Hay dos respuestas muy demandadas: los ansiolíticos y las opiniones de ciertos economistas venezolanos.Los primeros, reducen la presión de la angustia atacando sus fuentes bioquímicas. Los segundos, reducen la espera angustiosa diciendo que el desastre ya llegó, que ya no hay que esperar meses o años, que mañana amaneceremos con el cataclismo como desayuno.
Les propongo un experimento: revisen las opiniones de nuestros economistas más televisivos, desde el año 2002 en adelante. Es fácil, introduzcan el nombre de algunos de éstos en Google y añadan la frase "proyección de inflación" o "crisis económica". Inmediatamente verán en la pantalla una lista de hallazgos, precedida por la frase "Resultados 1 - 10 de aproximadamente 43.200 de Fulano proyección de inflación".Luego escruten los primeros cinco resultados. Repita el procedimiento usando otro nombre.Concéntrese en las opiniones de economistas o empresas consultoras no afiliados al oficialismo.
Luego coteje las proyecciones encontradas con los resultados económicos del año respectivo. Lo que observará es que año tras año, se repiten las mismas afirmaciones apocalípticas, anuncios de la catástrofe a la vuelta de la esquina y recomendaciones de huidas despavoridas ante la inminente llegada de los cuatro jinetes. Esto se repite sin pausa todos los años, aunque la realidad los contradiga. Lo curioso es que el mercado no castiga a los que sistemáticamente fallan en sus predicciones ni premia a los que se acercan a lo que efectivamente ocurrió.
Para los usuarios de información económica, el ideal es obtener una predicción cercana de lo que realmente ocurrirá. Pero para que esto sea efectivo, los usuarios deben ser capaces de distinguir entre los mejores y peores pronosticadores. Estos casos suelen resolverse con el uso de señales o indicadores, que permitan clasificar a los expertos económicos en un ranking de aciertos por año o lustro.Pero no se confunda. Cuando destaco a los apocalípticos no estoy diciendo que el futuro sea promisorio y que el señor Alí Rodríguez sea un mago de las finanzas o que el señor Merentes le produzca envidia al mismísimo Alan Greenspan. No.
La economía venezolana presenta grandes distorsiones que comprometen su competitividad futura, desestimulan la inversión de largo plazo y socavan su productividad. Al mismo tiempo, ser un país que yace sobre un gran pozo petrolero nos brinda la opción de la postergación: cada vez que el precio del petróleo se eleva podemos tomar una aspirina y seguir la rumba.Volviendo al cuento inicial, el caso es que muchos de nuestros economistas han devenido en meros vendedores de catástrofes inminentes.
¿Por qué ocurre esto? Yo tengo dos hipótesis: a) La situación política y las distorsiones económicas los angustian y les crispan los nervios de tal manera, que sólo los calma la anticipación del desastre y la esperanza de decir mañana "yo se los dije"; y b) muchos medios y periodistas encuentran en el Apocalipsis una mejor noticia, que aquella de la descomposición retardada y enmendada sobre la base del endeudamiento y de la suerte con la ruleta de los precios del petróleo.Lo cierto es que a usted quizás le vaya mejor apostándole al ansiolítico, que basando sus decisiones en las proyecciones de estos vendedores de catástrofes.
Artículo de opinión
El Mundo Economía&Negocios
30 de septiembre de 2009
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