miércoles, 2 de septiembre de 2009

Pavel Gómez \\Abandonar las trincheras


Para Juan Carlos Monedero
El ambiente se tensa de nuevo y las posturas se blindan, las personas se refugian en el terreno de la rabia, de los dogmas y los símbolos más básicos, el exilio de las ideas. De un lado se provoca, se arman las trampas, se humilla, se justifica la represión. Del otro, la impotencia alimenta el resentimiento y el habla es sustituida por el grito, el lamento y la histeria. Por ello, cada vez que podemos retornar a la arena de las ideas, al terreno de los argumentos, nos salvamos de nuevo. Por instantes, pero nos salvamos.Brindo por las discusiones inconclusas.

El capitalismo se basa en la organización de la producción para el mercado. La producción es organizada por los dueños del capital, éste se combina con el trabajo y otros insumos para producir bienes y servicios.Estos son vendidos en un mercado y con el ingreso se remunera al trabajo, se cubren los costos y se obtiene la ganancia.La ganancia o dividendo se reparte entre los socios o se reinvierte en el proceso generador de bienes y servicios. La ganancia es el premio del capital por su asignación y sus riesgos.

La expectativa de ganancia guía la asignación de recursos y promueve la búsqueda de la eficiencia. El capitalismo es como una maquinaria de producción de bienes y servicios, de innovación y de apertura de nuevos mercados. El capitalismo es un formidable mecanismo para producir bienes, servicios y riqueza.Hasta aquí el cuento luce maravilloso, pero no todo es color de rosas. Los críticos han alertado sobre los grandes problemas del capitalismo, que podemos resumir en los siguientes: a) la inherente desigualdad entre ricos y pobres; b) la depredación del ambiente y el rompimiento de los equilibrios ecológicos; y c) la alimentación de un consumismo sin límites que aleja a la satisfacción, que sustituye el placer por el confort y convierte a las personas en compradores insaciables.

Estos elementos constituyen el precio que pagamos por esa formidable máquina de producción de riqueza. Estos argumentos están sobre la mesa de la discusión mundial, más allá de las caricaturas locales, de la retórica del "ser rico es malo" y de la falsedad de los oportunistas.Los defensores del capitalismo señalan que este sistema premia a los emprendedores, que si se juntan esfuerzo y talento individual se compra el ticket para el éxito, y que la diferencia entre ricos y pobres es que los primeros son orientados al trabajo y creativos tomadores de riesgo, mientras los segundos son flojos, pasivos y conformistas.

Sin embargo, existe una creciente investigación que muestra que las oportunidades son desiguales, que el éxito depende más de la posición de nuestros padres en la distribución de ventajas y que las frutas caen cerca del árbol y aun más cerca de lo que creíamos. Por ello la discusión sobre la desigualdad no es trivial.En torno a los costos ecológicos de un sistema organizado en función del crecimiento sin límites de la producción y el consumo, cada vez hay menos discusión. El cambio climático y el deshielo de los polos son mejores argumentos que el discurso de cualquier ambientalista. Finalmente, el tema del consumismo no es trivial.No hay respuestas fáciles y el discurso de la pobreza voluntaria ha demostrado ser el terreno ideal de los oportunistas y embaucadores que monopolizan privilegios.Tener estos argumentos en cuenta es apenas el comienzo.

El problema es que aún no conocemos una alternativa al capitalismo que sea diferente al dogmatismo, al capitalismo de Estado, a la monopolización del poder y la riqueza en manos de una burocracia, al culto de la pobreza y a la hegemonía de un discurso. Mientras tanto, suena mejor la palabra regulación que la palabra revolución.

Artículo de opinión
Diario El Mundo Economía&Negocios
02 de septiembre de 2009
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