todos: el destino de esa importante renta siempre ha estado en manos del reducido número que tiene acceso directo al poder central.
La diferencia entre pasados gobiernos y el actual es el grado de concentración de ese poder y al margen que nos guste o que lo rechacemos, más nos vale admitir que hoy las decisiones están en manos de un solo hombre y que han fallecido las instituciones que ejercían algún control, que decidían si las leyes estaban siendo apropiadamente interpretadas o aplicadas.La realidad de la producción es similar a la del violinista. Tocará sólo cuando el director lo autorice y éste lo permitirá en la misma medida en que tal intervención se traduzca en aplausos. Entonces, ¿qué debe hacer el violinista? Primero admitir que por su propia debilidad el director está allí por que él mismo lo eligió y además aceptar que ocupará esa posición por el lapso que la regla ha señalado.
Luego, aún siendo parte de la orquesta, deberá tocar en otros foros, hacerse conocido por la calidad y cantidad de sus interpretaciones. Deberá reclutar a los mejores músicos y estar listo para mostrar el mejor desempeño cuando el director lo invite a tocar. El violinista debe estar consciente que su papel siempre será importante, con éste o cualquier otro director.Los productores, agrícolas, industriales, del mundo de los servicios, todos y cada uno de los agentes económicos, obreros y campesinos, es decir, la totalidad de la orquesta, son al final, imprescindibles. Los directores, con mayor o menor poder, dependen de la orquesta para alcanzar y preservar su popularidad.
Podrá prescindir del que toca el corno inglés en alguna sinfonía, en otra a lo mejor confisca el trombón, arresta al aprendiz del contrabajo o le serrucha la pata a un piano, pero cuando se perciba que la orquesta desafina, que los músicos lo adversan y que su popularidad merma, entonces los convocará para preservar el poder. Porque al final del proceso sólo eso cuenta, porque sin poder no hay proceso. Eso es lo que la historia nos enseña, aunque existen excepciones: directores que hasta el último día tratan de trabajar ignorando a los ejecutantes y a la audiencia, ésos usualmente terminan siendo abucheados.
Artículo de opinión
El Universal, 13 de Octubre de 2009
http://noticias.eluniversal.com/2009/10/13/opi_art_la-politica-y-la-pro_1606516.shtml
cemacallison@gmail.com
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