La obra de Collins, a juicio de consultores empresariales como Julio Martínez Itté, describe este descalabro como un proceso en cinco etapas a través de las cuales las organizaciones transitan del éxito al fracaso. Este sería su resumen: 1- Arrogancia nacida del éxito ("Somos grandiosos"). 2- Persecución indisciplinada del crecimiento ("Podemos hacer cualquier cosa"). 3- Negación del peligro y toma desmesurada de riesgos ("Nada puede andar mal). 4- Búsqueda dramática de una salvación ("Necesitamos un cambio radical, un salvador"). 5- Capitulación ("Estamos arruinados").
Más allá del proceso, sin embargo, interesa descubrir las conductas que arrastran al fracaso. Estas son algunas, percibidas en los líderes: atribuyen el éxito a sus propias cualidades; convierten las prácticas de buena gerencia en dogmas infalibles e inmodificables incluso cuando han cambiado las circunstancias; se perciben indemnes frente a los cambios, ambicionan siempre más y persisten en la búsqueda de metas inalcanzables; desechan la crítica y la autocrítica; invaden campos de actividad para los que no tienen capacidad ni experiencia; niegan la existencia del riesgo y el peligro; restan importancia a las dificultades considerándolas irrelevantes, temporales o cíclicas; esconden los datos negativos y amplifican los positivos; se afirman en el convencimiento de que todo finalmente irá bien y atribuyen los problemas a factores externos; cuando los problemas persisten, apuestan a salvadores carismáticos o a medidas radicales, pierden el contacto con la realidad y se construyen su propia ficción.
¿Algún parecido con la Venezuela de hoy? ¿Qué actitudes del liderazgo nacional explican la acumulación de problemas no resueltos y el clima de reclamos que se percibe en todo el país y en todos los ámbitos? ¿Qué explica las manifestaciones diarias, unas por la libertad, los derechos, la legalidad, otras por la seguridad, la salud, el empleo, la vivienda, los servicios? ¿Cómo se justifica el reclamo cotidiano de obreros, empresarios, estudiantes, amas de casa, empleados públicos, barrios y urbanizaciones, productores y consumidores? ¿Qué actitudes de nuestros líderes han convertido la Venezuela de las oportunidades en la Venezuela de los problemas y las carencias, de la conflictividad, del debilitamiento de las instituciones, de la emigración y la desesperanza? ¿Se gobierna para solucionar los verdaderos problemas o para postergarlos u ocultarlos? ¿La pretensión oficial de cubrir todos los campos está potenciando algo más que la ineficiencia y acelerando el fracaso? ¿La obsesión por una misión revolucionaria está conduciendo al país a una pérdida de contacto con la realidad?
El camino a la ruina que describe Collins no es fatal, pero probablemente lo sea si se pierde el sentido común: si el liderazgo mantiene actitudes de arrogancia, autosuficiencia, autoritarismo, desprecio por las reglas, negación de los peligros e invasión de todos los ámbitos y actividades; si se mantienen la indisciplina administrativa y el clima de caos e ineficiencia, la toma desmesurada de riesgos, la desatención a los verdaderos problemas y la alimentación de falsos problemas; si se alienta la prepotencia, la desviación de responsabilidades, la engañosa consigna de país necesariamente rico y condenado al éxito.
Artículo de opinión
El Nacional, 26 de agosto de 2009
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