miércoles, 12 de agosto de 2009

El ocio es la antítesis o el complemento del trabajo. Es definido como sinónimo de tiempo libre o como señala poéticamente el Diccionario de la Real Academia Española: "Inacción o total omisión de la actividad". El trabajo es fuente y es sustento, puede ser placer y razón de vida, pero el ocio es la pausa necesaria, el reposo nutritivo, el tiempo para sí, la incubación del regreso.

El ocio puede tomar diversas formas: contemplar el techo vacío, pasar la tarde descubriendo el mundo en una biblioteca por el puro placer de las palabras y sus combinaciones divertidas, ir al Ávila a la hora de las sirenas, dejarse mecer por la brisa marina al compás de las olas, cocinar por placer y sin rutina o abordar el carrusel del sueño reparador.
En todas sus formas es honroso y solo requiere renunciar a la culpa, darle la espalda por un rato a las obligaciones.

Proposición 1: el continuo trabajo, sin lugar para el ocio, transforma el bosque en un solo camino.
Haga la prueba: no se regale paz, reclámese el oficio y el producto sin pausa, el espejo ya no será el espejo, la lluvia solo será un obstáculo, la luz de la frontera entre el día y la noche no se revelará en todo su azul, no se distinguirá la música del ruido, su pareja será como su socio, haga la prueba. O descubra el tiempo que lleva probándolo.
Después, haga un balance del producto de su trabajo. Enumere las ideas interesantes, cuente las veces en que usa el mismo esquema, desnude la rutina, piense en sus colaboradores y supervisados, recuerde su cara o su voz de extrañeza ante la llamada de las 6.30 am o las 9:00 pm. Recuerde que les está exigiendo tanto como a usted misma.
Piense de nuevo en cuánto produce por hora y en su examen de colesterol.

Proposición 2: mientras menos cultives el ocio, más difícil será poner la mente en blanco.
Haga la prueba: trate de no pensar en nada. No pensar en nada es ni siquiera pensar en que no está pensando. Haga la prueba: "en blanco".
Exíjase de vuelta, ríase sola o solo. Léale un cuento a su hijo, estírese en la cama y propóngase curarse mientras pueda, regálese un pedazo de vida para usted.

Proposición 3: el cultivo del ocio ayuda a descubrir que la responsabilidad con los demás comienza con la responsabilidad consigo mismo.
Cuando pudo desconectarse, cuando se liberó de responsabilidades inmediatas y se entregó a la danza del tiempo libre, cuando la secuestró una novela de setecientas páginas, cuando se despertó para sí, cuando pudo observar el azul del zaguán de la noche, recuperó su vida y la esperanza que se le había caído detrás del escritorio. Regresó del ocio sin deudas y la economía seguía siendo la misma economía

Artículo de opinión aparecido en El Mundo Economía&Negocios
12 de agosto de 2009

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