Entre lo mucho que se ha escrito sobre Venezuela hay cuatro cosas que ayudan a hilvanar el cuento y a comprender por qué estamos aquí: a) El Estado del disimulo, de José Ignacio Cabrujas; b) Una visión del siglo XX venezolano: modernización y democracia, de Arturo Sosa; c) La democracia venezolana y la crisis del sistema populista de conciliación, de Juan Carlos Rey; y d) El proceso político venezolano 1998-2007, también de Arturo Sosa. Los tres primeros están disponibles en la internet, y el cuarto apareció publicado en la revista Sic, de diciembre de 2007.
Aunque toda selección es arbitraria y simplista, encuentro en esos cuatro documentos una guía sencilla para comprender dónde estamos parados.Cabrujas dibuja de manera magistral nuestra naturaleza como país: Venezuela se formó como un campamento, unas ciudades a medio hacer, unas edificaciones provisionales, un país "mientras tanto y por si acaso". Desde entonces, las leyes y las instituciones solo sirven para adornar el "me da la gana", que impulsa a nuestros gobernantes, desde Cristóbal Mendoza hasta Hugo Chávez. "El Gobierno es el primer agresor del Estado. Cada cinco años, el Gobierno se enfurece contra el Estado, descabeza funcionarios, liquida planes, desvía presupuestos, liquida proyectos, quema documentos, cambia membretes, es decir, destroza una mínima continuidad administrativa".
Cabrujas decía esto en 1987. Hoy esto ocurre sin que tenga que cambiar el Gobierno, basta con reemplazar a un ministro, para que todo se modifique como si se tratara de un golpe de Estado dentro del mismo gobierno.Arturo Sosa hace una síntesis genial del siglo XX venezolano: en cuatro páginas condensa la evolución reciente del país, desde la unificación territorial y centralización de la hacienda pública, iniciadas por Castro y consolidadas por Gómez, hasta el inicio del gobierno de Chávez. Sosa sintetiza las visiones del desarrollo que se articulan en torno al petróleo. Una, "de arriba a abajo", guiada por generales, que entiende que modernizar el país es crear infraestructura y centralizar el acceso a la renta petrolera.
La otra, el populismo modernizador, que se impone mediante la repartición de la renta entre corporaciones, llámense Fedecámaras, sindicatos creados por el partido oficial, militares, la iglesia, todos bajo el mando de partidos policlasistas. Al inicio se excluye a sectores de la izquierda y al final se masifica la exclusión con forma de "apartheid social".Juan Carlos Rey caracteriza a lo que conocemos como el "Pacto de Punto Fijo" o la "Cuarta república", y explica cómo un esquema de repartición de renta, que se organiza bajo el lema de "todos contentos", se agota en un pantano de desideologización, corrupción y caída (o volatilidad) de la renta petrolera.Finalmente, Sosa también realiza una clara (y quizás única) caracterización del "chavismo realmente existente".
Un renacimiento del Estado rentista, mezclado con estatismo nacionalista, soportado en el "partido militar" y en una burocracia fundida con el partido único, todo esto guiado por el "césar democrático". Al final se trata de un voluntarismo que "tiende a distorsionar la percepción de los procesos y a perder de vista la gradualidad que exigen las transformaciones sociales para llegar realmente a consolidarse".
Artículo de opinión
Diario El Mundo Economía&Negocios
Miércoles, 16 de septiembre de 2009
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